El tema de las pestes en sus diversas formas sitúa al ser humano a un nivel de subordinación frente a la ciencia y a la naturaleza.
Desde hace siglos, enfermedades, pandemias y epidemias se han hecho presentes en la historia de la humanidad. Hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños perecieron ante una ciencia que a base de experimentación, prueba y error, no encontraba remedio eficaz ante el surgimiento del cólera.
De esas tragedias, grandes escritores como Edipo Rey, “A journal of the plague year”, o el Orlando de Virginia Woolf e incluso la novela de Albert Camus, “La peste” reflejan la vulnerabilidad del hombre frente a ciertos agentes infecciosos desconocidos.
Desencantos cotidianos que se entrelazan teniendo como marco de referencia una plaga y la vida misma. Como bien lo hizo Gabriel García Márquez en “El amor en los tiempos del cólera”.
Si de pandemias queremos hablar, tenemos que precisar que una de las más terroríficas y escalofriantes fue la del cólera.
Era 1817 cuando en Asia sudoriental se desató esta enfermedad, propagándose de manera estrepitosa por todo el mundo. Cuando llegó a México en 1832, puso al desnudo al endeble sistema de salud. Esta patología ha sido la causante de grandes epidemias, las cuales han asolado a la población en diferentes épocas.
Los contagios se esparcían como pólvora por el globo terráqueo. Los decesos eran cuantiosos e incalculables.
En el continente americano pronto llegaron los rumores de este mal que acechaba a la humanidad. En diciembre de 1832, México sospechaba que el cólera podría entrar por el puerto de Veracruz, pues a través del mar del Golfo habían llegado otros padecimientos como viruela, fiebre amarilla, vómito negro y peste.
Entre 1832 y 1833, el cólera se propagó por el continente americano desde Canadá, pasando por Estados Unidos, cruzando sus fronteras e internándose en la República mexicana.
El primer caso se registró en Tampico el 24 de mayo de 1833, anunciando también el ingreso de esta enfermedad al territorio veracruzano, pues Tampico pertenecía a uno de los cantones del departamento de Veracruz, el cual, a su vez, formaba parte del estado del mismo nombre. En menos de tres meses, en agosto de 1833, cobró su primera víctima en la ciudad de Veracruz.
Pero cómo actuaba el gobierno, qué tipo de acciones tomó o cómo se preparó.
Pues bien, en ese tiempo, los gobiernos en el país, por órdenes del expresidente Manuel Gómez Pedraza, tomaron medidas sanitarias tales como limpieza de calles y plazas pública. A los ciudadanos se les exhortó a mantener higiene al interior de sus casas. Evitar trabajos extenuantes y abstinencia sexual.
Sin embargo, en ese periodo, el gobierno federal y los estados libraban una nueva revuelta política que les distraía por entero de cualquier otra acción sanitaria. Además, en las entidades federativas se quejaban de no tener los fondos para emprender dichas acciones.
Otro factor que determinó que las cosas se salieran de las manos de las administraciones públicas se debe a las precarias condiciones higiénicas de sus habitantes, la falta de agua y el pésimo manejo de las heces humanas, contribuyeron a extender el contagio por diferentes ciudades de nuestro país.
Ahora bien, la prensa de la época que provenía de Europa informaba a la sociedad que la enfermedad no era contagiosa, por lo que, la cuarentena que se había establecido para los barcos se canceló.
Y así la vida de los mexicanos de aquel entonces, se trastocó. La cantidad de infectados aumentaba y de igual forma elevaron precios de alimentos, mientras que los medicamentos escaseaban.
Devastador era el escenario que estaba frente a las familias mexicanas. El país entero estaba sumergido en una frágil infraestructura sanitaria.
Puebla, una ciudad de 40 mil habitantes y apenas 28 médicos, registró 3 mil muertos; el puerto de Veracruz, con 7 mil habitantes, contabilizó 2 mil 300 muertos, lo que representa más de un tercio de su población.
En Yucatán se registraron 62 mil muertos en una población de medio millón de habitantes, y en el libro de registros en las parroquias del Arzobispado de Guadalajara (que abarcaba a Jalisco, Colima, Tepic, Aguascalientes y Zacatecas) registraron 38 mil muertes a consecuencia del cólera.
En la actualidad, investigadores calculan que cada año hay en el mundo entre 1,3 y 4 millones de casos de cólera, y entre 21 mil y 143 mil defunciones por esta causa.
Es así que podemos definir que esta enfermedad sigue siendo una amenaza mundial para la salud pública y un indicador de inequidad entre las sociedades.
Hoy en día el cólera es endémico en muchos países.
No obstante, el Covid-19 puso en jaque al mundo entero. Esto nos sostiene a afirmar que cualquier agente infeccioso que surge contribuye a la toma de conciencia global sobre los vínculos entre insalubridad, pandemias y condiciones económicas y sociales de los países.
El poeta Guillermo Prieto vivió la crudeza esta enfermedad y escribió en Memorias de mis tiempos1828 a 1840:
“Lo que dejó imborrable impresión en mi espíritu, fue la terrible invasión del cólera en aquel año. las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios; las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad, de médicos, sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente; los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos y derramando lágrimas… A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres… todo eso se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer.”
Biblografía:
**Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006. París; México : Vda. de C. Bouret, 1906
**Márquez Morfín, Lourdes, La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México. El tifo y el cólera (1813-1833), México, siglo XXI, 1994.
** Rodríguez Romo, Ana Cecilia, La epidemia de cólera de 1850. Análisis histórico-médico de un curioso manuscrito, México, Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina/UNAM, 1994.
**Alcalá Ferráez, Carlos, Población y epidemias en San Francisco de Campeche, 1810-1861, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 2015.