Cuernavaca es característica por sus árboles. En la ciudad se reportan más de 200 especies de árboles que se han traído de todo el mundo.
Pero una de las especies que más sobresale es el famoso laurel de la India. Ficus microcarpa es un árbol nativo de Asia tropical. Fue introducido a México en el siglo XVI por los españoles. Rápidamente se naturalizó y se extendió a otras partes del país.
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Es un árbol de rápido crecimiento que puede llegar a medir hasta 20 metros de altura. Tiene hojas perennes (siempre verdes), es muy resistente a la sequía y puede tolerar una amplia gama de condiciones climáticas.
Sin embargo, también tiene un lado “obscuro”. El laurel de la India es una planta invasora en algunas partes de México. Puede desplazar a las plantas nativas y causar daños a la infraestructura de la ciudad (lo sabemos bien). A pesar de eso, no podemos negar que es parte fundamental del paisaje urbano de Cuernavaca.
Hace unos días, la Secretaría de Desarrollo Sustentable y Servicios Públicos anunció que habían removido 300 árboles debido a que se encontraban en una mala condición de salud, afectados por un hongo negro.
Este problema tiene varios años que afecta a los laureles de la India. Produce manchas en las hojas, que pueden hacer que las hojas se caigan estando verdes. Puede debilitar los árboles, haciéndolos más susceptibles a otras enfermedades y plagas.
En casos severos, el hongo puede matar los árboles. El hongo negro se propaga por el aire y el agua. Es posible que sea transmitido por insectos, como las hormigas, que transportan esporas de hongos en sus cuerpos.
El asunto es un poco más complicado en sí, ya que el hongo puede tratarse si se detecta a tiempo. El problema es que, cuando los españoles introdujeron al laurel a nuestro continente en sus barcos, no podían traer más que quizá un par o unos poquitos más de tamaño mediano.
De ese par sacaron clones con la misma información genética y características porque son pocos árboles “los ancestros” de los que hoy viven en las calles. Las poblaciones pequeñas, como la que llegó a México, tienen menos variabilidad genética que las grandes. Esto se debe a que hay menos individuos para intercambiar genes.
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Las poblaciones con baja variabilidad genética son más susceptibles a las enfermedades, ya que hay menos individuos que pueden portar genes que les dan resistencia a enfermedades. También tienen mayor riesgo de extinción, ya que son más vulnerables a los cambios en su entorno.
En este caso, la prevención es esencial porque los árboles en la ciudad fueron removidos debido a que se convirtieron en un riesgo para la población al tener los troncos podridos.
Aunque los laureles no son una especie nativa, son un elemento importante en la ciudad. Casi en cada jardín hay uno, si queremos conservarlos, pongamos atención en su salud. O en su defecto apostemos por las especies nativas, quizá de inicio eso nos puede evitar muchos problemas.
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