La Universidad y los paros

El agua del molino

Raúl Carrancá y Rivas

  · miércoles 24 de marzo de 2021

La Universidad Nacional Autónoma de México es una fruta, un manjar codiciado por muchos. Y más en los momentos actuales donde abunda lo revuelto. Codicia que pretende llevar a la desestabilización. Si la Universidad cambiara, cayera o desapareciera México sería otro. Esto se ha dicho mucho, muchísimo, pero hay que repetirlo hasta el cansancio. Si la Universidad interrumpiera sus actividades se detendría un reloj vital en la vida pública de México. Y esto es lo que buscan los promotores del paro. En efecto, se aduce en explicación del paro que se pide en la Universidad, y en concreto en la Facultad de Derecho de la UNAM, que ésta se debe solidarizar con la falta de pagos -o irregularidades en el pago- a profesores de otras facultades. Pretexto, puro pretexto, porque cualquier irregularidad de esa clase se puede arreglar por la vía administrativa antes de ir a soluciones extremas. La verdad es otra. La Universidad ha sido acosada varias veces por fuerzas desalentadoras a lo largo de su historia. Sin embargo hoy es un momento único, exclusivo, en la historia del país; y aquella fruta o manjar al que aludo traería pingües ganancias a los intereses de marcado tono político que mueven la mano de los revoltosos, de los alborotadores. Y en este sentido algo resalta. La Universidad no puede ser, no debe ser, de una sola parte de las tres que la componen y que son los profesores e investigadores, los alumnos y los trabajadores administrativos. En rigor son una unidad. Pero en teoría, porque en la práctica sucede otra cosa. Y de esto se aprovecha la mano movedora.

Ahora bien, los estudiantes que en su mayoría son jóvenes son así mismo maleables y por naturaleza influenciables en grado sumo, lo que es parte substancial del ciclo vital evolutivo del ser humano. Y tal maleabilidad se presta, obviamente, a tomarlos como instrumento de su flexible madurez. Fruto apetecible. La toma de la Universidad, que de eso se trata, traería como consecuencia inmediata, antes de las llamadas elecciones intermedias, la paralización de la inteligencia analítica, crítica, objetiva y eminentemente humanística. Esto es gravísimo, lo he dicho mil veces, porque aparte de las excepciones individuales, personales, la evidente tendencia autoritaria del gobierno se quedaría sin freno. Gobierno, de suyo que quizá deba de ser autoritario habida cuenta de las circunstancias, la evidente ineptitud o ausencia de una crítica coherente, razonadora, desinteresada en cuanto ajena a los llamados favoritismos. La Universidad (UNAM) es un bastión. Hay que entenderlo por poco que se piense. Es un baluarte de la cultura y del conocimiento, contrapeso de la alarmante improvisación -¡tan frecuente!- a los cuatro vientos y que ha hecho del desconcierto una puerta de filtración de lo más negativo. La tozudez, la terquedad, la porfía, por más buena fe que se tenga, impiden que ésta de resultados. Hay corifeos del poder político que no perciben lo que es la Universidad, a saber, una entidad netamente jurídica y que enseña e investiga Medicina, Filosofía, Ingeniería, etc., pero con un contenido jurídico de legalidad, Justicia y Derecho. O sea, no se puede renunciar a ese perfil sin pagar un costo muy caro que nos dejaría a merced de la tormenta, del caos ideológico y real, político. La inteligencia libre de cortapisas es siempre salvaguarda de la mesura intelectual, sin la que es imposible gobernar bien y para el bien. En suma, quieren parar la Universidad los que tiran una piedra al aire sin importar sobre quién o quiénes caiga.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

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