El domingo 23 de mayo se cumplen 59 años del asesinato de Rubén Jaramillo, su esposa Epifania y sus hijos Enrique de 20 años, Filemón de 24 y Ricardo de 28. Epifania estaba embarazada para tener el primer hijo de Rubén Jaramillo, los otros hijos eran adoptivos y eran militantes de las Juventudes Comunistas de México.
No se sabe con certeza quién encabezó el operativo “Xochicalco”. Una de las versiones señala que el 23 de mayo de 1962 aproximadamente a las 14:00 horas militares encabezados por la autoridad del “cuartel” como le decíamos en Zacatepec, con más de 55 “soldados”, junto con policías judiciales, de seguridad pública del estado y del servicio secreto de Morelos llegaron al número 14 de la calle de Mina en Tlaquiltenango para secuestrar a Rubén y su familia, llevárselos a Xochicalco para matarlos, un crimen de lesa humanidad. En un pueblo, como lo era Zacatepec, nos conocíamos todos y yo vivía 100 metros de ahí y tengo la sospecha no confirmada que conocí posiblemente a la persona que se ha dicho asesinó a Rubén Jaramillo y su familia porque después de ocurrido esto abandonaron Zacatepec. Yo tenía 11 años en ese año de 1962 y acostumbrábamos reunirnos todas las tardes a jugar futbol en el “parque”, cruzando la calle y frente a una de las entradas del estadio de futbol del Zacatepec. Una de esas tardes, mi mejor amigo desde el kínder hasta la secundaria, que vivía a un lado del “cuartel”, a la entrada del mercado, me comentó que su vecino estaba regalando sus juguetes que porque se iban de Zacatepec.
Rubén les había presentado un amparo judiciales en contra de cualquier detención a las autoridades militares que lo secuestraron. No sirvió. Rubén Jaramillo de 62 años recibió nueve tiros, dos en la cabeza y toda su familia fue muerta con tiro de gracia. También, se dice en tarjetas de una de las autoridades federales que se encuentra en el Archivo General de la Nación que ellos intervinieron simplemente para cumplir las órdenes del señor presidente. Lo que nunca he logrado comprender es la saña de estos asesinatos, especialmente porque fue un crimen de Estado.
Hoy lunes 24 de mayo de 2021, en la “mañanera” una periodista le preguntó al presidente López Obrador, que si no cabría pedir una disculpa a la familia de Rubén Jaramillo, una de sus hijas no pudo ser secuestrada y asesinada ese día. El presidente respondió que efectivamente debería ser así y ahí mismo ofreció una disculpa y pidió perdón, aunque dijo que era una mancha en la presidencia de López Mateos (1958-1964), reconociendo que éste fue el responsable, pero “que fue un gran presidente”. Yo no estoy de acuerdo. No hay que olvidar que el secretario de gobernación era Gustavo Díaz Ordaz (1958-1963), que tenía una fijación por estos rituales sangrientos en ruinas prehispánicas como ocurriría el dos de octubre de 1968 y su secretario particular era Luis Echeverría, que asumiría el cargo de Díaz Ordaz como secretario de gobernación a su candidatura a la presidencia.
También recuerdo que hace muchos años ya, la gente del Ingenio Emiliano Zapata, los maestros y ciudadanos del Tecnológico de Zacatepec, pidieron que se le cambiara el nombre al Tecnológico porque antes se llamaba Tecnológico Adolfo López Mateos, y lo lograron. Rubén Jaramillo, recordemos, fue el primer representante de los ejidatarios productores de caña de azúcar en el Consejo de Administración de la Sociedad Cooperativa Emiliano Zapata, el primero creo, junto con un representante de los obreros, además del gerente, representante de “la gerencia”. Dicen que la fundación del Ingenio azucarero fue un acuerdo de Jaramillo con el presidente Lázaro Cárdenas en 1938.
Yo no entendí. Al tiempo trataría de reconstruir la historia de este crimen de lesa humanidad.
En esos años difíciles las amenazas de muerte no terminaban ahí. Recuerdo que mi madre me contó que uno de esos días ante todos estos acontecimientos, fue junto con otras esposas de trabajadores del ingenio a hablar con el secretario de gobernación —que increíblemente las recibió— para denunciar que sus esposos estaban siendo amenazados de muerte de parte de la gerencia del Ingenio. Mi madre me contó que ahí mismo, Díaz Ordaz pidió comunicación telefónica con el gerente para pedirle que no le creara más problemas en Zacatepec. Al conocer esto, mi padre —que era el secretario general del sindicato de obreros y representante en el Consejo de Administración, como su amigo Rubén Jaramillo— guardó la pistola que llevaba consigo esos días en ese ropero de la casa.