El Cinco de Mayo defendió Zaragoza en Puebla la integridad de la Patria mexicana y de la Federación norteamericana. Servicio involuntario, pero inestimable, que otros servicios de parte de los Estados Unidos (ninguno desinteresado), pudieron compensar, mas nunca superar.
Justo Sierra
“¿Por qué celebramos el 5 de mayo?” preguntó un niño a su padre, éste respondió sin titubear: “porque es la única batalla que podemos presumir de haber ganado”;
Una respuesta hasta en cierto grado no tan errada, en virtud de que en la historia bélica de nuestro país, hemos tenido episodios no muy gratos, recordemos que se perdió la guerra con Estados Unidos (1846-1848) donde se cedió más de la mitad del territorio nacional para que México siguiera subsistiendo como ente político independiente y no ser una estrella más en la bandera estadounidense.
Pero el 5 de mayo, una fecha que no solamente se conmemora fehacientemente en México sino hasta en Estados Unidos, significó un triunfo con alcances políticos y emocionales, que fueron medulares para la concreción del naciente Estado mexicano. En ese entonces, a mitad del siglo XIX, el país pasaba por vaivenes políticos que no permitían tener una guía firme como país, pues por un lado estaba el grupo de los conservadores que pugnaban por una Monarquía como forma de gobierno y donde se continuara con el reconocimiento de la religión católica como la única que profesara el pueblo mexicano, y por otro lado estaban los liberales que tenían la convicción de que la mejor forma de gobierno sería una República. Así las cosas, después de la Revolución de Ayutla para derrocar al gobierno de corte conservador de Antonio López de Santa Anna, se instauró la Constitución de 1857 de corte liberal, donde el presidente en turno, Ignacio Comonfort, renunció a su puesto ante el ambiente tenso generado por el grupo conservador que quería echar abajo las políticas liberales de la Constitución como la libertad de culto o de educación, e instaurar un orden político de acuerdo a los usos y costumbres del país. Lo que estaba en juego era la pugna por el poder entre dos proyectos de nación, uno que quería mantener las cosas como se venían dando desde la Colonia con fueros y privilegios para determinadas clases, y otro que buscaba la igualdad entre los mexicanos.
Benito Juárez, personaje masón, que en esos años fungía como presidente de la Suprema Corte de Justicia y por ende el vicepresidente de México, asume la presidencia provisional del país ante la renuncia de Comonfort, siendo el líder de los liberales que pugnaban por reformas para que el Estado mexicano se consolidara y pudiera desarrollarse política, económica y socialmente. Pero los conservadores conocidos como los reaccionarios tuvieron como líderes a Félix Zuloaga y Miguel Miramón, en el ámbito militar, y en el político a Juan Nepomuceno Almonte, y en consecuencia un ejército más disciplinado y con experiencia, que ocupó la capital del país. Es así como se da la Guerra de Reforma entre 1858 y 1860, donde los liberales triunfan y toman la ciudad de México, que les permitía negociar con los representantes de las potencias extranjeras. Sin embargo, los reaccionarios seguirían de pie para instaurar una monarquía por lo que acudieron a Europa para encontrar cobijo de alguna potencia para sus fines, en virtud de que el Gobierno de Juárez tenía el respaldo de Estados Unidos, que en 1861 inició su guerra civil o de secesión entre los Estados del norte y del sur, pues éstos últimos querían separarse de la Unión Americana para seguir manteniendo el sistema esclavista donde se sustentaba su economía.
Francia que estaba gobernada por Napoleón III con una política colonialista, buscaba parar la expansión e influencia política anglosajona en América, por lo que vio en México la oportunidad para ello, gracias a la solicitud de los conservadores mexicanos para que los apoyaran en instituir un régimen monárquico. Ahora bien, en julio de 1861, el gobierno mexicano decretó la suspensión de pagos de su deuda externa, a lo que España, Inglaterra y Francia les motivaron a mandar tropas en diciembre de 1861 al puerto de Veracruz para reclamar dicha decisión. El gobierno juarista negoció a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Doblado, para que los países inconformes regresaran a sus tropas, pues retomarían sus pagos una vez que México saliera de su incapacidad económica, a lo que España e Inglaterra aceptaron, no así Francia, pues sus intenciones eran otras: apoyar a instaurar un gobierno con un monarca extranjero y reivindicar la religión católica, aunado a las miras hacia Estados Unidos que estaba fragmentado por su guerra civil que le impedía atender otros asuntos que no fuesen los internos.
Por lo tanto, las tropas francesas penetraron territorio nacional con vista a llegar a la Ciudad de México, pero necesariamente debían pasar por Puebla. Es así como el 5 de mayo de 1862 se libró una batalla entre el considerado mejor ejército del mundo de ese entonces, el francés, y el mexicano (con el apoyo de los habitantes de Zacapoaxtla que fueron esenciales), que estaba dirigido por el joven general Ignacio Zaragoza. Como sabemos, las armas nacionales se vistieron de gloria ese día, pues el ejército mexicano venció al francés, pero no fue una victoria solamente, implicó que la causa republicana tuviera un año para reorganizarse políticamente y seguir dando batalla al ala conservadora-extranjera, pues los franceses al ver que no sería fácil tomar el poder como ellos pensaban, pidieron refuerzos. Hay que agregar que el triunfo del cinco de mayo creo cohesión social a favor del gobierno de Juárez, por lo que también significó una victoria anímica para los mexicanos, restándole así fuerza al grupo conservador. Cabe mencionar que también este triunfo de la batalla del 5 de mayo fue favorable al federalismo estadounidense pues permitió que Francia no tomará posicionamiento en el continente americano con la toma de México en virtud de que Estados Unidos no le podría hacer frente pues debía atender a su conflicto interno entre separatistas y federalistas, por ello, el régimen federalista norteamericano también festeja el 5 de mayo.
Es así como el cinco de mayo significó un punto importante para el triunfo republicano en México y en consecuencia, una vez terminada la intervención francesa y derrocado el Imperio de Maximiliano de Habsburgo y de los conservadores, se sientan las bases para la consolidación del Estado mexicano y de un sistema político estable que continuaría con Porfirio Díaz, es decir, se acabarían los días en donde el país vivía una inestabilidad política interna ya que eran constantes las insurrecciones de militares que buscaban hacerse del poder por intereses particulares, así como los vaivenes en las formas de gobierno.