El cura francés Miguel Chanteau (1930), huérfano desde muy niño, se crio en un orfanatorio y de allí pasó al seminario. A los 35 años viajó a México para irse a los Altos de Chiapas como párroco de Chenalhó. Antes, tomó un "curso de desgringalización" en el afamado CIDOC (Centro Intercultural de Documentación) de Iván Illich, en Ocotepec, Cuernavaca.
Después, Chanteau pasaría 32 años al frente de aquella parroquia chiapaneca, sirviendo a los indios tzotziles y colaborando con el obispo Samuel Ruiz.
“Embarazoso testigo de la matanza de Acteal” que costó 45 vidas indígenas, en su mayoría de mujeres y niños, en 1998 fue expulsado del país por el gobierno federal, debido a unas declaraciones acusatorias en contra de esas autoridades.
Desenfadado y de buen humor, escribe Chanteau sobre el CIDOC cuernavacense: “El 20 de enero de 1965 empezaba un nuevo curso de preparación en el CIDOC para cerca de veinte voluntarios para América Latina: aprendizaje del castellano y el acondicionamiento psicológico con las conferencias vespertinas”.
“Cada día, en grupos de tres o cuatro alumnos, y bajo la dirección de estudiantes mexicanos, repetíamos durante cinco horas las mismas palabras o las mismas frases, a la manera de niños que empiezan a hablar. Método muy exitoso, pues al final de cuatro meses podíamos hablar español bastante bien. Cada tarde algunos conferencistas de toda América Latina y de diversos horizontes: político, económico, sociológico o religioso, nos introducían a la problemática latinoamericana. Eso era lo más importante para Ivan Illich”.
“Pero siempre me sigue mi carácter independiente; por eso, después de poco tiempo descubrí la presencia de un riachuelo cerca del CIDOC. No es que me guste bañarme (¡el agua no está hecha para los normandos!), pero eso me daría la oportunidad de descansar después de una clase de castellano tan intensiva. Entonces, de vez en cuando, a la hora de la conferencia, yo agarraba ‘piadosamente’ mi breviario en una mano y mi traje de baño en la otra, y así desaparecía bajo la sombra de los árboles al lado del riachuelo.”
“Una tarde que yo reposaba fresco y animado de mi paseo, me encuentro con Ivan Illich quien, furioso, me grita: -¿Qué, no estás en la conferencia? Es un curso de desgringalización”.
“Yo le sigo diciendo:-Yo no soy gringo”.
“Para Illich todos los voluntarios para América Latina tenían que ser especialistas. Al final del curso teníamos que redactar algo para demostrar nuestro dominio del español, algo para averiguar el éxito del lavado de cerebro”.
Al paso del tiempo, esto escribe Chanteau: “Se ha escrito y dicho tanto acerca de don Samuel [Ruiz, el obispo de Chiapas] que yo no sé lo que puedo añadir de nuevo sobre él. Pero no puedo hablar de mis 32 años en su diócesis sin expresar mis sentimientos de agradecimiento para con su persona. Realmente fue una inmensa gracia cuando don Samuel, aun antes de que nos conociéramos, en abril de 1965, después de una solicitud de mi parte desde Cuernavaca para trabajar en su diócesis, me dio su acuerdo. Cuando al final del curso de Cuernavaca me estaba despidiendo de Ivan Illich, cerca de él se encontraba el obispo del lugar, don Sergio Méndez Arceo. Ivan Illich le dijo: -Este curita francés era demasiado independiente para quedarse en su país”.
“-Entonces yo lo tomo en mi diócesis -contestó don Sergio-”.
“Yo le aclaré que estaba ya comprometido con don Samuel Ruiz García. -Lo felicito-añadió don Sergio-. Muy pronto me di cuenta de la gran amistad que existía entre estos dos obispos progresistas”.