El domingo pasado fui al bosque, uno muy cerca de la ciudad. Después de un rico desayuno con café de olla y buena compañía caminamos entre los senderos de pinos.
El aroma del bosque en temporada de lluvias es fenomenal. Huele a hongos, y aunque están en todos lados, los cuerpos reproductivos o frutos en esta temporada son evidentes.
Los hongos dan vida y la transforman. Debajo de la tierra hay millones de micelios (similar a las raíces de las plantas, pero de hongos) que generan conexiones inmensas justamente ahí.
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El micelio crece y es responsable de la absorción de nutrientes del medio ambiente y la distribución de estos nutrientes al resto del hongo.
El fruto de los hongos se genera precisamente a partir del micelio. Cuando las condiciones son favorables, el micelio produce esporas, que son células diminutas que pueden viajar por el aire y germinar en nuevos hongos.
Para germinar se requiere un ambiente húmedo y rico en nutrientes. Cuando el micelio ha crecido lo suficiente produce un órgano reproductivo llamado basidioma, que puede tener diferentes formas, dependiendo del tipo de hongo.
El proceso de generación de hongos es un ciclo continuo. Las esporas germinan, forman micelio, el micelio produce basidiomas, los basidiomas producen esporas, y el ciclo vuelve a comenzar.
Los hongos juegan un papel sumamente importante en los ecosistemas. Ayudan a descomponer la materia orgánica, liberando los nutrientes contenidos en esta materia al suelo. Esto permite que las plantas absorban estos nutrientes y crezcan.
Los hongos también ayudan a airear el suelo y a mejorar su estructura. También son un importante alimento para los animales. Muchos animales, como los conejos, las ardillas y los venados, comen hongos.
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Pero su función no se limita únicamente a eso. El micelio conecta a los árboles, que lo utilizan como su propia red de comunicación, una especie de internet infinito que habita debajo de nuestros pies. Incluso se ha encontrado que los árboles logran encontrar a sus descendientes mediante este medio para poder advertir sobre amenazas o compartir nutrientes.
El micelio en realidad conecta. Porque cuando nuestra vida llega a su fin, son los hongos los que nos devuelven al origen. Formamos parte de esta inmensa red que recicla la vida. Gracias a los hongos, somos y estamos.
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