José Alberto Enríquez Báez, mejor conocido como el Niño de Oro, de 15 años de edad, dejó la escuela para dedicarse de lleno al jaripeo, aseguró su padre Gerardo Enríquez Tapia durante el último adiós que familiares y amigos le dieron al joven Rey de los torneos.
“No me quiso estudiar, era rejego, rebelde y se adentró en este deporte, vicio o como le quieran nombrar. En la escuela ya no lo querían porque era muy hiperactivo y lo tuvimos durante dos años con psicólogo”, dijo Don Gerardo.
Con sombrero tejano, botas y una mirada triste, el papá del Niño de Oro recordó que su carrera no duró mucho, pues se adentró al mundo de los toros hace apenas un año y medio, aunque en ese poco tiempo consiguió varios logros.
“No fue mucha su carrera en ese ambiente; yo recuerdo que hace un año y medio empezó y de un tiempo para acá comenzó a ganar dinero y premios, entonces le hacía sus fiestas a su mamá e invitaba a sus tíos y amigos”.
Con una fotografía de José entre sus manos, Don Gerardo aseguró que siempre le enseñó a su hijo a ser humilde, no dejarse secar por la fama y tratar a todos por igual.
“Mucha gente lo conocía también como el Rey de los torneos. A lo mejor él se lo creía, pero pobre de mi hijo, siempre le decía que ser humilde también es ser grande, y le aconsejaba que nunca debía de hablar, que quien debe hablar es la demás gente“.
El ritual que el Niño de Oro hacía antes de montar algún toro era encomendarse a San Juan Tadeo y si alguna vez sus padres estaban presentes para verlo se acercaba para recibir su bendición.
“Si estaba yo o su madre, nos decía 'los amo, los quiero mucho', nosotros le decíamos 'que Dios te acompañe'. Pero esta vez ya no va a regresar”, expresó Don Genaro con tristeza en el rostro.
Y es que este fin de semana hizo su última montada en un jaripeo de la comunidad de San Isidro Huilotepec, perteneciente al municipio de Atlixco, en el estado de Puebla.
Así que el joven fue llevado hasta su natal comunidad de San Pedro Apatlaco, municipio de Ayala, ubicado al oriente de Morelos, en donde familiares y amigos le dieron el último adiós.
Don Gerardo contó que apenas hace algunas semanas estuvo muy grave de salud y que su hijo se le acercó para pedirle que le echara ganas, que no se dejara vencer.
“Papá, no te mueras, yo necesito de ti, quién me va a cuidar, quién me va a guiar, yo te amo”, narró. Sin embargo, el padre del joven montador, aseguró que la voluntad de Dios fue “que no me muriera, pero se llevó a mi hijo”.
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