Un relato conmovedor se gestó recientemente en las calles de Oaxtepec, donde Peluche, un perrito que soportó las inclemencias del tiempo, encontró en Mayra Álvarez y su familia una segunda oportunidad para experimentar el amor y el cuidado que nunca tuvo.
Deambulando por las avenidas y callejuelas de Oaxtepec, Peluche, cojeando de una pata y sin su ojo derecho, enfrentó adversidades.
“No sé qué tanto habrá sufrido en la calle. Habrá sufrido mucho, habrá pasado hambre, lluvias, mojándose, pasando frío”, compartió Mayra.
Fue a través de la asociación civil Amigos de los Perros Morelos (APM) que la cuautlense se enteró de la situación de Peluche hace aproximadamente cinco meses.
"Queremos creer que a lo mejor por eso no lo acogieron antes, porque lo del ojo fue de nacimiento. Y lo de la patita pudo haber sido por un accidente que la perdiera”, mencionó Álvarez.
Antes de llegar a su nuevo hogar, Peluche pasó por dos cirugías en su pata delantera derecha. Desafortunadamente, ambas intervenciones no fueron suficientes, por lo que se optó por amputarle la extremidad.
Sin embargo, no todo ha sido adversidad para este can. Desde su llegada a la familia Álvarez, Peluche ha experimentado un giro de 180 grados en su vida.
“Lo que me comentaron es que no necesitaba cuidados médicos, era independiente y podía caminar y valerse por sí mismo", aseguró Mayra.
Sin embargo, notó que al principio, Peluche era apático y dormía casi todo el día, “hasta que empecé a notar que ya era más alegre, ya jugaba, interactuaba, ya no dormía todo el día y ahí me di cuenta que estaba deprimido, estaba triste".
Haber descubierto que el perrito atravesaba por una fuerte depresión al momento de ser adoptado fue toda una revelación para la familia, que develó una nueva perspectiva para ver la vida de los animales.
"Los perros también tienen sentimientos, pueden deprimirse si no reciben cariño. Es importante ver por estos animalitos", dice Violeta Rivera, presidenta de APM.
Hoy Peluche vive alegremente en Cuautla junto a Mayra y sus dos hijos, siendo el único perro de la familia, pero compartiendo espacio con dos gatos. Para Álvarez, historias como esta resaltan la necesidad de fomentar más la adopción: “hay muchos perros que necesitan y merecen una segunda oportunidad”, concluye.
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