A las 5:45 horas, el compañero Duván despierta atodo mundo con su voz de viejita.
Imposible seguir durmiendo. Levantamos el campamentoy, antes de las 7:00 horas, estábamos fuera de la unidad deportivadonde pernoctamos.
Los compañeros del Club Chilpocludos de Chilpancingonos guían y escoltan hasta la caseta Palo Blanco a la salida deChilpancingo, subida suave de 15 kilómetros que sirve para entraren calor, la rodamos a paso suave, agrupados, mientrasconversábamos y admirábamos el paisaje.
En la caseta nos esperaba la Policía federal decaminos que hizo el favor de apoyarnos, también nos acompañabaya, desde Chilpancingo, una ambulancia de la Secretaría de Saludque nos escoltó hasta nuestro destino final del día.
Después de la caseta viene una bajada de 20kilómetros, la cual dimos a rajatabla para disfrutar la mañana ycon la ilusión de llegar a Tierra Colorada a saborear la barbacoade chivo que ahí preparan.
Bajar a gran velocidad no nos impide disfrutar,mientras rodamos, el hermoso paisaje del camino: la sierra tapizadade pinos, los altos cerros atravesados por túneles por los quepasamos ligeros, gritando y chiflando, disfrutando de laamplificación en el interior y del eco que siempre responde conigual entusiasmo.
Además tiene los túnelesnombres interesantes como “Túnel agua deobispo”.
Muy rápido recorremos los primeros 45 kilómetros,llegamos a Tierra Colorada y a entrarle a la barbacoa, los niñossonrientes nos ven con ojos asombrados y los lugareños nospreguntan de dónde venimos y a dónde vamos, cuando lescontestamos, se asombran y nos dan parabienes y otros muchasbendiciones.
A algunos pequeños les regalamos una barrita o undulce que siempre cargamos en las bolsas de los jerseys. Ahírepostamos agua, 15 garrafones con un total de 150 litros de agua;porque hay dos cosas que los ciclistas hacen mucho: tomar fotos ybeber agua.
Ya con el estómago lleno y preparados con el agua,damos la voz de arranque y vámonos,
30 animados ciclistas nos internamos rodando a lasierra de Guerrero. En cuanto salimos del pueblo el desfile debellezas no para, la vegetación ya es abiertamente tropical.
Bordeando los caminos, gigantescas peñas hacen verpequeños los grandes árboles, por el lado derecho corre un ríoque nos acompaña con su vista y su rumor, yo voy señalado a losque van por primera vez para que no se pierdan las vistas de lo queva surgiendo en el camino.
Paramos en los pueblitos, que son muchos,; se nosescapó el chilate, bebida prehispánica de cacao, pues la señoraque lo prepara aún no ponía su puesto.
Paramos en el puente de río Omitlán que tiene unahermosa vista y ahí tomamos muchas fotos, a partir de ahíempezaron las subidas y las curvas, subidas y curvas y más subidasy curvas; los grandes árboles nos fueron protegiendo con su sombray mientras más subíamos, los paisajes de la sierra de Guerreroeran a cada kilómetro más y más bellos. Nos deleitaron la vistatambién los campos de jamaica que se cultiva de muy buena calidaden esta zona.
Al fin divisamos unas altas antenas que marcan el finde la subida y eso nos animó para arreciar el ritmo y coronar lacúspide de la sierra. Ahora quedaban sólo 15 kilómetros debajada y con la ilusión de llegar a la Quinta Jazzy, en Tecoanapa,a darnos un chapuzón en su hermosa alberca, la bajamos al estiloCorrecaminos, a rajatabla. Llegamos al punto final, me saqué losobjetos de los bolsillos del jersey y, al agua patos. La merecidarecompensa al esfuerzo de rodar 120 kilómetros.
Cuando llegó el resto del contingente y tras elconsabido baño, doña Mako nos dio de comer un delicioso pollo enbarbacoa con tortillas a mano, preparadas en tlecuil de leña yagua de ¡jamaica!
Armamos las casas, tomamos café y fuimos a dar unavuelta al centro de Tecoanapa, pueblo muy limpio, seguro yordenado; la gente muy amable.
Nos tomamos un esquimo de chocolate con un pan depueblo. Nos tomamos muchas fotos y de regreso, ya son casi las23:00 horas y me despido.
Mañana la última etapa del recorrido con meta enPlaya Ventura, desayunamos a las 6:00 horas y a pedalear a laplaya. Ya huele a mar.
/TEXTO Y FOTOS: JORGEORNELAS