¿Quién es el más corrupto de mi país?

Evelia Domínguez

  · martes 8 de diciembre de 2020

#Díainternacionalcontralacorrupción

En mi país, la corrupción es el pan que se comparte en la mesa de las familias mexicanas. Lo degustas, lo consumes, lo devoras y finalmente lo digieres. Según la organización Transparencia Internacional, México, es uno de los países más corruptos del mundo.

En 2019, el Índice de la Percepción de la Corrupción, de TI, ubicó a nuestro país en el lugar 130 de 180 países evaluados por dicha institución.

No obstante, la nación mexicana sigue siendo la peor calificada entre los integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en la posición 36 de 36 países miembros.

Las malas administraciones, emanadas de cualquier partido o líder político han hecho estragos en nuestra economía. Sobornos, apropiación indebida de recursos públicos y paraísos fiscales han sido las prácticas reiterativas de una larga lista de políticos: Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Raúl Salinas de Gortari, Tomás Yarrington, César Duarte, Javier Duarte, Enrique Peña Nieto, etc.

Sin embargo, el actual gobierno, el de la 4T, está cavando la tumba de muchas familias. Las decisiones de quien hoy dirige el país están llenas de soberbia y de nulo tacto para enfrentar una pandemia como la que trajo el COVID-19.

Vaya paradoja, el que siempre dijo que primero los pobres, hoy es quien ha provocado un mayor empobrecimiento.

Millones de mexicanos están sin empleo y sin ingreso. El pronóstico no pinta bien. El escenario arroja escasez de alimentos, hambre, miseria y probablemente el aumento de la delincuencia en las calles de muchas entidades del país.

Seamos claros. La corrupción aumenta en tiempos de crisis. Y México está sumergido en ella. Ahora bien, si recreamos la escena quimérica del “México transparente”, seguramente nos toparemos con desvío de recursos que debían estar destinados a quienes están padeciendo los estragos de la enfermedad.

Para hacer frente a esta emergencia sanitaria, será imprescindible que el Estado vigile y supervise la rendición de cuentas. Y habrá que añadir más: consolidar su sistema Anticorrupción, garantizar una Fiscalía General de la República autónoma e independiente y asegurar el cumplimiento de la publicidad de las declaraciones patrimoniales y de intereses para todos los servidores públicos, especialmente, en áreas de alto nivel.

De otra manera estaremos caminando a un impacto económico mayúsculo.

Siendo sensatos. La corrupción se ha enquistado. Ha echado raíces tan hondas que nuestra cultura y educación también han sido influenciadas bajo estas malas prácticas. Lo vemos y asimilamos como “algo común”, “algo normal que sucede en mi país”.

Es evidente que necesitamos cambiar la mentalidad de las nuevas generaciones. Gobiernos, padres y madres de familia, docentes y directores, deben conjugar esfuerzos para implantar una nueva cultura. La naciente cultura de la transparencia.

Y en esa tendiente, no hay que reparar en invertir en campañas agresivas que exterminen al peor parásito que se cuela en cualquier levadura. En ese pan que se introduce a nuestras bocas: la corrupción.

P.D.: En esa constante búsqueda de la eliminación de las malas prácticas y asfixiar de una vez por todas a la mala del cuento, la corrupción, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanza la campaña digital denominada “Kit para redes sociales”, la cual pretende que la humanidad se una a esta lucha bajo la publicación de mensajes en las redes sociales utilizando las etiquetas: #UnidosContraLaCorrupción, #IACD2020 y en inglés, #RecoverBetter.

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