Con puestos de tacos en casi cada esquina, sopas instantáneas y bebidas edulcoradas por todas partes, los alimentos al alcance de los morelenses no son en definitiva los más saludables, algo que se refleja en las enfermedades relacionadas con el sobrepeso y la obesidad que, con apenas consultar con quienes nos rodean o echar un vistazo a la calle, muchos llevan a cuestas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2020, en las últimas tres décadas la prevalencia de sobrepeso y obesidad ha incrementado a tal nivel que hoy es un problema de salud que afecta a dos de cada tres adultos en todo el mundo. En la región centro del país, en la que se encuentra Morelos, la prevalencia de sobrepeso es del 40 por ciento, mientras que la de obesidad es de 37 por ciento.
Pero más allá de estas condiciones, constatables a la vista, la mala alimentación de una persona puede causar problemas que no siempre se evidencian en su figura, como las dislipidemias, trastornos de los lípidos y las lipoproteínas en la sangre que aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, y que, de acuerdo con Jesús Cuevas Rojas, Especialista en Nutrición Clínica y Geriatría, afectan a seis de cada 10 personas.
“Las enfermedades cardiovasculares son de las más altas en incidencia para la mortalidad”, explica el especialista.
En México, la hipertensión arterial, una enfermedad que puede ser asociada a la obesidad, las dislipidemias y la diabetes, se mantiene entre las primeras nueve causas de muerte, y en los últimos seis años su tasa de mortalidad ha incrementado 29.9 por ciento, de acuerdo con la Ensanut 2020.
Tacos acorazados, ¿un platillo típico peligroso?
Tortilla. Arroz. Papa empanizada. Los ingredientes del típico taco de arroz cumplen con todos los requisitos para convertirlo en una bomba de carbohidratos que puede hacerle mucho daño a nuestra salud si se consume en exceso, tal como otros alimentos que, al calor de los días en que no disponemos del tiempo que quisiéramos para preparar alimentos más saludables, probamos en alguna esquina, antes, durante y después de nuestras jornadas de trabajo.
“De repente llegamos a consumir alimentos bastante calóricos, con exceso de grasa y de carbohidratos simples, y eso es lo que nos puede llevar a generar sobrepeso u obesidad. Aunado a esto, no sólo se trata de la alimentación, sino también de nuestra actividad física y el consumo de agua simple potable”, explica Grecia Aguilar Vázquez, enlace estatal de Hábitos Saludables del Departamento de Promoción de la Salud de los Servicios de Salud de Morelos (SSM).
Grecia Aguilar y Jesús Cuevas coinciden en algo: tampoco se trata de satanizar un alimento que forma parte de la dieta y el patrimonio cultural y gastronómico de los morelenses. Sin embargo, es posible inclinarse a preparaciones más sanas, además de no caer en el abuso de su consumo: si comemos un taco acorazado una vez a la semana no tendríamos que tener problema alguno, siempre que compensemos con actividad física semejante ingesta calórica.
“Si vamos a tocar un taco acorazado es porque sabemos que tenemos una actividad física más elevada durante la mañana o el día, y acompañarlo con agua simple potable”, recomienda Grecia Aguilar.
En 2020, el Sistema de Etiquetado Frontal de Alimentos y Bebidas (SEFAB) marcó un antes y un después en la información de la que disponíamos a la hora de abastecernos.
“El consumidor ya está consciente de lo que está comprando. Si tiene más de dos sellos ya no es saludable, y ya es responsabilidad del consumidor si lo compra o no”, afirma Grecia.
Pero contar con información también requiere de la capacidad de interpretarla, lo que puede convertirse en un cabo suelto tratándose de personas que no cuentan con las bases para decidir si va a ingerir un producto con base en sus niveles de carbohidratos, grasas o azúcares. A final de cuentas, las etiquetas negras han llegado a prácticamente todos los alimentos industrializados.
“El etiquetado es una buena estrategia, pero mal aterrizada y mal llevada”, dice Jesús Cuevas, para quien esta nueva norma debe ir acompañada de acciones que permitan a la población tomar las decisiones correctas basándose en la información nutrimental de sus alimentos.