Eugenia Echeverría nació en Yungay, República de Chile. Periodista, cuentista y poeta con variadas publicaciones, ha viajado extensamente por América Latina y el Caribe. Desde 1982 hasta fines de siglo XX vivió en Tepoztlán. Este libro suyo sobre nuestra visitada población, Tepoztlán: ¡Que viva la fiesta!, de 1994, contiene valiosa información antropológica y de diversa índole. Estos son algunos fragmentos:
“Desde la cumbre de la sierra del Ajusco, el viajero descubre al estado de Morelos como un suntuoso lugar de montañas, rodeado por el propio macizo del Ajusco, de las sierras de Santo Domingo, Huitzilac y Tepoztlán, y de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl. La transparencia perfecta del aire permite ver poblados, valles y hondonadas. Reina el verde de los pinares y de los oyameles, del cedro blanco y rojo. Se presiente la presencia de su fauna en las quebradas.”
“La sierra del Ajusco es el límite natural entre el valle de México y el valle de Morelos. La sierra de Tepoztlán divide los valles de Cuernavaca y del Plan de Amilpas y señorea el poblado que se levanta en sus faldeos: Tepoztlán.”
“De la inquietante belleza de Tepoztlán, de su rara topografía, han dado cuenta por escrito legos y doctos. Fascinados, con candor o ilustre sapiencia; de la mano de ciencias más o menos exactas, o de ciencias ocultas, o de una imaginación desaforada, han hecho de este sitio su casa, han tratado de explicarse la compleja psicología de su gente y el devenir de sus propias vidas.”
“Pocos pueblos de Morelos han llenado tantas páginas como este lugar al pie de la montaña única. Pocos pueblos de México parecen tener su grado de magnetismo y sugerencia.”
“Tepoztlán reposa en un alto valle aluvial rodeado de cerros que se alzan hasta 400 metros sobre el nivel de las casas. Los cerros, esta fortaleza mítica, protectora de la colectividad desde tiempos inmemoriales, han sido ejes de control militar (esta función se le atribuye a la pirámide del Tepozteco, por su extraordinaria posición vigilante, y al exconvento fortaleza del siglo XVI) y, también, puentes abiertos a la acción libertaria. Nadie ignora el uso que Emiliano Zapata y su Ejército del Sur dieron a los cerros tepoztecos, a sus cuevas, a sus corredores internos y a sus salidas al otro extremo del estado. A la tradición oral, inviolable, siguen y seguirán perteneciendo el mapa y los itinerarios de los cerros tepoztecos, este zodíaco, sus secretos y sus recursos.”
“Gracias a su posición entre la tierra fría y la tierra caliente, el pueblo posee una abundante flora subtropical. Las casas están por lo general llenas de flores, además de los árboles y arbustos de la zona.”
“Las casas del centro están pareadas al estilo español, y las mejores –ahora transformadas en tiendas o restaurantes– pertenecen a la época del cacicazgo, que se generó en Tepoztlán al apoderarse unas cuantas familias de los terrenos y posesiones de la iglesia, expropiadas por las leyes de Reforma.”
En la proverbial insumisión del tepozteco las mujeres son muy importantes:
“Este es un signo de resistencia que ha mantenido la cohesión social del pueblo. La prevalescencia del grupo sobre el individuo ha salvado a este paraíso entre las montañas de desaparecer tragado por el complejo turístico como Cocoyoc o Oaxtepec. El rol de la mujer en el tejido de esta trama es sutil y engañoso: la verdad, es determinante. Protagonistas de esta paradoja de resistencia y apertura, son las mujeres. El grupo prevalece. Abre puertas, pero mantiene las principales controladas. Los conceptos estereotipados de progreso para todos no convencen a muchos tepoztecos. Y el esfuerzo por expulsar sus voces seductoras viene en muchas ocasiones, de las mujeres.”
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