Enrique Gorriarán, guerrillero argentino vinculado a secuestros contra militares y altos funcionarios de Fiat y Firestone, miembro del comando que mató al exdictador Somoza en Paraguay y jefe del grupo que asaltó el cuartel del ejército argentino en La Tablada, con un saldo de 43 muertos, en 1995 fue apresado en Tepoztlán y deportado de manera sumaria. Recibió sentencia de cadena perpetua en su país. Estas Memorias las publicó en el 2003.
Entró a la guerrilla en 1970 y al año siguiente fue apresado, sufriendo torturas y reclusión en celdas de alta seguridad; se fugó y viajó a Cuba, Chile, la URSS y Checoslovaquia y colaboró con los sandinistas en Nicaragua. De vuelta a su patria, huye a México y en su captura participaron policías argentinos.
“Nunca imaginé que podría tratarse de lo que realmente era: un acuerdo entre Menem y Zedillo para secuestrarme y trasladarme ilegalmente a la Argentina […]”
“Llegué a México el 11 de octubre. Comencé a notar chequeos por parte de la policía. Les resté importancia, los menosprecié y fue la primera vez que hice eso en todos los años de clandestinidad, confiado en la tradicional política mexicana de protección a los perseguidos políticos. Pensé que estaban controlándome por si hacía alguna reunión con los zapatistas o algún contacto no legal. Como no planeaba hacerlos, no presté atención […] Ese país había sido el único en brindar protección contra las arbitrariedades dictatoriales […] Era impensable que hicieran algo semejante […]”
“Salí para Tepoztlán, donde tenía pensado quedarme hasta la reunión con los legisladores [del PRD]. Primero fuimos hasta el centro, a una farmacia que queda frente a la plaza principal. Cuando dimos la vuelta para tomar la salida rumbo al D. F., vi un Volkswagen con dos personas dentro –una de ellas leía un diario– y me di cuenta que eran argentinos... ¿Cómo lo supe? Por la fisonomía, por la postura. Uno detecta eso estando en el exterior.”
“Anduvimos en la camioneta unas siete u ocho cuadras hasta llegar a una esquina donde se debe doblar para tomar un camino que a los cien metros se bifurca en dos: uno que va hacia el DF y el otro hacia la ciudad de Cuautla […] Fue entonces que decidimos tomar por el camino hacia Cuautla […]”
“Habremos viajado unos 5 o 10 minutos cuando, desde un vehículo que se ubicó delante nuestro, nos hicieron señales de que detuviéramos la marcha, mientras nos apuntaban con un arma que asomaba por la ventanilla […]”
“Le dije a Jorge que se detuviera porque era la policía, y frenamos. Ellos se bajaron. Había entre diez y quince agentes, todos con pistolas y subametralladoras; actuaron como gente preparada, desplazándose y ubicándose de manera tal que fuera imposible que corrieran algún riesgo de herirse entre ellos si comenzaban a disparar, evitando un posible cruce de fuego, ¡y lo hicieron, empezaron a tirar! Los cristales de la camioneta se rompieron en mil pedazos, los tres nos arrojamos al piso… La intención no era matarnos sino reducirnos, porque iban rompiendo los vidrios y no tiraban más abajo.”
“Se acercaron, abrieron las puertas y nos bajaron. A mí me colocaron con la cara sobre el capot de la camioneta; uno de ellos me agarró del pelo […] Quedamos enfrentados en las miradas y era la persona que yo había visto en la parada del colectivo, el argentino […] Él, mirándome fijo, hizo una señal afirmativa al resto de los que estaban ahí, y, entonces, sin hablar, nos subieron a los tres a un auto; comenzaron a marchar hacia el Cuartel de Inmigraciones de la ciudad de México […]”
“Me habían detenido el sábado 28 de octubre a media mañana y en la madrugada del domingo 29 ya me eistaban trasladando a Argentina.”
Gorriarán fue indultado en 2003, después de nueve años de prisión.