"¡La calavera tiene hambre, ¿no hay un taquito por ahí?, no se lo acaben todo, déjenos la mitad. Tacos con chile, tacos con sal, la calavera quiere cenar...!"
Cada año, esta canción se suele escuchar en las calles de muchos lugares de la república mexicana, cuando niños disfrazados salen a pedir calaverita, tradición que poco a poco se va perdiendo gracias a la influencia del Halloween, celebración que se realiza en Estados Unidos.
Aunque esta celebración se asocia al trick or treat (dulce o travesura) que se realiza en el país vecino del norte, una de las historias sobre esta tradición en México cuenta que un niño macehual, huérfano y muy pobre, pedía dinero en las calles para comprar comida para la ofrenda de sus padres, e iba de casa en casa para que le dieran fruta o pan. Esto cobró mucha popularidad, los niños adoptaron la práctica y en esas fechas salían con una calabaza tallada en forma de calavera, con una vela al interior, para pedir frutas y dulces.
Con el paso del tiempo, y sobre todo con la influencia del Halloween, esta tradición se ha modificado. El Halloween llegó a México gracias al cine y la cultura popular de Estados Unidos. En la década de los 80 empezó a aumentar el número de personas que celebraban la festividad. La tendencia aumentó durante los años siguientes y se mantiene vigente en la actualidad.
Sin embargo, hay pueblos que continúan defendiendo sus costumbres y tradiciones, y no permiten que los niños utilicen disfraces alusivos al Halloween, sólo pueden caracterizarse como la Catrina y el Diablo, así como personajes mexicanos, tal es el caso de Ocotepec en su tradicional cereada o en Tepoztlán.
"¡Una limosna para mi calaverita!" en Tepoztlán
En el Pueblo Mágico de Tepoztlán, la tradición dicta que, durante la velación del cuerpo de un familiar difunto, debajo del féretro se coloca un chilacayote partido a la mitad (es necesario que sea debajo del cuerpo y debe estar en la parte central), pues esta creencia es para que absorba el mal humor del difunto y evitar que se propague en el espacio y afecte a quienes acompañan a los dolientes.
"Los abuelos platican que el chilacayote tiene relación entre el hombre, su entorno y en su tránsito al más allá”, cuenta Jesús Sedano, promotor cultural
El tzilacayotli (chilacayote) es una planta silvestre, una especie de enredadera trepadora de árboles en los corrales de los hogares. Su tallo es anguloso y velloso, el fruto es globoso, de diámetro mide 20 cm y llega a pesar entre 5 a 6 kilos; su piel es verde o blanquecina, por dentro está conformada por semillas de color claro y dulce. "Los niños utilizan este fruto para elaborar la tradicional calavera, y en esta celebración el canto '¡una limosna para mi calavera!' se escucha en voz de quienes salen a recorrer las calles de Tepoztlán, acompañados por sus padres o amigos".
Los habitantes de los pueblos conservan sus raíces y costumbres, es por eso que suelen dar dulces, fruta, pan e incluso comida. En cada entrada se ve las canastas o chiquigüites que los caseros preparan para repartir. Incluso quienes gusten pueden pasar a ver los altares que han preparado las familias para sus fieles difuntos.
A lo largo de los años, esta tradición se ha mantenido viva, y el 1 de noviembre en Tepoztlán podemos disfrutar los chilacayotes en diferentes tamaños, así como diversos rostros en las calaveritas para mantenerse apegados a nuestros orígenes y conservar las tradiciones.
Actualmente, con la pandemia, esta tradición está un poco restringida, pues en Ocotepec está suspendida la cereada y en Tepoztlán, también se canceló la calavereada con el objetivo de seguir los protocolos de salud.