Con la llegada de los españoles a América, arribó gran variedad de alimentos y especies que en aquel entonces no existían en la región. Así fue como, con la llegada de algunos mamíferos, el queso apareció en lo que hoy conocemos como México.
Actualmente, existen entre 20 y 40 variedades de quesos mexicanos a lo largo del territorio nacional, entre los cuales destacan: adobera, asadero, bola, Chihuahua, chongos, de cincho, cotija, epazote, fresco, hoja, jocoque, morral, Oaxaca, panela, requesónporo, rueda, sierra, sopero, trenzado; sin embargo, ninguno de ellos cuenta con denominación de origen, la cual es, a grandes rasgos, el nombre de una región geográfica que sirve para designar un producto originario de la misma.
El Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) es la autoridad encargada de emitir las declaratorias de protección de denominaciones de origen y autorizar su uso, así como tramitar y otorgar registros de marca; entre otras atribuciones.
Cabe destacar que con un total de 46, Francia es el país que más quesos con denominación de origen posee; entre ellos se pueden encontrar: Roquefort, Brie, Munster, Cancoillotte, Tomme y Saint-Marcellin.
Seguido de Francia, se encuentra Italia con variedades como el Gorgonzola, Provolone, Mozzarella y Asiago. España también figura en la lista, con quesos como el Manchego, Zamorano, Cabrales y Tetilla.
A pesar de que México no posee aún denominaciones de origen por el IMPI en el ámbito de los quesos, cuenta con un número importante de quesos en el consumo diario. Destacan por su preferencia, el queso fresco, 17 por ciento; el panela, 14 por ciento, y el doble crema y amarillo, 13 por ciento.
México cuenta con 14 denominaciones de origen reconocidas por el IMPI, de las cuales 12 pertenecen al rubro de alimentos y bebidas. Los productos acreditados son los siguientes: Ámbar de Chiapas, Arroz de Morelos, Bacanora, Cacao Grijalva, Café Chiapas, Café Veracruz, Charanda, Chile Habanero, Mango Ataulfo, Mezcal, Olinalá, Sotol, Talavera, Tequila y Vainilla de Papantla.
La denominación de origen promueve la formación y conservación de recursos locales, ayuda en el desarrollo de tecnologías viables para la producción sustentable y genera capital humano capacitado en la elaboración de productos calificados, además protege y autentifica la elaboración de los mismos. Su uso y aprovechamiento generan ganancias económicas importantes en la comercialización y exportación de productos.