Hoy hablaremos de uno de los miedos más grandes de cualquier persona. Es un ser que pone a temblar hasta a la valentía misma y, no me dejarán mentir, pero absolutamente todas las personas perdemos el control cuando la cucaracha vuela.
De hecho, al escribir la frase anterior un escalofrío me recorrió las entrañas. Terror puro. ¿Por qué será que las cucarachitas nos dan ñáñaras? Si hasta una cancioncita les hicieron durante la Revolución.
También es común referirnos a personas detestables como “cucarachas”, pobrecitas, estos insectos no merecen ser comparadas de esa manera, aunque también nos provocan repulsión.
Son insectos y son parientas cercanas de las termitas, están distribuidas prácticamente en todo el mundo. Pero la que nos pone los pelitos de punta es la llamada Cucaracha Americana que ni es americana, pero como ahí la descubrieron así la nombraron.
Originaria de África esta especie viajó con los colonizadores a todos lados y es el horror que vive en nuestra cocina esperando las sobras de comida para salir a pasearse como si nada, la muy cómoda.
Estos insectos son vectores de algunas enfermedades producidas por bacterias, virus, hongos y otros parásitos porque además sí son muy de gustarles “la cochinada”.
Son, de hecho, las reinas de los ecosistemas urbanos y viven en las alcantarillas, las pequeñas ranuras o escondidas detrás de los muebles. Aunque no nos guste, hay que reconocer también su papel biológico. Al ser carroñeras consumen la materia orgánica en descomposición, son realmente un basurero viviente que se come la podredumbre.
Alguien debe hacer el trabajo sucio ¡Gracias, pero guácala! Lo que sí, es que, aunque son extranjeras o propiamente dicho, son exóticas, ya son residentes de nuestro país y forman parte ya de los hábitats urbanos y artificiales en los que nosotros vivimos.
Aquí, el consejo que comparto es que lo mejor es mantener el contacto con ellas lo menos posible y no darles la confianza de vivir entre nosotros. Lo cierto es que la fobia que sentimos al verlas volar se relaciona más con su cercanía a lo “fuchi” que a la peligrosidad directa que pudieran ser para nosotros.
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