Lesley Byrd Simpson (1891-1984), historiador estadunidense muy interesado en los asuntos mexicanos históricos y contemporáneos, fue profesor de español y de portugués y decano del Colegio de Letras de la Universidad de California, en Berkeley.
Simpson hace una revisión de nuestro país a lo largo de su historia, en este libro Muchos Méxicos que vio la luz por primera vez en 1941. En él leemos acerca de la inocencia, buena fe, ingenuidad y carencia de malicia y sagacidad política del “Apóstol de la Democracia”:
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“Como presidente, Madero gobernó con dulzura y franco amor fraternal, pero a su sombra se acogió una cuadrilla de políticos egoístas, encabezada por miembros de su propia familia. El verdadero poder lo ejercía su hermano Gustavo, hombre duro que sabía bien lo que quería. Gustavo Madero siguió el ejemplo de don Porfirio y organizó un pequeño ejército de rufianes que llamaba su ‘porra’. Otros parientes de Madero se unieron a Gustavo, y pronto México hubo de sufrir un régimen tan corrompido y costoso como el de Díaz, pero sin su estabilidad. El plan de San Luis Potosí había mencionado la devolución de tierras a las aldeas indias, pero pasadas las elecciones no se habló más del asunto. Emiliano Zapata, desilusionado por el hombrecito blanco en quien de todos modos jamás había confiado, volvió a llamar a su gente a las armas y continuó incendiando haciendas y asesinando hacendados”.
Zapata se enfrentó no sólo a Madero, al sentirse (y ser) traicionado, sino al Primer Jefe Constitucionalista:
“Carranza ocupó el inseguro sillón presidencial, sujeto al capricho de sus turbulentos generales y desafiado por el indomable Zapata. Villa, apoyado por su formidable División del Norte, rompió abiertamente con Carranza y buscó la ayuda de Estados Unidos”.
“Villa había llegado a un acuerdo con Zapata, y los dos famosos caudillos entraron juntos en la tierra prometida [la ciudad de México], mientras ‘las buenas gentes’ temblaban proféticamente detrás de sus puertas atrancadas. La conducta de los dos ejércitos invasores reflejó la diferencia entre los hombres de principios y los bandidos. Los humildes indios de Zapata pedían pan tímidamente a las puertas de los ricos; Villa y su cuadrilla se lanzaron a una escandalosa orgía de borracheras, violaciones y asesinatos”.
“Eulalio Gutiérrez, el presidente provisional de los convencionistas, aguantó mientras pudo, pero pronto escapó a Veracruz para unirse a Carranza. Obregón aguardaba su momento en Puebla, y el disgustado Zapata se retiró a Morelos y a su guerra particular”.
“En tres años, la Comisión Nacional Agraria, que el gobierno de Carranza estableciese en 1916, apenas había distribuido doscientas mil hectáreas a los campesinos, mientras el clero gritaba ‘¡robo!’ y el desilusionado Zapata se lanzaba de nuevo a la guerra. Mas a Zapata, casi un santo para sus partidarios y amenaza intolerable para los demás, le traicionó y asesinó el coronel Jesús Guajardo, hazaña por la que el ‘Primer Jefe’ le premió con el grado de general”.