Maricarmen Rivero

Reicelda Oxilia | El Sol de Cuernavaca

  · miércoles 6 de noviembre de 2019

El día sábado 26 de octubre, justo en vísperas de la cele-bración de Todos los Santos, se presentó el libro de Mari-carmen Rivero, con un lleno total, en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda. En esta ocasión, Helena Gonzá-lez, directora de Museos de Morelos, después de dar la bienvenida oficial al público asistente, cedió la palabra a la tanatóloga Luz Hernández para que fuera ella la presenta-dora junto con la actriz, escritora y poeta Elena de Hoyos y al psicólogo Mauricio Carvajal Guajardo.

Semanas antes, Elena de Hoyos ya me había hablado de este libro de una manera muy solidaria, como es ella siem-pre con todas las mujeres que llegan a sus talleres. Esta llamada fue para que yo contactara a Maricarmen, platicar con ella y hacerle una posible entrevista con motivo de la presentación de su libro. Así lo hice y nos citamos en una cafetería del centro de Cuernavaca, una mañana como cualquier otra. Al llegar a la cafetería, de repente, vi a una mujer que entró por la puerta contraria y, por alguna razón, supe inmediatamente que era Maricarmen.

No, no es fácil abordar el tema de la muerte cuando nos to-ca de manera directa, ni siquiera cuando lo hayamos filoso-fado por mucho tiempo a partir de diferentes doctrinas o di-ferentes pensamientos, porque aunque sea un proceso na-tural, aunque sea lo único certero en nuestras vidas, siem-pre queda el resquemor del vacío, insoportables días grises casi sin oxígeno y cientos de preguntas que parecen no te-ner respuestas en esos momentos. para las/os que sobre-viven.

Por lo pronto, las noches anteriores a nuestra cita, volví a leer lo que escribió Octavio Paz acerca de la muerte en su libro “El laberinto de la soledad”, tratando de encontrar al-gunas palabras de las cuales asirme para poder empezar una conversación. Después busqué también información de la tanatóloga suiza-estadounidense Elisabeth Kübler Ross, para que refrescara mi mente y me permitiera hablar con más soltura. Pude hojear también unos apuntes de Sartre, de Heiddeger, de Séneca y otros. Por último, es-cuché un audio que hablaba de la rueda del Samsara, la rueda de la vida: nacer, vivir, morir. Aún así, el libro de Ma-ricarmen nunca lo pude abrir en todos esos días, porque no era un libro más de consulta, sino un relato muy personal de una mujer que pronto conocería y en el cual escribió de las pérdidas de diferentes familiares en el transcurso de su vi-da, entre ellas, la de sus hijos. ¡Oh! Dónde está el doloríme-tro que nos mide el umbral del desgarramiento que nos ba-rrena la entrañas? ¿Acaso habrá dolor más atroz que la pérdida de un hijo, o de los hijos?

Esa mañana llegué con los pensamientos enmarañados y de plano, no pude decirle nada a Maricarmen. Pero sí re-cordé lo bien que se siente estar acompañada en momen-tos como este, cuando el dolor atraviesa cualquier muro y el único refugio es ser escuchada. Sin decirle más nada que mi nombre, solo me dejé llevar por sus palabras que bro-taban como el sonido más puro de un río que fluye en ar-monía; la vi envuelta en un aura de paz, con una sonrisa tranquilizante y unas obscuras pupilas que destilaban singu-lar delicadeza, así como el té de flores que pedimos esa mañana. Ya no había negación en su mirada, tampoco ira en su corazón. Y entonces me habló de su vida y de su li-bro intercalado con poesía.

“Si te dejo entrar en mi mundo y te enseño mis tesoros,

Son amores y saberes lo que he ganado en mi andar;

a veces he querido tanto y a veces he llorado más…”

El libro de Maricarmen tiene como portada un hermoso Mandala que ella misma hizo en colores lila y verde pastel recargado en el color de la infinita arena. El dibujo del Mandala, como bien mencionó Mauricio Carvajal en la re-presentación, nos recuerda a la espiral de la vida, al núme-ro nueve, al principio y al final de las cosas. Se dice que el verde es la analogía emocional profunda de sentimientos y de seguridad; para el Feng Shui, representa a la familia, a la naturaleza y el honor. El color lila, por otro lado, se relacio-na estrechamente con las emociones que ella narra letra por letra.

“…de todas formas, lo que me quedo de ti

lo llevo abrazado en mi corazón y sé que nos esperan

otros días y otras vidas para volvernos a encontrar.”

Todas estas revelaciones místicas no son extrañarse por-que Maricarmen es también instructora de Yoga Kundalini, además de haberse desarrollado en las artes plásticas y haber participado en varias exposiciones. Mucho de este tiempo artístico estuvo acompañada por su amigo, suegro y casi padre, el artista michoacano Alfredo Zalce Q.E.P.D. Alfredo Zalce, quien aparte de ser también su consejero de cabecera, fue también un pintor, grabador, escultor, cera-mista, orfebre, muralista. Él fundó en 1933 la Liga de Escri-tores y Artistas Revolucionarios, (LEAR), alumno de Diego Rivera. En 1937 fue fundador del Taller de la Gráfica Popular (TGP), luchando en contra del avance del fascismo europeo y en México apoyó las luchas obreras y campesi-nas. Bien vale la pena conocer su vasta obra.

“Después de mil pinceles, tus cuadros,

los míos,

después de secretos compartidos,

de alegrías,

de recuerdos,

de pesares,

de logros,

de mucho aprender

y mucho olvidar,

de años y horas

y multitudes y soledades,

después de un libro escrito,

Después de todo y tanto,

tú, siempre Alfredo,

mi amado maestro”.

El prólogo del libro de Maricarmen está escrito con gran sensibilidad por otra escritora de Morelos, Rocío Gómez Garduño, quien la acompaña con su texto en este enorme proceso de reflexión: “La autora logra esto gracias a su profundo trabajo espiritual y a estar alineada con la Vida y el Universo”.

Es Elena de Hoyos quien literalmente descorcha sus emo-ciones más recónditas y la ayuda a desarrollar todas esas potencias a través de la magia de la escritura, además de la poesía que ella misma venía gestando, exponiendo los hechos de otra forma, expiando su dolor de otra manera, de una manera compartida a través de la palabra escrita, siempre sanadora, haciendo el enorme esfuerzo de izar su voluntad para escribir, enfrentar y procesar sus sentimien-tos que ahora comparte en su libro como testigo sanador de un alma rota.

“A veces tu ausencia me hace voltear al cielo.

Te busco en una nube,

te hablo al viento,

te quiero ver en una estrella

y no te encuentro”

Bien escribió Helena González, quien lamentablemente ve también reflejada en este libro por vivencia propia, que es-tas publicaciones nacen desde lo más profundo del alma humana, de la verdad desnuda y no admiten revisión crítica, ni académica. Son volúmenes que generan en cambio, una empatía tan única, que paradójicamente no son aptos para cualquier lector. Que este libro no solo honra a sus seres amados, sino es camino para el aprendizaje, para el con-suelo, para enfrentar el dolor.

El libro se puede conseguir en Amazon.

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