[Extranjeros en Morelos] Zapata, profeta al que seguían con fanatismo

En 1920 el periodista español Vicente Blasco Ibáñez visitó México y escribió El militarismo mejicano. Ahí criticó la Revolución y no ocultó opiniones personales

José N. Iturriaga | Historiador

  · viernes 30 de diciembre de 2022

Archivo | El Sol de Cuautla

“La Revolución fue desarrollándose con una rapidez y un éxito irresistible que sólo pueden verse en Méjico, país de revoluciones, república de guerrilleros cuya raza no termina nunca y cuya barbarie aún resulta más terrible por contraste junto a Estados Unidos”.

“[Su] militarismo lo mantiene en perpetua revuelta, en belicosa ignorancia, y no le permite cristalizar como país moderno, adquiriendo la estabilidad próspera de las naciones en paz”.

“Lo más terrible de la historia de Méjico, la principal causa de su anormal situación, es que este país ha sido gobernado siempre por generales; mejor dicho, por rústicos jinetes, expertos en la ciencia del machete, que se improvisaron generales”. “La salvación de Méjico estriba en que se libre para siempre del despotismo de los generales de machete y se vea gobernado por hombres civiles”.

“El militarismo es la principal causa del atraso y del estado anárquico en que vive el país. Mientras éste no suprima a sus generales que aspiran a gobernarlo eternamente, mientras no esté regido por hombres civiles, pacíficos y de mentalidad moderna, será una triste excepción y un motivo de escándalo y de pena entre los pueblos civilizados”.

“Me ha asombrado ver la cantidad de revolucionarios ricos que hay en Méjico. No puedo transigir con esos farsantes de la revolución, que destrozaron para nada un rico país, y cuyos jefes, en unos cuantos años, han amasado fortunas escandalosas e inexplicables". “El país no ha ganado en moralidad. En tiempo del general Díaz, el pueblo se quejaba lo mismo que ahora de la falta de honradez de sus gobernantes y llamaba ladrones a los ‘científicos’, como después ha llamado a los revolucionarios. Si realmente los ‘científicos’ fueron ladrones, se distinguieron de los de ahora por una condición digna de aprecio. Eran ladrones constructores, mientras que los de ahora han sido ladrones destructores. Los primeros no arrebataron el dinero a la propiedad individual, sino que se enriquecieron con las comisiones recibidas sobre grandes obras públicas, de utilidad para el país”.

“En el orden material, justo será reconocer que la nación mejicana no ha tenido un solo gobernante que pueda compararse con don Porfirio. Todo lo que de notable existe en Méjico con un carácter moderno es obra del general Díaz. Asombra ver lo que se construyó en la época de este tirano. Mantuvo dormido el espíritu de un pueblo, pero supo dar a éste las apariencias de una nación”.

“Los zapatistas son los malfamados de todos los numerosos grupos políticos de Méjico. En realidad, aparecen como los únicos revolucionarios sinceros. Más que partido fueron una secta, y Zapata un profeta al que seguían con fanatismo. ‘Tierra para todos’ era su lema. Fueron bárbaros: una especie de hunos, que caían sobre la ciudad de Méjico como las invasiones de bárbaros sobre Roma; pero eran honrados. Yo no sé que Zapata ni ninguno de los suyos se enriqueciese. Lo rompían todo, pero no se les ocurría llevarse en el bolsillo los fragmentos de las riquezas destruidas. Junto con estos bárbaros desinteresados de la revolución llegaba Villa. Zapatistas y villistas, que desde hace tiempo son designados como ‘bandidos’ por los mismos que se sirvieron de ellos en los primeros tiempos de la revolución, inspiraban menos miedo a los vecinos pacíficos y honorables de Méjico que la proximidad de las fuerzas gubernamentales”.

“—¡Que vienen los carrancistas! —anunciaba la gente al retirarse los de Zapata o los de Villa”.

“Y todos se echaban a temblar”.



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