/ viernes 31 de agosto de 2018

Vecindario ruidoso

Hubo un poco de pleito en lo que llegaban al sector de la policía donde tenían a los muchachos

De lunes a viernes a viernes el ambiente relajado se rompe al dar las 6:00 de la mañana. Buena hora para despertar y ponerse pilas, ver en la televisión algunas noticias, bañarse, pero para Enrique eso no es justo, porque él podría quedarse en su camita mínimo hasta las ocho y de un brinco bañarse y arreglarse para estar puntual a las nueve de la mañana en la escuela e irse por la tarde al despacho.

Sólo que no se lo permiten ni sus vecinos del piso de arriba, ni los del piso de abajo: los de arriba son dos chicos juniors y una chica más con quien comparten en departamento del papá de uno de ellos. Son los tres universitarios de diferentes carreras pero que se juntaron para estudiar lejos de su ciudad natal y sus horarios de estudio son muy tempraneros, sólo que son aves nocturnas van vienes, entran amigos salen juegan, bailan, de eso hace ya casi un año, lo que ha sido todo un sacrificio para Enrique así que por eso está pensando seriamente en hacerse el novio de la chica, si no lo dejan vivir tranquilo como él quisiera, al menos que lo inviten a las fiestas que empiezan los viernes y a veces terminan amaneciendo el lunes.

No es descabellada la idea, porque regularmente termina harto. Ha tomado varias alternativas: llegar muy cansado el sábado en la madrugada, así llega adormir y se ahorra el ruido monstruoso de la música y las risas y los gritos del viernes; también busca pretextos para no estar el sábado y por eso si no tiene alguna fiesta o compromiso se va el fin de semana a visitar a sus padres que viven al otro lado de la ciudad, o algo más interesante: salirse con su novia – que también será abogada como él- todo el fin de semana.

Los problemas son otros con los vecinos de abajo. Un matrimonio con una bebé que llevan temprano a la guardería y ambos salen a trabajar hasta media tarde, que llega primero la señora con la bebé y en la noche llega el marido, pero un día y otro también las discusiones de la pareja son al rojo vivo y se entera todo ese vecindario que según catalogan, de gente bonita.

Esta pareja se agrade a cada ratito aunque parece que no físicamente, hubo una ocasión tuvo que abrir su puerta a la señora, que huía del marido borracho, fue un sábado muy entrada la noche.

Hace una semana, último pleitazo fue con los estudiantes porque eran las 5:00 de la mañana del sábado y los niños seguían en la fiestota del cumpleaños de uno de sus compañeros eran unos quince escuincles que igual corrían por el pequeño depa, que arrastraban muebles y con la música a todo lo que daba, Enrique tuvo que hablar a la policía y cuando ésta llegó arrió con al menos cuatro chavos que estaban fumando una yerba y el olor a petate salía hasta los edificios de enfrente.

Molestos culparon a Enrique y enseguida se fue la policía, salieron a esa hora a casi derrumbarle la puerta a reclamarle y casi golpearlo. -Oye tú hijo de… da la cara– pateaban su puerta.-Abre wey-, claro que Enrique no abría, y lo peligroso es que tiene un arma en su casa y espera no enloquecer y hacer una tontería.

-¡Vecino! se llevaron a mis amigos ¡Y tú los vas a sacar abogadito de quinta! ¡Vámonos!- le gritó uno de los chicos.

Efectivamente, Enrique está por recibirse de abogado y en alguna ocasión ya les había ayudado a que uno de los tres jóvenes saliera del “bote” porque había ocasionado una riña en un bar. Pero después de esa vez, y de que no cesan los infernales ruidos y las fiestas de fin de semana, se volvieron enemigos.-Vecino ábreme por favor - le tocó en la puerta- ¿Qué les pasa?–

-Llamaste a la policía y se llevaron a mis amigos, ahora ayúdanos a que los liberen, vámonos-. Era una orden. El corazón de pollo que aún conserva Enrique lo hizo ir a ponerse un pants y tomar algo de su portafolios para ir con sus vecinos.

Hubo un poco de pleito en lo que llegaban al sector de la policía donde tenían a los muchachos. También Enrique les tuvo que pedir esperar en el coche porque olía a bebida y cigarro y eso no ayudaría en nada. Sólo permitió, molesto, que la chica lo acompañara para identificarlos.

Fue una noche larga en lo que hizo trámites y logro su liberación. La chica, al ver a Enrique desenvolverse, quedó más que impresionada. El siguiente domingo en la noche lo buscó en su departamento. -Lo único que quiero es que me des una oportunidad, una sola para aprender contigo, a la primera que te falle, me echas, no te lo voy a cuestionar, te lo aseguro, estudio para ser abogada. Nomás eso le faltaba a Enrique, que la ruidosa vecina se convirtiera en su ayudante. -Aquí está mi última constancia de estudios y trae mis calificaciones, la saqué porque te iba a venir a ver, tú puedes preguntar por mí en la escuela, a mis maestros… aunque te sea difícil de creer, pues si me gustan las fiestas, pero le pongo ganas a la escuela, me gusta lo que estoy estudiando y no lo descuido. Espero que me creas, por favor, lo único que te pido es que lo pienses y me consideres, no te voy a fallar, adiós-. Se acomodó la chica su largo cabello lacio y teñido y salió, ella le quiso tender la mano pero él no dio respuesta así que sólo salió.

Dio a Enrique en qué pensar. -Vino una de las personas que odia por su monstruoso ruido y viene a pedir un favor…-

Cerró con seguro la puerta y caminó a su recámara, se acostó en su cama con el documento en la mano, ni siquiera lo leyó, pero no puede olvidar la maravillosa sonrisa de su vecina, en eso sí tiene que pensar.


De lunes a viernes a viernes el ambiente relajado se rompe al dar las 6:00 de la mañana. Buena hora para despertar y ponerse pilas, ver en la televisión algunas noticias, bañarse, pero para Enrique eso no es justo, porque él podría quedarse en su camita mínimo hasta las ocho y de un brinco bañarse y arreglarse para estar puntual a las nueve de la mañana en la escuela e irse por la tarde al despacho.

Sólo que no se lo permiten ni sus vecinos del piso de arriba, ni los del piso de abajo: los de arriba son dos chicos juniors y una chica más con quien comparten en departamento del papá de uno de ellos. Son los tres universitarios de diferentes carreras pero que se juntaron para estudiar lejos de su ciudad natal y sus horarios de estudio son muy tempraneros, sólo que son aves nocturnas van vienes, entran amigos salen juegan, bailan, de eso hace ya casi un año, lo que ha sido todo un sacrificio para Enrique así que por eso está pensando seriamente en hacerse el novio de la chica, si no lo dejan vivir tranquilo como él quisiera, al menos que lo inviten a las fiestas que empiezan los viernes y a veces terminan amaneciendo el lunes.

No es descabellada la idea, porque regularmente termina harto. Ha tomado varias alternativas: llegar muy cansado el sábado en la madrugada, así llega adormir y se ahorra el ruido monstruoso de la música y las risas y los gritos del viernes; también busca pretextos para no estar el sábado y por eso si no tiene alguna fiesta o compromiso se va el fin de semana a visitar a sus padres que viven al otro lado de la ciudad, o algo más interesante: salirse con su novia – que también será abogada como él- todo el fin de semana.

Los problemas son otros con los vecinos de abajo. Un matrimonio con una bebé que llevan temprano a la guardería y ambos salen a trabajar hasta media tarde, que llega primero la señora con la bebé y en la noche llega el marido, pero un día y otro también las discusiones de la pareja son al rojo vivo y se entera todo ese vecindario que según catalogan, de gente bonita.

Esta pareja se agrade a cada ratito aunque parece que no físicamente, hubo una ocasión tuvo que abrir su puerta a la señora, que huía del marido borracho, fue un sábado muy entrada la noche.

Hace una semana, último pleitazo fue con los estudiantes porque eran las 5:00 de la mañana del sábado y los niños seguían en la fiestota del cumpleaños de uno de sus compañeros eran unos quince escuincles que igual corrían por el pequeño depa, que arrastraban muebles y con la música a todo lo que daba, Enrique tuvo que hablar a la policía y cuando ésta llegó arrió con al menos cuatro chavos que estaban fumando una yerba y el olor a petate salía hasta los edificios de enfrente.

Molestos culparon a Enrique y enseguida se fue la policía, salieron a esa hora a casi derrumbarle la puerta a reclamarle y casi golpearlo. -Oye tú hijo de… da la cara– pateaban su puerta.-Abre wey-, claro que Enrique no abría, y lo peligroso es que tiene un arma en su casa y espera no enloquecer y hacer una tontería.

-¡Vecino! se llevaron a mis amigos ¡Y tú los vas a sacar abogadito de quinta! ¡Vámonos!- le gritó uno de los chicos.

Efectivamente, Enrique está por recibirse de abogado y en alguna ocasión ya les había ayudado a que uno de los tres jóvenes saliera del “bote” porque había ocasionado una riña en un bar. Pero después de esa vez, y de que no cesan los infernales ruidos y las fiestas de fin de semana, se volvieron enemigos.-Vecino ábreme por favor - le tocó en la puerta- ¿Qué les pasa?–

-Llamaste a la policía y se llevaron a mis amigos, ahora ayúdanos a que los liberen, vámonos-. Era una orden. El corazón de pollo que aún conserva Enrique lo hizo ir a ponerse un pants y tomar algo de su portafolios para ir con sus vecinos.

Hubo un poco de pleito en lo que llegaban al sector de la policía donde tenían a los muchachos. También Enrique les tuvo que pedir esperar en el coche porque olía a bebida y cigarro y eso no ayudaría en nada. Sólo permitió, molesto, que la chica lo acompañara para identificarlos.

Fue una noche larga en lo que hizo trámites y logro su liberación. La chica, al ver a Enrique desenvolverse, quedó más que impresionada. El siguiente domingo en la noche lo buscó en su departamento. -Lo único que quiero es que me des una oportunidad, una sola para aprender contigo, a la primera que te falle, me echas, no te lo voy a cuestionar, te lo aseguro, estudio para ser abogada. Nomás eso le faltaba a Enrique, que la ruidosa vecina se convirtiera en su ayudante. -Aquí está mi última constancia de estudios y trae mis calificaciones, la saqué porque te iba a venir a ver, tú puedes preguntar por mí en la escuela, a mis maestros… aunque te sea difícil de creer, pues si me gustan las fiestas, pero le pongo ganas a la escuela, me gusta lo que estoy estudiando y no lo descuido. Espero que me creas, por favor, lo único que te pido es que lo pienses y me consideres, no te voy a fallar, adiós-. Se acomodó la chica su largo cabello lacio y teñido y salió, ella le quiso tender la mano pero él no dio respuesta así que sólo salió.

Dio a Enrique en qué pensar. -Vino una de las personas que odia por su monstruoso ruido y viene a pedir un favor…-

Cerró con seguro la puerta y caminó a su recámara, se acostó en su cama con el documento en la mano, ni siquiera lo leyó, pero no puede olvidar la maravillosa sonrisa de su vecina, en eso sí tiene que pensar.


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