En la madrugada del 21 de febrero de 1978, hace 43 años, en la esquina de las calles Guatemala y Argentina del centro histórico de la Ciudad de México, una cuadrilla de sencillos trabajadores de la ya extinta
Compañía de Luz y Fuerza del Centro que realizaban trabajos para mejorar el cableado de la zona, de pronto uno de ellos al intentar seguir excavando detectó una gran roca y afortunadamente en lugar del ahí se va, o de pegarle mas fuerte para acabar con el obstáculo, paró, fue como si algo le hubiera dicho que estaba ante algo importante.
Se comunicó con el jefe de la cuadrilla, éste llamó de inmediato al INAH que también de inmediato envió a arqueólogos a verificar y desde que llegaron, ya no se despegaron del lugar, entre ellos, Raúl Aranda. Todo el día excavaron cuidadosamente alrededor, limpiaron de tierra y agua el lugar para destapar por completo el enorme monolito de cantera de 3.20 metros de diámetro y unas ocho toneladas de peso en forma de luna llena, el arqueólogo Arana, cuando la contempló por primera vez, relató en aquel entonces: “Estábamos a dos metros de profundidad y con una luz rasante y ya de noche cuando vi surgir poco a poco de entre el lodo una gran cantidad de relieves y de formas. Sentí una sensación formidable, estaba intacta, no tenía ni una raspadura siquiera.
La primera sensación fue la de transportarme al pasado, de ubicarme en el momento en que la pieza era venerada. Todavía no sabía si era hombre, mujer o qué lo que sí supe es que se había mantenido intacta en el mismo lugar desde aproximadamente el año de 1480 cuando los mexicas la colocaron, ahí la veneraron hasta la conquista y la protegieron en el lugar donde la encontramos, solo la cubrieron con un sedimento muy fino de 16 centímetros que todavía la cubría. Cuando vimos la formidable figura descuartizada y desmembrada con la cabeza brazos y piernas separadas alrededor de su cuerpo, supimos que era la Coyolxauhqui, hermana de Huitzilopochtli, dios tutelar de los aztecas y ambos hijos de la Coatlicue”, la madre de todos los dioses.”
La opinión de los arqueólogos que participaron fue el de que esa pieza literalmente los encontró. Estudiosos como el arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, opinan que la decapitación y desmembramiento de Coyolxauhqui se refleja en el patrón de los sacrificios rituales de los guerreros que constaban en primer lugar, en extraer los corazones del pecho de los cautivos. En seguida, en ser decapitados y desmembrados. Finalmente, sus cuerpos eran arrojados desde el templo por las escalinatas de la pirámide y caían sobre la piedra de Coyolxauhqui.” Al proseguir los trabajos para descubrir el Templo Mayor del que ya se tenía noticias pero no se había logrado ubicarlo con exactitud.
El monolito y su ubicación recrea el mito pues estaba situado en la parte frontal del Templo Mayor, en el edificio dedicado a Huitzilopochtli en la antigua Tenochtitlan, igual que como ocurrió en el cerro de Coatepec, donde el mito refiere el nacimiento del dios y la muerte de su hermana. Este hallazgo, cambió la historia de México, detonó el Proyecto Templo Mayor que encabezó el mismo Matos Moctezuma durante casi cuatro décadas. A él se le deben varios descubrimientos más. Desde 2019, dirige el proyecto Templo Mayor el arqueólogo Leonardo López Luján. Y hasta el próximo lunes.
Museo del Templo Mayor.
Frances Karttunen, 1998: An Analytical Dictionary of Nahuatl, University of Texas Press, Austin.
The New Tenochtitlan Templo Mayor Coyolxauhqui-Chantico Monument, H.B. Nicholson p 84.