[Extranjeros en Morelos] Emilio Cecchi, viajero enamorado de México

El historiador italiano visitó varios puntos del estado de Morelos, lugar del que quedó fascinado

José N. Iturriaga | El Sol de Cuernavaca

  · sábado 23 de octubre de 2021

Según el diario del crítico de literatura, pudo haber épocas en que la casa se llenaba de huéspedes / Cortesía | Cuartoscuro

Emilio Cecchi, italiano, fue historiador y crítico de literatura de su país. En 1930-1931 se desempeñó como profesor visitante en la Universidad de Berkeley, California, y aprovechó sus vacaciones para realizar un viaje por nuestra república. Escribió un diario de viaje titulado México, abiertamente favorable a nuestro país. Escuchémoslo en Cuernavaca:

“En el Palacio de Gobierno [hoy de Cortés], precisamente donde están los murales de Rivera, las oficinas están amuebladas con escritorios y divanes del siglo XIX francés. En una antecámara donde está el registro para la firma de los visitantes, algunos indios estaban esperando ser recibidos. Quizá se habían arreglado especialmente para la ocasión. O representaban lo mejor de la población rural. Para su bárbara aristocracia no se podía imaginar escenario mejor que los burocráticos terciopelos verdes y las caobas brillantes y obesas coronadas por relojes inmóviles desde tiempos inmemoriales y esfinges doradas.”

“Envueltos en sarapes blancos, componían grupos soberbios en el fondo de los espejos. Estaban sentados en la historia de su país con una tranquilidad de posesión y, diría, con una principesca elegancia, que, comparada con las actitudes de las figuras de Rivera, éstas tienen menos gracia.”

Cecchi habla ahora del Jardín Borda:

“Maximiliano y Carlota preferían la residencia de Cuernavaca, y pasaban temporadas en un edificio que todavía puede verse cerca de la catedral rodeada de árboles de flores rojas. Es un edificio sin peculiaridades, formado por una sucesión de portales y patios, sobre los cuales se abren habitaciones blanqueadas con cal. Ahora es sede de una pensión dirigida por una vieja inglesa; y en las paredes y sobre los anaqueles hay de esas fotografías y reproducciones artísticas, encuadernaciones flamantes y bagatelas por las cuales una casa inglesa se distingue de inmediato en cualquier parte del mundo.”

“Debe haber épocas en que la casa se llena de huéspedes; lo indican las numerosas habitaciones ordenadas, y una larga hilera de mesas para comer, bajo uno de los portales.”

“Frente al pórtico hay un jardín rectangular, que con justicia alguien ha comparado con un jardín de Pompeya: rodeado por muros, salpicado de quioscos y arcos derruidos, y alegrado por aguas corrientes. Dentro de estos muros la luz juega con claroscuros, y entre las matas hay tinieblas en el fondo de las cuales los chorros de las fuentes bailan como luces de magnesio.”

Cecchi ignora el antiguo topónimo náhuatl que dio nombre a la capital morelense, distorsionado por los toscos oídos de los conquistadores: “Cuernavaca quiere decir ‘Cuerno de Vaca’, y la denominación, más que en muchos casos similares, parece justificada: cuando volteamos a ver la pequeña ciudad, suspendida en forma de arco sobre la llanura, parece el cuerno de una vaca con la cabeza baja”.

En Huitzilac, donde fue asesinado en 1927 el general Francisco Serrano y varios seguidores suyos, el viajero italiano observa en 1931:

“Donde el camino corta el límite entre el estado de Morelos y el estado de México, hay pequeñas trincheras con muros de piedra seca, custodiadas por soldados con alguna ametralladora. Poco más allá, a la derecha, un grupo de unas 15 cruces de hierro, plantadas al borde del camino. Algunas cruces tienen flores amarradas al tronco. No recuerdo qué general o jefe partidario fue fusilado allí con sus últimos secuaces. El acto de piedad que renueva esas flores adquiere mayor relieve debido a la soledad. Y entre las rocas de esplendor tan encendido que parecen acabadas de partir por un cataclismo, la herrumbre que escurre de las cruces es roja como los grumos de la sangre.”