El monopolio al que me refiero es el ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio e influencia consiguientes; siendo intelectual lo relativo al entendimiento, es decir, la razón humana, la inteligencia. Lo que llama la atención es que haya personas que pretendan monopolizar lo intelectual, hacerlo exclusivo de un determinado grupo en que se excluye lo que no esté en él, tratándose de una verdadera segregación intelectual. Me explico. Se viene hablando de un tiempo a esta fecha de un “grupo de intelectuales” que se han organizado para protestar contra el gobierno, de tal manera que la noticia consiste en que los intelectuales de México -todos- están abiertamente descontentos con el gobierno del Presidente López Obrador. Y se sobreentiende o entiende que no hay más intelectuales que esos, o sea, que la intelectualidad mexicana, únicamente ellos, desaprueba al gobierno. Con la consecuencia de que en el medio oficial se refieren a “los intelectuales” inconformes considerando que no hay otros, lo que es absolutamente falso. Lo que digo y critico es sin duda un monopolio, una segregación, manejada con soberbia e intolerancia.
Ahora bien, los intelectuales abundan en el país muy al margen de que aprueban o no al régimen político del Presidente. Habría que indagar, si es que interesa, qué es lo que piensan ellos al respecto. Pero no es válido apoderarse de una idea, de un adjetivo, de un concepto, formando una especie de clan cerrado con evidente tendencia exclusivista, lo que es de suyo más que sospechoso. Piense el lector, por ejemplo, en las universidades, academias y centros de estudio pletóricos de intelectuales buenos, regulares o malos, pero intelectuales al fin y al cabo, que utilizan la razón y la inteligencia para estudiar, entender y concluir. Por mi parte pienso en la UNAM, donde la actividad intelectual es primordial en profesores, investigadores y estudiantes. Somos miles en la Universidad y no porque la pedantería -¿o hay otra razón?- pretenda excluirnos dejamos de ser lo que somos por naturaleza, vocación o condición. Así las cosas yo sostengo que las noticias deberían de manejarse con mayor cuidado y que en cuanto al gobierno o medio oficial, incluyendo por supuesto al Presidente de la República, no deberían darle cabida a una finta o engaño que se arroga la representación que no tiene. Cualquier grupo de intelectuales, sea cual sea su cantidad o calidad, tiene todo el derecho de expresar sus ideas, pero que no pretenda hablar con la representación de otros o bien dar a entender que no hay otros. Algo negativo de lo que digo es que esas personas “intelectuales” generan una duda directa o indirectamente -según el criterio de cada quien- acerca de la intelectualidad universitaria. Y no porque lo digan sino porque lo dan a entender, lo pretendan o no. Y entonces queda o quedaría expuesta la Universidad a un blanco que ella no ha generado. No excluyo la hipótesis de que los soberbios han visto eso pero no lo han querido evitar, no les ha importado. Pero volviendo al punto que me interesa, y a propósito de la palabra soberbios, el gobierno debería distinguir muy bien que en el fondo de la soberbia, tal vez exclusiva de los organizadores reales de ese movimiento de protesta, hay un envanecimiento protagónico. No habría que darles escenario político, respetando obviamente sus derechos; escenario que seguramente algunos de ellos, si no todos, están mercantilizando o lo harán en el futuro. En suma, la intelectualidad auténtica es siempre búsqueda de la verdad y no envanecimiento en esa búsqueda.
Profesor Emérito de la UNAM
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