Al llegar Vicente Dávila a México, en julio de 1941, en misión cultural del gobierno de Venezuela –su país–, se dio a la tarea de recorrer los pueblos del interior. Entre viajes y conferencias, pasó tres años aquí. Ya de vuelta en Sudamérica publicó numerosos artículos durante los años de 1945 y 1946, en las páginas de El Universal. Estos párrafos se refieren a Cuautla de Amilpas:
“Durante la Colonia se construyeron, entre otros edificios, los conventos de San Diego y de Santo Domingo, en la parte alta el primero y en la baja el segundo. El panorama desde esos vestigios, que fueron sagrados, se extiende por un contorno amplio que abarca el poblado y los montes que lo circundan. Todo es verde alrededor. Quien visite a Cuautla debe contemplar desde los domos de la antigua capilla, la soberbia postura del sol por encima de las frondas de verdura que cubren la campiña.”
“Una curiosidad, en completo abandono, existe en un rincón del templo: la entrada de un túnel por donde se comunicaba quizás con el convento de Santo Domingo. Hoy está obstruida la entrada del subterráneo. Santo Domingo sirve actualmente de cuartel.”
“Pero el destino de San Diego es más triste. Una chusma de venduteros, no mexicanos, tiene allí su industria hotelera. Y todo lo que sirvió de asilo a seres de piedad, de oración y de enseñanza, hoy son sórdidos cuartuchos de una fonda.”
“Este bello rincón, que es un vergel, se completa con un balneario [Agua Hedionda] donde la vertiente, acaso la más abundante por sus 850 litros por minuto, sólo dista del pueblo 3 kilómetros por carretera no asfaltada. El manantial tiene cloruros, sulfatos, carbonatos, ácido sulfhídrico y otros minerales más, combinados entre sí, lo que hace del balneario un sitio del recreo.”
De Huitzilac dejó estas imágenes:
“Se cuentan, a la vera del camino, las 14 cruces de las víctimas del caudillo Plutarco Elías Calles. Allí, en ese descampado sitio, fueron ejecutados cruel e inhumanamente, el 3 de octubre de 1927, los alzados contra el gobierno, una vez caídos prisioneros. Pagaron con sus vidas el general Carlos Vidal, licenciado Otilio González, Alonso Capetillo, licenciado Rafael María de Escobar, general Miguel A. Peralta, coronel Daniel R. Peralta, capitán Ernesto N. Méndez, Antonio L. Jáuregui, capitán Marino Almada, general Mariano Ariza, Enrique Monteverde Jr., José Villa Arce, Augusto Peña y el jefe de ellos, general Francisco Serrano. Se publican estos nombres en el orden de las cruces.”
En Cuernavaca, “el pueblo antiguo apenas posee algunas casonas, hoy hoteles. Sus calles empinadas, torcidas y llenas de piedras sueltas, por lo mal empedradas, demuestran, a la simple vista, el abandono gubernativo. Que tanto en México como en Venezuela, todo el esfuerzo de sus gobiernos se les ha ido en la política, a expensas de la administración.”
“Sobre la antigua azotea [del Palacio de Cortés] se alza el moderno observatorio, que luego de subir 64 escalones, se contempla una hermosa perspectiva, en todos los cuatro puntos. Merece la pena del ascenso el panorama.”
En el Jardín Borda, “en una de las esquinas hay una glorieta con su terraza. Debajo una pequeña puerta por donde entraban, según dice el biógrafo José Luis Blasio, amigo y secretario de Maximiliano, las damas que tenían cita con el monarca. Parece que el hogar de los dos esposos no andaba en buenas migas de coloquios de amor”.
Ahora vamos a Tepoztlán: “Para subir y recorrer las cúpulas del convento, en azoteas convexas, hay que trepar por 21 escalones de piedra. Una vez arriba el visitante se extasía en la contemplación, a los cuatro vientos, de los morros cortados a pico, que da un carácter especial al yermo de Tepoztlán. Especie de enorme anfiteatro construido por la misma naturaleza”.
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