El sábado pasado, usando mi juguete preferido de fin de semana, el control remoto de la televisión, de pronto al estar “navegando” por los 123 canales disponibles, me encontré con un documental (en el canal 11 del IPN) acerca de la realización de una película relacionada con la biodiversidad del mar en Baja California. Este proyecto fue coordinado por el Dr. Ezequiel Ezcurra, uno de los ecólogos más prestigiados de nuestro país, quien además es un excelente ser humano, siempre deseoso de apoyar cualquier iniciativa a favor de conservación de la naturaleza.
En dicho documental el Dr. Ezcurra mencionaba varios planteamientos que hemos estado difundiendo desde hace ya varios años. Él comentaba que cuándo ellos estaban planeando la realización de la película se hicieron varias preguntas fundamentales. Una de ellas tuvo que ver con la decisión de si la película debería contener imágenes y/o información acerca de los agentes de destrucción del mar, o si, por otro lado, se debería sólo presentar los aspectos sobresalientes de la belleza de la biodiversidad del área. Ellos prefirieron irse por esta segunda opción. El fundamento de esta opción se basa en el hecho de que la gente, en su gran mayoría, cuando ve una película, lo que desea es divertirse, ver algo agradable. Pretender conmover al público con mensajes catastrofistas lo único que origina es un profundo sentimiento de pesimismo, y un alejamiento de participación en proyectos ambientalistas.
Sí, es indudable que las posiciones viscerales, alarmistas, y amarillistas le están haciendo un gran daño. Existen diferentes mensajes que se mandan a través de los medios de comunicación y presentaciones de ciertos ecologistas que están afectando, a menudo de manera irreversible, la búsqueda de soluciones a la degradación de nuestro entorno. Continuamente hemos estado comentando que la Educación Ambiental requiere de gente profesional en el área; las improvisaciones (muy frecuentes, por cierto) en lo referente a supuestos programas de difusión en este tema, lo que demuestran es una eminente carencia de bases teóricas y prácticas, y, por lo tanto, un mal uso de los recursos disponibles. En este sentido, el Dr. Ezcurra también agregaba que la mejor opción para obtener dividendos en la cruzada por una mayor participación de la sociedad, debe estar integrada de manera sustancial por un Gran OPTIMISMO. Debemos enviar mensajes que penetren en la gente para que éste se considere parte esencial en la instrumentación de soluciones factibles, es decir realizables. De otra manera, inconscientemente estaremos repeliendo el reclutamiento de un mayor número de promotores de la conservación, no de soldados de ataque.
Desgraciadamente el OPTIMISMO es un sentimiento que está básicamente extinto en el ecologismo. Nosotros siempre hemos pensado que la conservación ecológica es uno de las actividades más nobles que cualquier ser humano pueda hacer. La agresividad, el canibalismo, el odio, y la denostación, deben ser sustituidos por palabras clave tales como: colaboración, solidaridad, trabajo, lealtad, honestidad, entre otras. Por supuesto que ésta es LA estrategia pedagógica que debemos seguir para obtener avances sustanciales en conservación, de manera convincente.
Ojalá que, pensamientos como los que el Dr. Ezcurra, sean difundidos con mayor amplitud. Su servidor ya en repetidas ocasiones, en diferentes tipos de foros ha insistido en la necesidad de incluir el OPTIMISMO en el discurso ambientalista. Por lo tanto, debemos “infectar” a nuestros congéneres con premisas tales como: “el planeta va a subsistir”, “vamos a disminuir la deforestación”, “la contaminación se reducirá cada día más”, y “nuestros hijos gozarán las maravillas de la biodiversidad”, por ejemplo. Sólo de esta forma sentaremos las bases para una real, eficiente, objetiva participación social. Por supuesto que lo anterior no implica mentir o promover la existencia de fantasías ambientales, sino de fomentar el espíritu de triunfo, erradicando el lacerante pesimismo. Recuerdo que su servidor –con mucho OPTIMISMO- cuando estaba iniciando el magno proyecto de la Reserva de la Biosfera Sierra de Huautla, había compañeros de trabajo que me decían: “no Óscar, eso es muy difícil de lograr, estás soñando; la gente no va a querer que se haga un área natural protegida en el sur de Morelos”. Actualmente esos colegas siguen en la misma etapa de pesimismo y sin algún resultado evidente, y yo: feliz, satisfecho y optimista, por supuesto.
Para finalizar, y siendo congruente con el OPTIMISMO, sólo me resta decir: los simulacros, las ocurrencias y la falta de resultados de algunos excesos de protagonismo ecologista pronto serán parte de los análisis futuros acerca de lo que hicimos mal, y de los que nos hizo perder tiempo, mucho tiempo valioso.
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