La vida del viajero Alexander Von Humboldt (1769-1859) se divide en cuatro etapas: sus primeros 26 años dedicados a formarse y a servir como funcionario gubernamental en el ramo minero; los siguientes cuatro, a preparar su viaje ultramarino, ya siendo independiente en lo económico debido a la cuantiosa herencia que recibió; la tercera etapa es la de los cinco años de viaje por América, y, la cuarta, el resto de su longeva existencia que dedicó a escribir una gran cantidad de libros, todos ellos vinculados de manera directa o indirecta a su viaje americano.
En París conoció al botánico francés Aimé Bonpland, invitándolo al recorrido. El connotado alemán pagó los gastos de ambos durante el viaje de cinco años y posteriormente costeó la edición de los cerca de 40 volúmenes que abarcan su producción completa.
En 1799, Humboldt y su colega Bonpland se embarcaron en el puerto español de La Coruña y después de casi cuatro años de viaje por Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, zarparon desde allí hacia México, llegando a Acapulco el 23 de marzo de 1803.
En enero de 1804 salen de la ciudad de México rumbo a Veracruz y dejan el puerto jarocho el 7 de marzo de 1804. Todo ese año en México estuvo acompañando a Humboldt su amigo íntimo Carlos Montúfar, joven ecuatoriano reconocido por su belleza.
Humboldt asegura que “no hay duda de que las minas han sido el origen de los grandes caudales de México”, enriqueciendo a familias durante generaciones enteras.
“Entre estas familias se cuentan los ricos descendientes de Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca. El duque de Monteleone, señor napolitano que hoy posee el mayorazgo de Cortés, tiene excelentes posesiones en la provincia de Oaxaca, cerca de Toluca y en la ciudad de Cuernavaca.
El producto neto de sus rentas no es hoy día sino de 110,000 pesos, habiendo quitado el rey al duque las alcabalas y los derechos del tabaco; pero los gastos ordinarios de la administración pasan de 25,000 pesos, habiéndose enriquecido notablemente muchos administradores del marquesado. Si los descendientes del gran conquistador se resolvieran a vivir en México, muy en breve subiría su renta a más de 300 mil pesos”.
El reconocido científico menciona a Cuernavaca, “el antiguo Quauhnáhuac, a la falda meridional de la cordillera de Huitzilac, bajo un clima templado, de los más deliciosos, y adecuado al cultivo de los árboles frutales de Europa”.
Por supuesto que hace referencia a las haciendas cañeras:
“En 1553 la abundancia de azúcar era ya tan considerable en México que se exportó de Veracruz y Acapulco para España y el Perú, pero esta última exportación ha cesado hace mucho tiempo, porque en el mismo Perú se produce más de la necesaria para su consumo. Como la población de Nueva España está apiñada en lo interior del país, se encuentran menos ingenios a lo largo de las costas, en donde los calores excesivos y las lluvias abundantes podrían facilitar el cultivo de la caña de azúcar con más ventaja que en la falda de las cordilleras y en las partes más elevadas de la planicie central. Los principales plantíos están en la intendencia de Veracruz, cerca de Orizaba y Córdoba; y cerca de Cuautla, al pie del volcán de Popocatépetl”.
El siguiente párrafo deja entrever la sugerencia de Humboldt para incrementar el uso de esclavos: “La introducción de los negros no se ha aumentado felizmente en México en la misma proporción que el cultivo del azúcar. Aunque cerca de Cuautla hay haciendas de caña que dan al año por encima de veinte o treinta mil arrobas, casi todo el azúcar mexicano lo fabrican los indios, por consiguiente, hombres libres”.
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