/ domingo 18 de febrero de 2018

Neil Harbisson y su historia sobre cómo una antena en el cerebro le permite ver colores

Como si de un personaje de la mítica Ghost in the Sell se tratara, este hombre puede navegar por internet gracias a una antena implantada en su cerebro

Para solucionar su acromatopsia o monocromatismo, que le impedía ver los colores, Neil Harbisson se convirtió en el primer hombre en la historia que tiene una antena implantada en el cerebro, lo que también le ha convertido en la primera persona a la que un gobierno reconoce como cyborg

Además, su implante le permite ver en infrarrojos, recibir imágenes y llamadas, y disfrutar de conexión a internet.

Ahora es un activista cyborg, con fundación propia, que lucha por el cyborguismo y el transhumanismo, y ayuda a aquellos que quieren seguir este camino.

“Yo no uso tecnología, soy tecnología”, afirmó Harbisson quien ya es parte máquina, logrando que Ghost in the Sell, el filme de Rupert Sanders protagonizado por Scarlett Johansson, se vuelva más real.

“Cyborg viene de la unión de dos palabras: cibernética y organismo. Yo soy una unión entre las dos cosas”, recalcó Harbisson.

Música en B/N

Con ascendencia hispano-alemana por parte de madre, e irlandesa por parte de padre, Neil Harbisson nació en Londres, Reino Unido, el 27 de julio 1984, y lo hizo trayendo consigo una peculiar patología: acromatopsia o monocromatismo, por lo que, en sus propias palabras “vivía en una escala de grises”.

Y es que la acromatopsia le impedía captar los colores.

Foto: EFE

“Ahora escucho a Goya y a Dalí” explicó mientras formaba parte de un proyecto con el chef español Jordi Roca para hacer sonar la comida. “Si una ensalada sonara como una canción de Lady Gaga, a lo mejor los adolescentes coman más verduras”, añadió divertido.

Desde niño, Harbisson mostró fascinación por el mundo del sonido y por el arte musical, por lo que estudió piano e hizo el bachillerato artístico. También manifestó interés por la pintura, aunque en sus primeras obras solo empleaba el blanco y el negro.

Con once años ya componía sus primeras canciones para piano, y con dieciséis empezó a estudiar Bellas Artes en el Instituto Alexandre Satorras. A los diecinueve se trasladó a Inglaterra para profundizar en su formación en la Dartington College of Arts.

Cabe destacar que un año antes se inició en el activismo, pero con motivaciones muy distintas a las actuales, relacionadas con la ecología: vivió durante varios días en un árbol de Mataró para evitar la tala de tres de ellos, respaldado por 3 mil firmas y varias protestas. Y, efectivamente, logró que el ayuntamiento no los cortase.

En cuanto a su faceta artística, Harbisson ha jugado con los colores y su asociación con sonidos, para crear música. También los ha asociado con lugares y situaciones cotidianas para sus cuadros.

El primer cyborg

En 2003, Neil Harbisson acudió a una charla sobre cibernética a cargo de Adam Montandon, al que le sugirió colaborar para ayudarle a ver la vida en color. Su idea era traducir las frecuencias de sonido a las de colores gracias a un sensor.

Para lograrlo, Harbisson se aprendió de memoria cada sonido asociado a cada color. El proyecto fue galardonado con los premios Submerge a la Innovación, en Bristol (Inglaterra); y un EuroPrix MultiMediaArt, en Viena (Austria), ambos en 2004, y fue mejorado por los desarrolladores Peter Kese y Matias Lizana.

Foto: EFE

Sin embargo, su implantación fue desarrollada por un comité de bioética. Pero él no pensaba renunciar a su sueño de dejar de vivir en un mundo en blanco y negro. Con la ayuda clandestina de médicos, que han permanecido en el anonimato, consiguió su implante, el eyeborg y, por primera vez, lo vio todo de otro color.

Con la antena recién implantada, Neil tuvo que luchar para que el gobierno británico aceptase que esta formaba parte de su cuerpo, de cara a la renovación de su pasaporte en el que el eyeborg aparecería, inevitablemente, en la foto.

Así fue como se convirtió en el primer cyborg reconocido del mundo. Y, desde entonces, no ha dejado de luchar por el “cyborguismo”, y de promover el transhumanismo en diversas apariciones y charlas, así como con la creación de la Fundación Cyborg.

“La cibernética nos puede ayudar a todos a percibir lo que no podemos percibir”, declaró durante una conferencia en la Universidad de Granada, en España, en 2013. “En esta década vamos a dejar de usar la tecnología como una herramienta y la vamos a utilizar como parte del cuerpo”, agregó.

“El hecho de convertirnos en cyborg nos vuelve más humanos”, afirmó en 2015 para semana.com, y en 2016 aseguró en un video que “todos los humanos estamos en transición de convertirnos en cyborg”.

Sobre su propio caso explicó que “quería crear un nuevo sentido para el color, que no usase los ojos. Un órgano nuevo”, durante el programa de ìMasterchefî de RTVE este verano, al que acudió para hablar de asociar la comida a los sonidos.

“La comida no solamente es gusto, también tiene que ver con cómo se ve y, en mi caso, también con cómo se oye”, explicó.

Y es que para el hombre cyborg, los sentidos no tienen por qué separarse: gracias a su antena, el sonido permite captar colores, navegar por internet Y saborear comida con gusto a música.

Para solucionar su acromatopsia o monocromatismo, que le impedía ver los colores, Neil Harbisson se convirtió en el primer hombre en la historia que tiene una antena implantada en el cerebro, lo que también le ha convertido en la primera persona a la que un gobierno reconoce como cyborg

Además, su implante le permite ver en infrarrojos, recibir imágenes y llamadas, y disfrutar de conexión a internet.

Ahora es un activista cyborg, con fundación propia, que lucha por el cyborguismo y el transhumanismo, y ayuda a aquellos que quieren seguir este camino.

“Yo no uso tecnología, soy tecnología”, afirmó Harbisson quien ya es parte máquina, logrando que Ghost in the Sell, el filme de Rupert Sanders protagonizado por Scarlett Johansson, se vuelva más real.

“Cyborg viene de la unión de dos palabras: cibernética y organismo. Yo soy una unión entre las dos cosas”, recalcó Harbisson.

Música en B/N

Con ascendencia hispano-alemana por parte de madre, e irlandesa por parte de padre, Neil Harbisson nació en Londres, Reino Unido, el 27 de julio 1984, y lo hizo trayendo consigo una peculiar patología: acromatopsia o monocromatismo, por lo que, en sus propias palabras “vivía en una escala de grises”.

Y es que la acromatopsia le impedía captar los colores.

Foto: EFE

“Ahora escucho a Goya y a Dalí” explicó mientras formaba parte de un proyecto con el chef español Jordi Roca para hacer sonar la comida. “Si una ensalada sonara como una canción de Lady Gaga, a lo mejor los adolescentes coman más verduras”, añadió divertido.

Desde niño, Harbisson mostró fascinación por el mundo del sonido y por el arte musical, por lo que estudió piano e hizo el bachillerato artístico. También manifestó interés por la pintura, aunque en sus primeras obras solo empleaba el blanco y el negro.

Con once años ya componía sus primeras canciones para piano, y con dieciséis empezó a estudiar Bellas Artes en el Instituto Alexandre Satorras. A los diecinueve se trasladó a Inglaterra para profundizar en su formación en la Dartington College of Arts.

Cabe destacar que un año antes se inició en el activismo, pero con motivaciones muy distintas a las actuales, relacionadas con la ecología: vivió durante varios días en un árbol de Mataró para evitar la tala de tres de ellos, respaldado por 3 mil firmas y varias protestas. Y, efectivamente, logró que el ayuntamiento no los cortase.

En cuanto a su faceta artística, Harbisson ha jugado con los colores y su asociación con sonidos, para crear música. También los ha asociado con lugares y situaciones cotidianas para sus cuadros.

El primer cyborg

En 2003, Neil Harbisson acudió a una charla sobre cibernética a cargo de Adam Montandon, al que le sugirió colaborar para ayudarle a ver la vida en color. Su idea era traducir las frecuencias de sonido a las de colores gracias a un sensor.

Para lograrlo, Harbisson se aprendió de memoria cada sonido asociado a cada color. El proyecto fue galardonado con los premios Submerge a la Innovación, en Bristol (Inglaterra); y un EuroPrix MultiMediaArt, en Viena (Austria), ambos en 2004, y fue mejorado por los desarrolladores Peter Kese y Matias Lizana.

Foto: EFE

Sin embargo, su implantación fue desarrollada por un comité de bioética. Pero él no pensaba renunciar a su sueño de dejar de vivir en un mundo en blanco y negro. Con la ayuda clandestina de médicos, que han permanecido en el anonimato, consiguió su implante, el eyeborg y, por primera vez, lo vio todo de otro color.

Con la antena recién implantada, Neil tuvo que luchar para que el gobierno británico aceptase que esta formaba parte de su cuerpo, de cara a la renovación de su pasaporte en el que el eyeborg aparecería, inevitablemente, en la foto.

Así fue como se convirtió en el primer cyborg reconocido del mundo. Y, desde entonces, no ha dejado de luchar por el “cyborguismo”, y de promover el transhumanismo en diversas apariciones y charlas, así como con la creación de la Fundación Cyborg.

“La cibernética nos puede ayudar a todos a percibir lo que no podemos percibir”, declaró durante una conferencia en la Universidad de Granada, en España, en 2013. “En esta década vamos a dejar de usar la tecnología como una herramienta y la vamos a utilizar como parte del cuerpo”, agregó.

“El hecho de convertirnos en cyborg nos vuelve más humanos”, afirmó en 2015 para semana.com, y en 2016 aseguró en un video que “todos los humanos estamos en transición de convertirnos en cyborg”.

Sobre su propio caso explicó que “quería crear un nuevo sentido para el color, que no usase los ojos. Un órgano nuevo”, durante el programa de ìMasterchefî de RTVE este verano, al que acudió para hablar de asociar la comida a los sonidos.

“La comida no solamente es gusto, también tiene que ver con cómo se ve y, en mi caso, también con cómo se oye”, explicó.

Y es que para el hombre cyborg, los sentidos no tienen por qué separarse: gracias a su antena, el sonido permite captar colores, navegar por internet Y saborear comida con gusto a música.

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