Contrario al enorme tamaño que llegaron a alcanzar estos prehistóricos animales, la antojería de Doña Vicky Rogel, en la colonia Tepeyac, en Cuautla, es apenas de unos cuantos metros cuadrados, pero suficientes para que decenas de clientes se sienten a la mesa a degustar cada uno de sus singulares molotes o quesadillas.
Aquí, la hija de la propietaria es la responsable de causar revuelo con la forma de preparar los tradicionales molotes. Claudia se ha ganado el respeto y admiración por darle forma de dinosaurios a las quesadillas, mismas que se han vuelto la sensación tanto de chicos como de grandes.
A la antojería de Doña Vicky han llegado visitantes de diferentes municipios tan solo para conocer la especialidad de la casa: los Dinomolotes.
Son seis tipos de dinosaurios los que Claudia prepara con tres diferentes rellenos:
- Pollo
- Queso
- Hawaiano
Las formas que elabora van desde el saurópodo, popularmente conocido como el dinosaurio de cuello largo, hasta el pterodáctilo, con su par de largas alas y enorme pico.
Pero también hace el stegosaurus o dinoespinosaurio con espinas en todo el lomo, el triceratops o dino de tres cuernos, y el más feroz y temido de todos, el tiranosaurio rex.
Este peculiar platillo se viste o sirve de dos maneras: "Se pone el dinosaurio con un nido de lechuga acompañado de huevitos hechos con la misma masa, y la otra es una presentación que llamamos dinosaurio nevado, es decir, se baña el dinosaurio con mucha crema y queso molido”. El precio de los molotes es de tan solo 20 pesos.
Un poco de historia
Para llegar a este escondido lugar (porque vaya que lo está), una ruta que pasa por el centro de la ciudad te puede dejar muy cerca para no tener pierde; solo es cuestión de indicarle al chofer que vas a los Dinomolotes de la Tepeyac, y listo, llegarás a tu destino en menos de 20 minutos.
Claudia, la creadora de estas piezas artísticas comestibles, nos comenta cómo surgió la idea de prepararlos: “Hace dos años y tres meses estábamos en plena pandemia y las ventas estaban bajas, por lo que ante la necesidad de buscar cosas diferentes para reactivarnos, empezamos a buscar y vimos un video en internet sobre que en Coahuila había un lugar donde se hacían unas dinoquesadillas, eso me llamó la atención y lo pusimos en práctica aquí, pero con los molotes tradicionales”.
Agrega: “Al principio me costó algo de trabajo hacerlos, pero poco a poco y con práctica empecé a hacerlos mejor”.
Dijo que le ayudó mucho los trabajos de plastilina y migajón que llegó a hacer en la escuela: “Era algo que me gustaba, así que en vez de plastilina empecé a hacer estas figuras en la masa del molote y fui creando diferentes dinosaurios hasta hacer los seis que vendemos, no utilizamos ningún molde, todo es con las manos”.
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Pero, como en todo trabajo, dijo que hay figuras más elaboradas que otras y que requieren un poco más de detalles: “El más sencillo de hacer es el dino de cuello largo, y los más complicados son el pterodáctilo y el tiranosaurio rex, esos no los hago cuando hay mucha gente, ya que me quitan más tiempo”.
Apesar de la novedad, Claudia explicó que al principio fue complicada la comercialización y se tuvo que trabajar en la publicidad en redes para que la gente conociera la existencia de los dinomolotes.
“En los primeros meses se vendían muy pocos, una pieza o dos a la semana, no se conocían realmente; fue en este mismo año que se logró un buen despunte, se empezó a conocer y a vender más al grado que viene gente de otros municipios a degustarlos”.
Sobre sus principales clientes, afirma que para sorpresa no solo son los niños, sino los adultos: "A veces es más la emoción de un adulto que de un niño, es algo que sí me ha sorprendido ver”.