Estamos en el mes de febrero, mes del amor y la amistad, es por ello queridos lectores que haré referencias a estos dos grandes conceptos. A estos dos grandes universos que habitan paralelos y que de manera mutua se necesitan y se alimentan uno del otro.
Para esta humilde escritora es un tanto difícil deliberar o poner al descubierto una sola definición de la palabra amor. Porque el amor implica muchas posibilidades de vida.
Desde el instante en que una mujer concibe y cuida en su vientre a otro ser, se convierte en un vínculo de afecto indestructible e infinito. Es un amor que día a día se construye bajo una atmósfera de sacrificios y de entrega absoluta. Bajo ninguna circunstancia, por más adversa que parezca, se podrá romper ese lazo que une a una madre con su hijo (a). Esa alianza que de manera simbólica comenzó durante casi nueve meses por el cordón umbilical.
En general, el amor a los padres y a los hijos es eterno. Trasciende más allá de la muerte. Permanece y se extiende por la herencia que viaja de generación en generación.
Hay otra cara del amor del que les puedo hablar, es aquel que desde niña sembraron en mí. El amor a Dios. Un sentimiento que germina en la concepción de un ser divino, mágico y supremo. Alguien a quien recurres cuando tienes un colapso emocional. Y aunque no existe certeza científica de su existencia, sin prueba alguna, te rindes a su imagen porque en el breve o prolongado suplicio pides que se lleve todo el dolor que hay en una lista de temores, decepciones e infortunios.
Después descubrí que también hay un amor fraternal. Un cariño que brindas a una persona con la cual en la mayoría de las ocasiones, no compartes una unión consanguínea. Es ese ser que se convierte en tu confidente. En tu consejero. Tu paño de lágrimas. Tu compañero de aventuras. Si bien puedes conocer a infinidad de personas, deja y te digo que a los verdaderos amigos los cuentas con los dedos de tu mano. Porque ellos, son quienes están en los buenos y malos momentos.
Luego conoces el amor de pareja. El amor con el que sueñas desde niña y materializas hasta la adolescencia. Y en tu mente y en tu corazón diseñas la imagen de hombre ideal dotado de inteligencia y calidez. Es una mezcla de deseo físico y carnal, que se entrelaza con la admiración que surge hacia ese ser.
Para mí el amor es una asignatura seria. Confieso que solo me he enamorado en dos ocasiones. Y por duro que parezca. A las dos personas las perdí.
Hace poco creía que yo era la causante de mi mala racha amorosa. Pero ahora entiendo que no se trata de cumplir con las expectativas de la otra persona. Y que todo tiene sentido solo si emerges del amor propio. Porque quizás todo tu mundo sentimental se puede caer bajo tus pies, pero tu espíritu, tu esencia siempre debe estar en pie, sano y provisto de amor para ti.
La razón por la que creo en el amor es por la forma en la que yo amo. Y hablo de todo tipo de amores: de pareja, de Dios, de amistad, de padres e hijos. Creo en el amor por cómo me enseñaron a amar, con todo el corazón.
Y sí, el laberinto llamado amor es recóndito. Es mayúsculo. Porque el amor ocupa miles de rostros y cuerpos.
El filósofo humanista, Erich Fromm dijo que el amor es “un acto de la voluntad, la decisión de amar, cuidar, responsabilizarse, respetar y conocer a una persona. Es indisoluble de su idea de libertad, que implica ser capaces de obedecer a la razón y al conocimiento, y no a las personas irracionales”.
Para Evelia el amor es un sentimiento incondicional que provoca que algunos seres humanos eleven el estado de su alma a una máxima potencia, sin recato y en todas las formas posibles de expresión. Porque amar sin límites, con paciencia y con fervor indudablemente es para pocos.
El amor según Platón, Aristófanes y Sócrates
Aristófanes, principal exponente de la comedia en Grecia, explica el amor a través de una historia: en la antigüedad los seres humanos estaban formados como si fueran una esfera que tenía cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas y dos series de órganos sexuales, estos seres eran llamados andróginos debido a que poseían una parte masculina y una femenina. Estos seres se sentían completos y satisfechos. Eran hábiles y veloces, pues según Aristófanes, se podían desplazar como una especie de pelota, rodando con sus ocho extremidades.
Era tal el poder que alcanzaban estos seres que amenazaban el poder de los propios dioses, así que Zeus decidió dividirlos en dos, cortándolos por la mitad. Un factor que no sólo provocó debilidad física, al estar separadas en dos partes, una de ellas sentía la necesidad de buscar a la otra porción que perdió.
El mito del andrógino nos trata de exponer por qué hay atracción entre los seres humanos y por qué en ocasiones nos sentimos incompletos cuando estamos solos.
Hay otro mito que encontramos en la obra “El banquete” de Platón, es cómo Sócrates presenta el origen del dios Eros. Sócrates relata que Eros es hijo del dios de la abundancia Poros y que su madre es la diosa de la pobreza Penia, Eros al ser engendrado de la abundancia y de la pobreza se encuentra en una situación muy particular, porque Eros siempre se siente en carencia, siente que le falta algo. Como su madre que está en la pobreza. Por esta razón está en búsqueda de lo que tiene su padre, la riqueza. Y por ello, va al encuentro de las personas más bellas. Pero siempre experimentando que le falta algo.
Platón utiliza esta narración para presentar el carácter del amor, sin embargo, la caracterización del amor no termina ahí, ya que Sócrates opina que debemos amar a una persona que nos conduzca a lo más bello, es decir, la idea misma de la belleza que habita en el mundo de las formas o el mundo de las ideas, el amor físico debe inspirarnos a buscar lo más noble y debemos utilizar este sentimiento como una suerte de escalera que nos lleva del mundo sensible y físico hacia lo más espiritual.
Esto podemos hacerlo realidad, si buscamos a una persona que no solo sea bella en el exterior sino sobre todo en el interior. Y procurando este amor podemos alcanzar la belleza a la que el amor aspira tanto. Sin duda este tipo de reflexiones filosóficas nos ayuda a replantear el concepto del amor de una forma distinta, que no solo sea concebida como un mero placer físico sino algo que además nos haga ser mejores personas.