/ jueves 26 de marzo de 2020

Primeros días

Sororidad

Mi mente está totalmente saturada. Ya no puedo ver un video más. ¡Ni un consejo más! Esta "infodemia" me ha rebasado. —¿Por qué seremos tan buenos para dar consejos? —me pregunto mientras termino de acomodar todo en mi ropero. Es un trabajo que había dejado rezagado desde hace muchos meses y ahora, me encontré en una de mis bolsas un viejo libro que me ha hecho recordar los tiempos de mi adolescencia cuando odiaba la palabra rutina; hoy, no imagino estos días de aislamento por el Covid19 sin la "malvada" rutina.

Es verdad que pensar, es de solitarios, como lo decía Martin Heiddegger. Mirar de afuera hacia adentro, buscando ese silencio primordial haciendo a un lado todos los pensamientos y sensaciones que nos impidan llegar a una profunda reflexión. Así, en silencio, con la mirada fija en un solo punto, cuestiono la razón de mi existencia y acomodo los viejos pedazos que he dejado en el camino.

Sigo con mi rutina de limpieza, acomodando los viejos pinceles que se habían quedado olvidados, pero nunca solos y cuando observo los lienzos todavía sin terminar, con la nostalgia que provoca el tiempo, aparecen en mi mente las imágenes de tantas personas que he conocido en mi vida... las reconozco por grupos, por países, por regiones, por edades. Ahí están todas. Cada una tiene un brillo particular en su mirada reflejando sus pensamientos que se envuelven delicadamente en sus diferentes creencias y filosofías. Muchas de estas personas ya han muerto pero todavía sigue su perenne luz en mi pensamiento. Otras, han tomado otros caminos; otras, me han dado la espalda, simplemente. No puedo cambiar la dirección del viento.

Hoy, ese mismo viento me compele a darme cuenta de la gran fragilidad y enorme dependencia que nos abraza, porque para la Naturaleza nos demuestra, una vez, más que todos somos iguales y nos obliga a confinarnos en estos tiempos, a todos por igual. Así es de poderosa aunque todavía no queramos darnos cuenta de ello y la seguimos dañando en todos los sentidos. Tal vez porque la Naturaleza es femenina es que la hayamos violado sin piedad a través de nuestra Historia con esa mirada de absolutismo patriarcal.

Mientras limpio mi alacena me pregunto, ¿Dónde están ahora las falsas gallardías? ¿Qué somos realmente los humanos? ¿Somos buenos? ¿Somos malos? Sigmund Freud escribió "El ser humano está constituido por dos instintos básicos: amor y muerte u odio y la violencia es una parte constitutiva de la naturaleza humana, fundamental para defendernos y seguir viviendo". Erick Fromm, por otro lado, planteó: "En realidad no existe una condición humana natural. Es decir, no se puede decir que el hombre sea bueno o malo, sino que existe un conflicto humano existencial; por una parte, somos animales con instintos, pero a diferencia de ellos, nuestros instintos no son suficientes para la supervivencia y nos convierte en los animales más vulnerables que necesitamos organizamos en comunidades que nos den protección y seguridad". ¿Y entonces? Tantos siglos de guerras y crueldad sometiendo a los pueblos, a los niños y a las mujeres, principalmente. Tanto afán de poder, hoy representado por el mundo de las drogas que tiene a las diferentes sociedades terriblemente secuestradas. Me quedo entonces con lo que dijo la filósofa Hannah Arendt en su obra "La banalidad del mal": “La corriente subterránea de la historia occidental ha finalmente emergido a la superficie y usurpado la dignidad de nuestra tradición”

Miro a los árboles a través mi ventana. Hermosos árboles de jacarandas color de marcha feminista que renacen frondosos en esta explosión de necesaria Primavera, acogiendo a todos los seres que los adoptan, sin distinciones, sin violencia, sin imposiciones y sin basura. Es tan evidente la enseñanza de la Naturaleza que no acepta el pensamiento binario que nos obligan a tomar posturas radicales ante los opuesto: blanco-negro / una religión-y otra, una / una concepción de la belleza-contra la otra / una percepción del género-contra otro, volvemos a las guerras una y otra vez... De ahí la importancia de terminar con este fundamentalismo que nos ha impedido observar, con toda naturalidad, la vasta gama de los complementarios colores. Cómo no evocar a Nietzsche en estos momentos: "Pero lo que una y otra vez necesitaba más perentoriamente para mi curación y mi restablecimiento era la creencia de que no era el único en ser de este modo, en ver de este modo, una mágica sospecha de afinidad e igualdad de puntos de vista y de deseos, un descansar en la confianza de la amistad, una ceguera a dúo, sin recelo ni interrogantes, un goce en los primeros planos, superficies, lo cercano, vecino, en todo lo que tiene color, piel y apariencia".

Sigo imbuida en mis pensamientos mientras riego mis plantas y disfruto del cadenciosos vaivén de las jacarandás que ofrecen su cobijante refugio y no puedo evitar sentirme profundamente avergonzada ante la Naturaleza. Me niego categóricamente a ser parte de esa sociedad que describe Jacque Fresco, el creador de Zeitgeist: "La sociedad entera, estructurada por el dinero y orientada al materialismo, es una sociedad falsa y pasará a la historia como la de las más bajo desarrollo de la humanidad aunque tenemos las mentes, el conocimiento, la tecnología y la viabilidad para construir una sociedad completamente nueva". Zeitgeist, traducido del alemán como espíritu del tiempo, me recuerda nuevamente al mismo Nietzche: "Por estas razones, en cierta ocasión inventé para mi uso, cuando de ello tuve necesidad, los «espíritus libres», a los que he dedicado este libro de aliento y desaliento a la vez, titulado HUMANO, DEMASIADO HUMANO; «espíritus libres» de este género no los hay ni los ha habido nunca; pero yo tenía entonces necesidad de su compañía, para conservar el buen humor entre mis malos humores (enfermedad, destierro, aislamiento, acedía, inactividad)".

—¡No!, no se puede aceptar, de ninguna manera, cómo hemos llegado a este punto de degradación ambiental y hoy, la Naturaleza nos reclama con total firmeza. —me digo al terminar mi día de trabajo. —Pero, como decía Eduardo Galeano: Tal vez sea porque en los Diez Mandamientos faltó uno que dijera... y protegerás a la naturaleza.

La noche ha llegado lentamente, los pájaros han regresado a sus nidos y he terminado de reciclar todo lo que he podido. Me recuesto en el jardín para descansar un rato y mirar a las estrellas. Con la ingenuidad de una niña, me vuelvo a preguntar lo mismo que nos hemos preguntado desde hace miles de años...

Mi mente está totalmente saturada. Ya no puedo ver un video más. ¡Ni un consejo más! Esta "infodemia" me ha rebasado. —¿Por qué seremos tan buenos para dar consejos? —me pregunto mientras termino de acomodar todo en mi ropero. Es un trabajo que había dejado rezagado desde hace muchos meses y ahora, me encontré en una de mis bolsas un viejo libro que me ha hecho recordar los tiempos de mi adolescencia cuando odiaba la palabra rutina; hoy, no imagino estos días de aislamento por el Covid19 sin la "malvada" rutina.

Es verdad que pensar, es de solitarios, como lo decía Martin Heiddegger. Mirar de afuera hacia adentro, buscando ese silencio primordial haciendo a un lado todos los pensamientos y sensaciones que nos impidan llegar a una profunda reflexión. Así, en silencio, con la mirada fija en un solo punto, cuestiono la razón de mi existencia y acomodo los viejos pedazos que he dejado en el camino.

Sigo con mi rutina de limpieza, acomodando los viejos pinceles que se habían quedado olvidados, pero nunca solos y cuando observo los lienzos todavía sin terminar, con la nostalgia que provoca el tiempo, aparecen en mi mente las imágenes de tantas personas que he conocido en mi vida... las reconozco por grupos, por países, por regiones, por edades. Ahí están todas. Cada una tiene un brillo particular en su mirada reflejando sus pensamientos que se envuelven delicadamente en sus diferentes creencias y filosofías. Muchas de estas personas ya han muerto pero todavía sigue su perenne luz en mi pensamiento. Otras, han tomado otros caminos; otras, me han dado la espalda, simplemente. No puedo cambiar la dirección del viento.

Hoy, ese mismo viento me compele a darme cuenta de la gran fragilidad y enorme dependencia que nos abraza, porque para la Naturaleza nos demuestra, una vez, más que todos somos iguales y nos obliga a confinarnos en estos tiempos, a todos por igual. Así es de poderosa aunque todavía no queramos darnos cuenta de ello y la seguimos dañando en todos los sentidos. Tal vez porque la Naturaleza es femenina es que la hayamos violado sin piedad a través de nuestra Historia con esa mirada de absolutismo patriarcal.

Mientras limpio mi alacena me pregunto, ¿Dónde están ahora las falsas gallardías? ¿Qué somos realmente los humanos? ¿Somos buenos? ¿Somos malos? Sigmund Freud escribió "El ser humano está constituido por dos instintos básicos: amor y muerte u odio y la violencia es una parte constitutiva de la naturaleza humana, fundamental para defendernos y seguir viviendo". Erick Fromm, por otro lado, planteó: "En realidad no existe una condición humana natural. Es decir, no se puede decir que el hombre sea bueno o malo, sino que existe un conflicto humano existencial; por una parte, somos animales con instintos, pero a diferencia de ellos, nuestros instintos no son suficientes para la supervivencia y nos convierte en los animales más vulnerables que necesitamos organizamos en comunidades que nos den protección y seguridad". ¿Y entonces? Tantos siglos de guerras y crueldad sometiendo a los pueblos, a los niños y a las mujeres, principalmente. Tanto afán de poder, hoy representado por el mundo de las drogas que tiene a las diferentes sociedades terriblemente secuestradas. Me quedo entonces con lo que dijo la filósofa Hannah Arendt en su obra "La banalidad del mal": “La corriente subterránea de la historia occidental ha finalmente emergido a la superficie y usurpado la dignidad de nuestra tradición”

Miro a los árboles a través mi ventana. Hermosos árboles de jacarandas color de marcha feminista que renacen frondosos en esta explosión de necesaria Primavera, acogiendo a todos los seres que los adoptan, sin distinciones, sin violencia, sin imposiciones y sin basura. Es tan evidente la enseñanza de la Naturaleza que no acepta el pensamiento binario que nos obligan a tomar posturas radicales ante los opuesto: blanco-negro / una religión-y otra, una / una concepción de la belleza-contra la otra / una percepción del género-contra otro, volvemos a las guerras una y otra vez... De ahí la importancia de terminar con este fundamentalismo que nos ha impedido observar, con toda naturalidad, la vasta gama de los complementarios colores. Cómo no evocar a Nietzsche en estos momentos: "Pero lo que una y otra vez necesitaba más perentoriamente para mi curación y mi restablecimiento era la creencia de que no era el único en ser de este modo, en ver de este modo, una mágica sospecha de afinidad e igualdad de puntos de vista y de deseos, un descansar en la confianza de la amistad, una ceguera a dúo, sin recelo ni interrogantes, un goce en los primeros planos, superficies, lo cercano, vecino, en todo lo que tiene color, piel y apariencia".

Sigo imbuida en mis pensamientos mientras riego mis plantas y disfruto del cadenciosos vaivén de las jacarandás que ofrecen su cobijante refugio y no puedo evitar sentirme profundamente avergonzada ante la Naturaleza. Me niego categóricamente a ser parte de esa sociedad que describe Jacque Fresco, el creador de Zeitgeist: "La sociedad entera, estructurada por el dinero y orientada al materialismo, es una sociedad falsa y pasará a la historia como la de las más bajo desarrollo de la humanidad aunque tenemos las mentes, el conocimiento, la tecnología y la viabilidad para construir una sociedad completamente nueva". Zeitgeist, traducido del alemán como espíritu del tiempo, me recuerda nuevamente al mismo Nietzche: "Por estas razones, en cierta ocasión inventé para mi uso, cuando de ello tuve necesidad, los «espíritus libres», a los que he dedicado este libro de aliento y desaliento a la vez, titulado HUMANO, DEMASIADO HUMANO; «espíritus libres» de este género no los hay ni los ha habido nunca; pero yo tenía entonces necesidad de su compañía, para conservar el buen humor entre mis malos humores (enfermedad, destierro, aislamiento, acedía, inactividad)".

—¡No!, no se puede aceptar, de ninguna manera, cómo hemos llegado a este punto de degradación ambiental y hoy, la Naturaleza nos reclama con total firmeza. —me digo al terminar mi día de trabajo. —Pero, como decía Eduardo Galeano: Tal vez sea porque en los Diez Mandamientos faltó uno que dijera... y protegerás a la naturaleza.

La noche ha llegado lentamente, los pájaros han regresado a sus nidos y he terminado de reciclar todo lo que he podido. Me recuesto en el jardín para descansar un rato y mirar a las estrellas. Con la ingenuidad de una niña, me vuelvo a preguntar lo mismo que nos hemos preguntado desde hace miles de años...

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