La reciente crisis de salud debido a la enfermedad infecciosa COVID-19 causada por un nuevo Coronavirus, me ha puesto a pensar en cuanto al gregarismo necesario para el desarrollo de la cultura y el arte popular.
Por las formas de contagio que se conocen, así como por la falta de vacuna o tratamiento eficaz, una de las principales medidas en el mundo y en caso de nuestro país, recomendación, es el auto aislamiento para evitar contagiarse o contagiar a otros, lo que ha llevado a varios de los principales museos del mundo ha cerrar sus puertas, y la cancelación de conciertos, de ferias y otros tipos de actividades culturales que implican la reunión de muchas personas. Como respuesta, los actores culturales relacionados con el “arte” han implementado diferentes estrategias para seguir con sus actividades. Los museos han estado multiplicando sus contenidos virtuales a fin de mantener su función como difusores de sus colecciones y exposiciones, así como de proporcionar un tiempo de aprendizaje y esparcimiento para su público. El pasado sábado, la Filarmónica de Berlín, una de las tres principales orquestas de música “clásica” en el mundo, transmitió un hermoso y emotivo concierto de forma gratuita (suelen cobrar sus transmisiones) desde su sala de conciertos vacía de público. Todo esto muy bien, pero por ejemplo, ahora que se acerca la semana santa ¿sería posible o adecuado presentar los viacrusis mediante plataformas digitales? ¿cómo se celebra una mayordomía por Whatsapp, Youtube, o Facebook? ¿Cómo se vela a un santo o a una virgen con música toda la noche desde la casa de cada músico? ¿Cómo compartimos un delicioso mole verde con tamales nejos? En fin, que he estado pensando en que una de las principales condiciones de la cultura y el arte popular es su condición de gregarismo, de reunirnos a todos para que juntos construyamos la experiencia estética, espiritual, sicológica e identitaria que las expresiones populares proporcionan y que es una de sus mayores virtudes. La alta cultura puede, en ocasiones como esta, ser un ejercicio solitario en su disfrute y conformación, pero la cultura y el arte popular tienen un alto componente social. Ahora que vamos a querer y no se va a poder, puede que revaloremos estas expresiones culturales y una vez pasada la tormenta salgamos a reconocernos en ellas y en el muy amplio nosotros que posibilitan.