Carlos Barreto Mark y la historia de Tlayacapan
El recuerdo se construye con la capacidad que tenemos para el registro de lo acaecido, al que siempre le son añadidas, las circunstancias del momento en que se evoca. Recordar es un ejercicio que pretende generar vigencia, y rememorar el pasado cuando el presente significa la noticia de un longevo compañero investigador que ha dejado de existir después de más de cuatro décadas de un oficio de historiar, se vuelve tarea inabarcable, pero que se efectúa como una necesidad de ennoblecer a quien distinción merece, a pesar de resultar una faena siempre parcial.
Cómo recordar en unos cuantos enunciados el trabajo de un ser humano que dedicó tantos años al ejercicio de la historia de múltiples pueblos morelenses. Cómo juntar en un puño de palabras las horas, faenas y fatigas de un investigador que permaneció inquiriendo el pasado morelense de períodos tan complejos como el virreinal y el revolucionario, con sus antecedentes, dinámicas y consecuencias.
A manera de perder en este ejercicio el bosque por observar un árbol, queremos recordar a nuestro compañero Carlos Barreto a través de una parcialidad de su trabajo de historiador, que, de no haberse realizado, quizá la investigación arqueológica que llevamos al cabo desde hace ocho años en Tlayacapan, hubiera tornado por otro sendero en su ejecución frente a la comunidad.
Carlos Barreto se interesó desde comienzos de la década de 1970 por la historia de Tlayacapan, conoció a través del entonces presidente municipal Raúl Flores Chávez, que en el archivo municipal se conservaban los Títulos Primordiales del pueblo, y para 1988, por intercesión del Arqueólogo Arturo Oliveros, el presidente municipal Lázaro Contreras Morales permitió que este documento fuera restaurado por el INAH Morelos a cargo de la restauradora Elvira Pruneda Gallegos.
Posteriormente los Títulos Primordiales pasaron a formar parte de años de litigios basados en su existencia y en otro documento de origen virreinal llamado Titulo y Merced de Tierras de Indios del Pueblo do Tlayacapan, también publicado 1989 por Barreto. A la postre, este proceso derivó en que se reconociera jurídicamente al Comisariado de Bienes Comunales de Tlayacapan, a los cuales les fue adjudicada la propiedad comunal de una vasta cantidad de terreno en esta comunidad, incluida la mayor parte de las peñas circundantes, entre las que se encuentra aquella denominada como El Tlatoani, donde era conocido desde tiempos ancestrales que se localizaba un antiguo asentamiento humano.
En el año 2012, cuando ya el Comisariado de Bienes Comunales de Tlayacapan contaba con reconocimiento jurídico, comenzamos a establecer un vínculo con ellos para dar seguimiento a las exploraciones que, por cuenta propia, vecinos de la comunidad habían emprendido en 2007 y que tuvieron como efecto que una parte importante de la zona arqueológica localizada en la peña El Tlatoani, se encontrara en proceso de destrucción acelerada.
El hecho que los comuneros de Tlayacapan contaran con la certeza jurídica nos permitió establecer un convenio de colaboración vigente hasta la fecha, el cual nos permite no sólo el desarrollo de las actividades de exploración y mantenimiento en la zona arqueológica de manera sistemática y en colaboración constante con este grupo organizado de la comunidad, sino que le otorga al proyecto una clara perspectiva de legitimidad, al haber sido democráticamente validado ante ellos, que son los propietarios comunales de ese espacio como terreno.
De alguna manera, la concatenación de esfuerzos que guió al historiador Carlos Barreto a investigar sobre este documento, abrió décadas después, las puertas a que el Proyecto de Investigación y Conservación de la Zona Arqueológica El Tlatoani contara con una relación abierta y franca frente a la comunidad agraria de Tlayacapan.
En el año 2012 Carlos Barreto, sabiendo que comenzábamos un proyecto de investigación arqueológica en Tlayacapan, nos entregó un documento donde incluía sus avances sobre la historia de Tlayacapan, desde el siglo XVI hasta 1885, el cual incluye una síntesis de los Títulos Primordiales de Tlayacapan. Dicho documento fue dedicado por el autor, a los “amigos” y “habitantes” de Tlayacapan, en clara concordancia del mandato zapatista de restituir “…terrrenos, montes y aguas…” a aquellos que poseen sus Títulos.
No cabe duda que la Historia no tiene como fin a la Historia en sí, sino que es Historia para algo, para alguien, y este caso de Tlayacapan y sus Títulos Primordiales es muestra de ello. Cada vez que se piense en la historia de Tlayacapan, y de muchos otros pueblos morelenses, existirá un lugar especial para recordar los empeños de toda una vida dedicada a historiar, la de Carlos Barreto Mark.
Carlos Barreto Mark, el profe
El antropólogo Carlos Barreto Mark, quien se desempeñó por más de tres décadas y media como director del museo Histórico del Oriente de Morelos “Casa de Morelos”, dejo una profunda huella en el ámbito cultural y académico en la ciudad que lo vio nacer, no solo a nivel local, ni estatal sino también nacional, él tuvo amigos en todos lados, no dudo que también en el extranjero, los que tuvimos el honor de conocerlo, pensaríamos que desde sus inicios profesionales siempre fue el director de este museo, pero detrás de su gran trayectoria profesional como investigador hay una gran historia, sus primeros estudios los realiza en la escuela primaria Hermenegildo Galeana, por la situación económica de su familia, lo orillo a trabajar desde temprana edad como ayudante de ferrocarrilero, apoyando a la economía familiar y a su padre que trabaja ahí, poco a poco fue avanzando en lo laboral como en lo académico, ya siendo trabajador de ferrocarriles de México, estudio la escuela secundaria nocturna para trabajadores Gabino Barrera, logro terminar la secundaria, impulsado por sus ganas de saber más, entra a estudiar a la escuela normal María Elena Chanes, alternaba sus estudios y trabajo, posteriormente concluyo sus estudios de profesor normalista, las vueltas de la vida lo llevaría por cuestiones de laborales a trasladarse a la ciudad de México, a la central de ferrocarriles ubicada en la antigua estación de San Lázaro, ahí logra ingresar como docente a una escuela primaria del distrito federal, me conto que era difícil atender sus dos trabajos ya que dejaba el turno que cubría en ferrocarriles para salir corriendo a impartir clases, pero eso no le impedía cumplir con sus diversas actividades, pero por cuestiones de salud deja ferrocarriles, dejaba de ser ferrocarrilero para dedicarse de lleno a la docencia, me comento que desde muy pequeño cuando visitaba a su abuela materna, continuamente le narraba historias de lo que habían pasado durante la revolución ya que ella y su abuelo vivieron esos momentos.
Su sed por saber, aunado a la semilla que plantó su abuela materna en el joven Carlos, y ya dedicado solo a la docencia, decide entrar a estudiar a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde concluye la carrera de Antropología Social; a la postre, la Secretaria de Educación Pública lo comisionaría como profesor investigador del recién creado centro regional INAH Morelos-Guerrero que tenía ubicadas sus oficinas en el Palacio de Cortés (Museo Regional Cuauhnáhuac), donde inicia sus primeras investigaciones en el ámbito antropológico donde hizo muy buena amistad que llegaría al compadrazgo con el antropólogo Miguel Morayta Mendoza, en lo histórico indagaría documentos y códices del estado de Morelos, para los años setentas se incorporaría al programa de historia oral coordinado por la maestra Alicia Oliver de Bonfil, donde junto con los jóvenes historiadores Laura Espejel López y Salvador Rueda Smithers (sus grandes amigos zapatologos, como él decía) consiguieran entrevistar a más de un centenar de veteranos de la revolución en el estado de Morelos.
Para principios de los años ochenta regresaría de fijo a la tierra que lo vio nacer, hacerse cargo del Museo Casa de Morelos, durante todo el tiempo que estuvo al frente del inmueble histórico, impulsando acciones culturales y académicas, para la población anhelante de este tipo de actividades; encuentros de narradores, donde participaban escritores como José Agustín Ramírez, Rubén Leñero, Margo Glantz, entre otros, encuentro de corriditas de la revolución, conferencias, presentaciones de libros, el antropólogo Barreto (el profe. como le gustaba que le dijeran sus amigos) era incansable, incursionó en la docencia en el CBTIS 76 de Cuautla, en el Instituto Profesional de la Región Oriente de la UAEM, columnista en El Sol de Cuautla, cofundador del suplemento cultural Tamoanchan que se convertiría tiempo después en el suplemento cultural el Tlacuache del INAH Morelos.
En su vida profesional como investigador y escritor tiene muchos trabajos que han dejado huella para los nuevos investigadores, máxime como persona humana, desprendido y humilde en toda la extensión de la palabra, ha dejado un gran legado en todos los que tuvimos la fortuna de convivir con el “Profe.”, “amigo Carlos” gracias por compartir tu experiencias y vivencias.
A Carlos Barreto Mark, un obituario familiar
Conocí al antropólogo Carlos Barreto Mark desde la infancia, era amigo de mi padre, lo recuerdo visitando mi casa a los 8 años junto a Jesús Sotelo Inclán, los adultos conversaron sobre los años juveniles de Ignacio Manuel Altamirano en Cuautla, al escucharlos decidí mi vocación: quería estudiar y contar la historia. Años después veía a Carlitos cada viernes en el Museo Casa de Morelos, junto a José Agustín organizaron cientos de presentaciones de libros y encuentros de escritores. Dejé de verlo por mis residencias académicas en Cuba, Argentina y Chile, al regresar a Cuautla me casé con una historiadora chilena, y el profe Carlos Barreto nos acompañó a la boda. Fue una amistad muy cercana, heredada y cultivada durante décadas.
Cuando comencé a investigar la biografía de Jesús Sotelo Inclán, entrevisté dos veces a Barreto Mark, el joven antropólogo reconoció como su maestro al veterano historiador, sin saberlo tomó la estafeta en dos temas hasta entonces poco abordados en Cuautla: Ignacio Manuel Altamirano y las paleografías de los Títulos primordiales de Anenecuilco, Oaxtepec, Tlayacapan, Tlayecac, Tepoztlán y el Mayorazgo de Salgado.
Carlos Barreto fue pionero en compilar los textos morelenses de Ignacio Manuel Altamirano: los poemas a “Carmen” (la musa de Cuautla), la Oración cívica (1855), el discurso de inauguración del Ferrocarril de Morelos (1881) y el Epistolario (1866-1867). La antología Los otros amores de Altamirano (1998), cumplió con la doble función de ser catálogo de una exposición con objetos del escritor tixtleco y fue el primer folleto monográfico de Altamirano en Morelos. Tres investigadores seguimos el ejemplo de reunir los textos morelenses de Altamirano: Valentín López González en 2002, Alfonso D’Aquino en 2017 y quien escribe estas líneas, en 2015 publiqué: Ignacio Manuel Altamirano en Morelos (mi libro tiene la dedicatoria: “A Carlos Barreto Mark”). Con la antología y la exposición de 1998, Carlitos cumplió la encomienda de su mentor, el profesor Jesús Sotelo Inclán escribió en un autógrafo: “Para Carlos Barreto Mark, quien mucho podrá hacer por divulgar las actividades del maestro Altamirano en Cuautla –rúbrica- 6 de julio de 1989”.
En el caso de las paleografías también fue pionero, en 1989 comenzó a transcribir los Títulos primordiales de Anenecuilco. Después siguieron las paleografías de Tlayacapan, Oaxtepec, Tepoztlán, Tlayecac y el Mayorazgo de Salgado. Hizo las paleografías por la influencia de Jesús Sotelo Inclán. Le pregunté a Carlitos la historia detrás de cada documento:
MC.- ¿Por qué te extiendes a los Títulos de Tlayacapan, Oaxtepec, Tepoztlán y Tlayecac?
CBM.- Trabajando en Tepoztlán conocí al presidente municipal, se me ocurrió preguntarle: “¿Usted no tiene los Títulos Primordiales de Tepoztlán?”, se quedó pensando con cara: “¿qué será eso?”, después respondió: “Le voy a mandar a mi síndico, él debe de saber”. Hice la misma pregunta, y el síndico respondió: “ahí están unos documentos arrumbados, en el archivo muerto, si gusta se los traigo para que revise los documentos”.
MC.- ¿Cómo consigues los Títulos de Tlayacapan y Oaxtepec?
CBM.-Los Títulos de Tlayacapan me los dio un señor que era mi compadre y presidente municipal, yo saqué las fotocopias. Los de Oaxtepec me los dieron en un encuentro de historia –en la década de 1990-, las fotocopias me las facilitó el Ayudante Municipal. Los Títulos de Tlayecac me los dio un cantador de corridos. Las comunidades zapatistas tenían sus copias desde la revolución, y años después me permitieron fotocopiarlos para hacer la paleografía. Y los Títulos del Mayorazgo de Salgado me los facilitó Mateo Zapata (entrevista, 14 de abril de 2019).
Carlos Barreto Mark nunca encontró los Títulos primordiales de Cuautla, su trabajo más conocido es la paleografía del manuscrito de Felipe Montero sobre el Sitio de Cuautla, sin embargo, debemos reconocerlo como pionero altamiranista y en las paleografías de los pueblos de Morelos. Te voy a extrañar querido maestro y amigo.
Los pueblos de indios en el norte de Morelos
En el año de 1997 comentaba con el “profe” Barreto sobre una tesis que tenía que realizar para obtener mi título de licenciatura en Etnohistoria por la ENAH, platicamos de la documentación del siglo XVI sobre los Pueblos de Indios de la región de las Amilpas. Él me dijo que era muy dispersa pues lo que más abundan son testimonios sobre pleitos de tierra y agua con las haciendas azucareras de la región, me sugirió que le “entrara a los pueblos del norte”, pues él había publicado un trabajo sobre los Títulos Primordiales de Tlayacapan (Barreto 1990), y que se acercaba a lo que yo quería: un estudio desde los pueblos de indios en la época colonial.
De esta manera me sumergí en los pueblos del norte, y debido al artículo “El señorío de Ocuituco”(Gerhard 1970) un raro documento del clérigo Francisco Martínez de 1531 cuando llegó a esa región, realicé dos tesis, una de licenciatura y otra de maestría sobre Ocuituco (Anzures 2005 y 2008), una tesis doctoral está por presentarse que se extiende a la región de Tochimilco-Ocopetlayuca (Anzures 2019) cuyo enfoque geográfico- histórico se centra en los pueblos, ranchos, estancias y haciendas de labor, y en el medio físico como el volcán Popocatépetl, barrancas, cañadas, ríos, manantiales, etc, un trabajo más sobre el Mapa de Hueyapan de 1574 (Anzures en preparación), y otro sobre el antiguo señorío de Cuauhtenco conformado por Totolapan, Tlayacapan y Atlatlahucan titulado: San Mateo Atlatlahucan. De señorío prehispánico a pueblo colonial, siglo XVI (Anzures en prensa). Sin duda, le debo al “profe” Barreto que me haya sugerido explorar esa rica veta en información del siglo XVI- XVIII sobre los pueblos de indios del norte de Morelos, cuya historia colonial aún está por escribirse.
Bibliografía
- Barreto Mark, Carlos 1990 Los títulos primordiales de Tlayacapan. Tamoanchan, diciembre 1989- febrero 1990, El regional del sur.
- Gerhard, Peter 1970 El señorío de Ocuituco. Tlalocan. Revista de fuentes para el conocimiento de las culturas indígenas de México. Vol., VI, No., 2, 1970.
- Anzures Carrillo, Enrique 2005 La formación de los pueblos de indios en el altepetl de Ocuituco, siglo XVI, Tesis de licenciatura en Etnohistoria, ENAH, México.
- 2008 Ocuituco: Organización político-territorial, siglos XVI-XVII, Tesis de Maestría en Historia y Etnohistoria, ENAH, México.
- 2019 Pueblos, ranchos, estancias y haciendas de labor en Ocuituco y Tochimilco- Ocopetlayuca siglos XVI-XVIII.
- En preparación La reconstrucción del Espacio, de los pueblos de indios en el Mapa de Hueyapan, siglos XVI-XVIII.
- En prensa San Mateo Atlatlahucan. De señorío prehispánico a pueblo colonial, siglo XVI.
Con información de Ángel Uriel González Hernández, Mario Casasús, Enrique Anzures Carrillo