La vida está en otra parte

Anthony Joab Olivera

  · miércoles 7 de octubre de 2020

Durante el paro de las universidades en Mayo del 68, un estudiante escribió en una pared de la Sorbona, la vida está en otra parte.

Algo similar ocurre con los mexicanos, donde aquel adagio que implica entre mayor esfuerzo mayores son los resultados obtenidos ya carece de validez. Aquí la realidad ha dejado de ser cruda para volverse implacable y las probabilidades que una persona tiene para percibir sus metas son escasas, sino es que nulas. La regla que parece definir al éxito en la vida, una vez más, se ha vuelto una excepción frente a tan precarias oportunidades.

Uno de los principales medios que facilita la movilidad social y eleva la calidad de vida es mediante estudios universitarios, sin embargo cifras del 2018 de la OCDE muestran que de 100 alumnos que ingresan a la primaria sólo 21 terminaran la universidad, sin señalar el bajo aprovechamiento en áreas como matemáticas y comprensión lectora, lo que se traduce después en pocas expectativas de conseguir empleo al competir en un mercado laboral especializado, entrando en paro o incurriendo a trabajos informales. Estudiar la universidad ya no garantiza una mejor vida.

La situación social no ayuda. Según datos del Sistema Nacional de Seguridad, publicados en 2019, sólo en un día se realizaban 87 robos en sus distintas modalidades, por lo menos 3 mujeres eran asesinadas y 49 sufrían de abuso sexual. En los primeros cinco meses de este 2020 se reportaron 14,631 homicidios dolosos y se prevé que para cerrar el año la cifra llegará a un récord, proyectando 40, 863 asesinatos. A pesar de la poca movilidad ocasionada por la pandemia, este año será el más sangriento de la historia de México. El ámbito económico tampoco parece alentador. En una conferencia el director de Estudios Económicos de Citibanamex informó que la estabilidad del PIB del anterior año se recobrará hasta el 2025 y al finalizar el año se perderán 900 mil empleos formales registrados ante el IMSS, recuperando menos de la mitad el siguiente año.

El aumento y permanencia de todas estas partes manifiesta el poco atractivo para residir en la nación. Ya resulta normal escuchar cómo las personas huyen de México ante el hecho de saberse abandonadas por el país mismo y encontradas, con mayor rapidez, por las vicisitudes que conlleva vivir aquí.

La idiosincrasia mexicana sugiere que la vida suele ser la suma de todos los factores que definen y reducen la personalidad a un perpetuo estado de confianza en el futuro, aun sabiendo que el presente no deja de empeorar. Para los pocos, el país está lejos de ofrecer los medios para desarrollarse y parecer ser que están inconformes con la vida que se lleva, con la inseguridad que se vive y con las oportunidades que se desviven. Buscan la vida y no la encuentran. Tal vez porque para ellos, como la juventud parisina del 68, la vida está en otra parte.

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