Nacido en Grecia en 1905, Theodoro Pappatheodorou concedió a la investigadora Guadalupe García Torres una larga serie de entrevistas grabadas que dieron lugar a estas Memorias de un inmigrante griego. El proyecto de rescate de testimonios orales se enmarcó dentro del Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas, con sede en Jiquilpan, Michoacán, y se llevó a cabo en 1985 y 1986, cuando el inmigrante griego ya era octogenario.
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Proveniente de una familia de agricultores y destacadamente abocada al cultivo de moreras y cría de gusanos de seda, Theodoro llegó a México en 1927 y dos años después ya se había radicado en Jiquilpan. Primero se dedicó al comercio y luego retomó la tradición familiar de la agricultura y la sericultura. Sus negocios lo llevaron a vivir de manera sucesiva en varios poblados michoacanos, luego en Jalisco y finalmente en Sinaloa. A esta entidad llegó en 1948 y su inicio empresarial fue promisorio, pues llevó desde Apatzingán dos tractores y una trilladora que le permitieron asociarse con prósperos agricultores paisanos suyos. Ya de edad avanzada, Pappatheodorou volvió a radicar en Jiquilpan.
Un pasaje cuernavacense:
“Estando en Cuernavaca (tenía ahí un rancho el general Cárdenas ya de presidente electo), me había hablado el general para que fuera allá para que plantáramos algunos árboles. Por cierto que ahí tenían también propiedades el general don Francisco J. Múgica, un general Velázquez, y otros generales; estaban en un barranco, en un terreno quebrado, pero cada quien tenía su rancho, su propiedad. Y ahí me había hablado el general Cárdenas para que plantáramos algunos árboles en unas calzadas; y estando en las afueras de su casa, platicando sobre esos trabajitos, llegó, se presentó ahí el general Calles que estaba al otro extremo de la carretera, en un terreno muy quebrado; y me acuerdo que una vez fuimos a visitarlo también con el general Cárdenas y tenía plantadas parras ahí, en un terreno muy colgado y muy accidentado.”
“Pero en esta vez al llegar el general Calles ahí a visitar al general Cárdenas, que era ya presidente electo, y al llegar ahí que estábamos platicando los dos, entonces tomó la palabra el general Cárdenas y le dijo al general Calles:
—Aquí le presento al joven griego, Theodoro Pappatheodorou, a quien tenemos en Michoacán dedicado a la sericicultura, a la cría del gusano de seda”.
“Y así se despidieron los dos, me estrecharon la mano y entraron a las oficinas del general Cárdenas a arreglar sus asuntos. Después me retiré a atender los trabajos que ya me había encargado el general Cárdenas con un ayudante llamado Lino Salcedo, que era ayudante del general Cárdenas, y otro Guadalupe; ellos me ayudaban".
"Entre los tres estábamos arreglando las cosas ahí en el jardín del general”.
Esta anecdótica información viene a corroborar algo bien sabido: que Cuernavaca ha sido desde siempre un socorrido refugio no solo de extranjeros, sino también de mexicanos, y no solamente de artistas e intelectuales, sino de políticos y de toda persona con recursos para tener una segunda casa con la finalidad de veranear o pasar fines de semana.
Viene al caso recordar que la hacienda de don Lázaro se llamaba Palmira, en recuerdo a una hija de ese nombre que murió pequeña.
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