La Fototeca “Juan Dubernard” del Centro INAH Morelos cuenta con el programa de digitalización desde 2013, con una doble finalidad; conservar los materiales fotográficos originales y hacer accesible el acervo al público a través de un catálogo electrónico.
Dentro de la colección que se ha digitalizado, se encuentra un álbum asignado con el número seis y con el nombre de “Relación Fotográfica del Estado de Morelos”. En ella, se integran varias series con temas principalmente sobre arqueología, arquitectura y etnografía de Morelos.
Entre los temas, existe una serie fotográfica que cuenta con noventa y tres negativos en películas flexibles, en formato 35 mm. En un primer acercamiento, cuadro a cuadro muestra una inspección arqueológica. Sin embargo, en una segunda lectura observamos un patrón; la conformación de vistas panorámicas sobre la zona prehispánica de Xochicalco captadas por Pablo Mayer Guala entre 1984-1986.1
Mayer fue inducido a la fotografía desde muy pequeño, debido a que su madre era apasionada a la fotografía. En su adolescencia tomó la decisión de estudiar la carrera de arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia del INAH.2 Un requisito indispensable para la formación de un arqueólogo eran las clases de fotografía, lo cual ayudó a reafirmar los conocimientos y el gusto que tuvo desde niño.
Pablo Mayer Guala (1942-2007) fue uno de los arqueólogos que laboró para el Instituto Nacional de Antropología e Historia adscrito al Centro Regional Morelos y participó en el Proyecto Xochicalco bajo la coordinación de los también arqueólogos Norberto González Crespo y Silvia Garza Tarazona en la década de 1980. 3
Gracias al programa de digitalización y a las herramientas de diseño gráfico, se obtuvieron un total de quince vistas panorámicas de la zona arqueológica de Xochicalco desde diferentes ángulos en la ciudad prehispánica.
La sintaxis de este trabajo fotográfico refleja cómo fue concebida cada panorámica: Mayer usó una cámara de formato pequeño para capturar entre cuatro y ocho negativos sobre película flexible de 35 mm, apoyado con trípode para la continuidad cuadro a cuadro. Debido a la naturaleza de la zona, es decir al desnivel, existe un ligero desfase al momento de acoplar cada imagen panorámica.
Como ejemplo, la imagen revelada de una escena «construida digitalmente» que fue captada desde el Sur y mirando hacia el Norte, Pablo Mayer se coloca al centro de la plaza conocida como «La Estela de los dos Glifos». Para esta toma, se realizaron ocho imágenes continuas de izquierda a derecha en un campo de visión de 180 grados.
Al centro de la imagen se encuentra «La Gran Pirámide» y al frente de la estructura se encuentra una lápida que le da nombre a la plaza. Al Este y Oeste se encuentran dos estructuras que acompañan la geometría del sitio. La serie ilustra el trazo arquitectónico de manera excepcional, pues refleja la mirada de Mayer por buscar lo significativo, pues ahí tuvo lugar el estudio astronómico.
Pablo Mayer registró toda información posible e incluyó un objeto dentro de esta toma; una publicidad refresquera. El alcance masivo de este producto a los rincones del medio rural morelense y la permanente necesidad de figurar -para vender- en todos los espacios posibles queda documentado.
En otra escena panorámica, planeó cuatro capturas de izquierda a derecha y se ubicó desde una calzada que comunica a la «Plaza de la Estela de los Glifos» orientado al Este. La rotación de la cámara al igual que la anterior, fue de 180 grados. A la derecha imagen se observa «El Juego de Pelota» y al centro, parte lateral de la «Gran Pirámide».
Entre las quince panorámicas que registro Mayer, existe una imagen que no conforma una vista panorámica, se trata de una escalinata prehispánica que conduce al juego de pelota oriente. ¿Porque solo retrato eso? ¿Fue petición de los arqueólogos durante la inspección? Tal vez nunca se conozca la inquietud por esta imagen. Pero, recordemos que el recorrido lo hizo con investigadores, propiamente arqueólogos y escuchar que se haría un proyecto de investigación sin precedentes, hizo que Pablo Mayer se detuviera e imaginara lo que puede representar si se devuelve su esplendor; una ruina que yace ante su mirada.
Estas imágenes seguramente fueron tomadas entre los meses junio a septiembre donde se concentra la temporada de lluvia. Incorpora intencionalmente las nubes en el paisaje, como si hubiese captado ese conocimiento que fue vital para aquellas sociedades que dependían principalmente de la agricultura. 4
Cuando Mayer elige cada lugar para dar una continuidad panorámica del sitio arqueológico, no puede abstraerse de lo que es su entorno natural. Desde cualquier punto del sitio, capta las montañas y valles que se integran a los volúmenes arquitectónicos, a los espacios creados por el hombre.
Gracias a Pablo Mayer Guala se conserva el dato visual de una ciudad sagrada con gran calidad técnica y estética, por lo que sus fotografías son una incalculable valor testimonial que muestran el estado de los vestigios arqueológicos de hace poco más de treinta años, permitiendo que la obra sea objeto de estudio y admiración.