Hace algún tiempo, una niña inquieta de cabello negro intenso, con rulos de caracol y ojos miel grandes, me contó que soñaba con una selva. En su sueño, ella veía a las rojas guacamayas volar, olía las flores y escuchaba los ríos cargados de agua cristalina. Se llenaba los zapatos de tierra explorando la gran Selva Lacandona en Chiapas. La niña creció después y su sueño se hizo realidad, en la piel sintió el corazón de la Selva. Todo era aún más hermoso de como lo imaginaba, excepto una cosa. Al amanecer, escuchó una especie de grito-rugido desgarrador intenso y fuerte que le congeló los huesos. Se escuchaba cerca y luego lejos. Abrió su pequeña casa de campaña y se asomó apenas un poquito para ver a un grupo de Monos que llegaban a los árboles a su alrededor. Esos aullidos estruendosos, eran ellos.
En México existen dos especies de Monos Saraguato, también llamados Monos Aulladores y habitan en las selvas tropicales, sobre todo del Sureste. Son animales grandes, que pueden medir hasta 92 cm con una cola que puede ser aún más larga que el resto de su cuerpo que además funciona como una quinta extremidad que les sirve para desplazarse entre los árboles, que es donde viven. Su pelaje es muy abundante y brilloso, son animales gregarios, osea, que viven en grupos. Su dieta principalmente se compone de hojas pero también comen flores, frutos y a veces hasta huevos. Los estruendosos aullidos se utilizan para comunicar que cuál es su territorio y obvio, que “su barrio les respalda” por lo que los machos emiten vocalizaciones en la mañana y en la tarde que otros machos a la lejanía escucharán y responderán porque estos sonidos pueden escucharse hasta casi 5 kilómetros a la redonda.
Las dos especies de Saraguato presentes en México, se encuentran en la categoría de Peligro de Extinción ya que en los últimos 50 años, su hábitat se ha reducido hasta en un 90% debido a las actividades agrícolas, incendios y explotación forestal.
Hoy, aquella niña que soñaba con la selva se sigue maravillando al conocer la naturaleza, me cuenta y enseña que gracias a ella, vivimos. En tu niñez ¿Con qué soñabas? Yo, con una selva, la Selva Lacandona.