Como si ella misma fuera un lamento, hay una vieja casa que yace en el corazón de Cuautla. Sus paredes, descoloridas y marcadas por el desgaste, ocultan historias susurradas por el viento.
La elegante arquitectura, ahora desvanecida, muestra signos de su esplendor pasado: ventanas arqueadas que alguna vez enmarcaron vistas y ahora se encuentran tenebrosamente vacías, y una fachada de piedra rojiza que se fusiona con el tono grisáceo de los años. Los graffitis le dan una textura contemporánea, que contrasta con su diseño clásico. El edificio, construido entre los siglos XIX y XX, se encuentra frente al teatro Narciso Mendoza.
“Es una casa fantasmagórica, que fue de los Barrales. Antes había ahí una vecindad y muchos de los que han vivido ahí cuentan que espantan. Y es que ahí hubo un asesinato horrible”, cuenta Óscar Apáez Godoy, cronista de Cuautla.
La vivienda
Influenciada por estilos europeos de la época, la vivienda presenta una imponente fachada de piedra rojiza adornada con detalles intrincados. Las ventanas permiten que la luz del día ilumine cada rincón de las estancias, lo que crea un juego de sombras y reflejos que, afuera, despierta la curiosidad de los transeúntes. El balcón ofrece una vista privilegiada hacia la calle bulliciosa, donde los carros circulan y los vendedores anuncian sus mercancías. Son los albores del siglo XX y la casa pertenece a la familia Barrales. El patriarca, Juan Barrales, vive aquí con su familia, pero está por comprar el casco de la hacienda de Casasano.
“Don Juan Barrales era arrocero y después juntó dinero y compró las ruinas del casco de la hacienda. Era la época de la posrevolución, cuando los ingenios azucareros habían quedado destruidos. Luego de eso vino el arranque de la industria azucarera”, narra Apáez Godoy.
La familia Barrales se fue a vivir a la hacienda y fundó la empresa Centenario Ingenio Casasano “La Abeja”, lo que marcó el inicio de una época en Cuautla, llevando a destacar al municipio a nivel nacional en la producción de caña de azúcar. La casa del centro se quedó atrás. Con el tiempo, pasaría a manos de “El Flaco” Barrales, nieto de don Juan, quien instaló un a dulcería. Hace cuatro décadas, El Flaco fue asesinado.
La casa abandonada
“Fue hace unos 40 años. Era una dulcería y en ese entonces era mal visto por la ciudadanía el ser homosexual. Lo asesinaron de manera terrible, dejaron todo lleno de sangre”, cuenta Apáez.
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Ver la casa, de frente, al otro lado de la calle, es encontrarse frente a un edificio que sigue reclamando algo. ¿Qué pedirá? Tal vez necesita no quedarse en el olvido. Su estructura tiene mucho que ofrecer todavía. La gente que trabaja cerca siente una energía: “A veces se escuchan cosas”, dice uno de los comerciantes cercanos.
Todas las puertas están cerradas y no hay manera respetuosa de entrar.
Todavía más antigua
La historia de esta construcción se remonta tiempo atrás. Durante la Revolución Mexicana, antes de que fuera habitada por la familia Barrales, el edificio sirvió como centro de mando de Emiliano Zapata: después de la toma de Cuautla, en 1911, fue aquí donde el Caudillo del Sur mantuvo comunicaciones, junto con Otilio Montaño, con Francisco I. Madero.
“Cuando quemaron el palacio, Zapata y Montaño se fueron a despachar en esa casa, y había un teléfono por el cual se comunicaban con el presidente Madero”, agrega el cronista.
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