Qué actualidad de tema; qué deliciosa puesta en escena, qué inteligencia de escenografía que parecía tan sencilla, pero que pudo unir magistralmente, con toda la tecnología y sublime gracia, al pasado y el presente, haciendo volar la fantasía de niños, adolescentes y adultos. Porque está obra, ciertamente, gusta a todas las edades, ya que se puede apreciar desde varios ángulos, desde un hermoso cuento de hadas o hasta encontrarle toda la simbología masónica que Mozart se encargó de impregnar en su obra, y no solo en los acordes musicales.
Por ejemplo, en esta obra podemos apreciar perfectamente, entre muchas otras, la simbología del número tres masculino de la masonería, es decir, tres parejas: Tamino y Pamina, Papageno y Papagena, Sarastro y la reina de la noche; los tres muchachos y las tres ayudantes de la reina.
Están representados el bien y el mal, la luz y la oscuridad en los papeles de Sarastro y la reina de la noche (padre y madre de Pamina), así como la envidia llevada a las últimas consecuencias por Manostatos; pero también encontramos la dulce inocencia en el personaje del pajarero Papagino, que solo le pide a la vida poder encontrar el amor de una mujer, que sí encuentra y resulta llamarse Papagina.
Aquí están las pruebas masónicas que el príncipe Tamino tendrá que atravesar, son las puertas del terror que amenazan con sufrimiento y muerte, pero que Pamina estará a su lado siempre, guiándolo con su amor, sembrando el camino con rosas, camino que también está lleno de espinas; el tocará la flauta mágica que protegerá su andar, y el poder de la música los ayudará a permanecer juntos y en armonía por la oscura noche. El silencio, como aprendiz de la masonería, será el medio para lograr el desarrollo y cultivo de su mente. Toda una metáfora.
Mención especial para Kathryn Lewek (reina de la Noche), cuya actuación le valió el aplauso más sonoro de la tarde, pero también para Stephen Milling en el papel Sarastro. Desde luego, no hacemos a un lado la graciosa elocuencia de Thomas Oliemans (Papageno) y la excelente actuación de Erin Morley (Pamina), Lawrence Brownlee (Tamino) y Brenton Ryan (Monostatos) y T Alan Held (Speaker).
La conducción de la orquesta estuvo a cargo de la francesa Nathalie Stutzmann, otra gozosa noticia para las que nos emocionan los grandes logros femeninos.
De ahí que The Wall Street Journal la haya destacado como «la mejor producción que he presenciado de la ópera de Mozart».
Qué tarde gozosa, qué espléndida manera de olvidar las tribulaciones cotidianas. No cabe duda que el arte desarrolla nuestras emociones y nos motiva a querer alcanzar eso que llaman Belleza y Sabiduría: Schönheit und Weisheit
Gracias, amado Mozart, porque nos sigues llenando de ti.
Felicitaciones, de todo corazón, a Amigos de la música y al Centro Cultural Teopanzolco.
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