A 101 años del natalicio de Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido como “El Santo”, su hijo Alejandro y su nieto Axel, llamado “El Heredero de Plata”, rompen algunos mitos sobre el luchador y actor mexicano, además de revelar emotivos momentos que pasaron junto a él.
Pese al tiempo transcurrido, hablar actualmente del personaje también conocido como el “Enmascarado de Plata” es referirse a una leyenda viva, pues basta echar un vistazo a la televisión para toparse con algunas de las 53 películas que filmó, en tanto que decir su nombre trae a la mente a este personaje de máscara plateada y mallas blancas.
“El Santo” transita entre varias generaciones y suma mitos en torno a su figura, pues hay quienes aseguran que la plateada máscara “tenía poderes” y otros aseveran que nunca se la quitó porque tenía múltiples cicatrices que daban cuenta de su paso por el ring.
Tanto su hijo como su nieto ríen ante estas hipótesis que mantienen en la cultura popular al luchador nacido el 23 de septiembre de 1917 en la población de Tulancingo, en el céntrico estado de Hidalgo, como uno de los personajes más queridos para los mexicanos.
¿Quién era el hombre detrás de la máscara? “Pues para mí era mi padre, un hombre preocupado por su familia, amoroso a su manera, cuyo único misterio era su identidad”, expuso Alejandro Guzmán.
Sus 10 hijos fueron cómplices del luchador-héroe, al guardar celosamente el secreto y convertirlo en un agente viajero ante los ojos de sus conocidos para que no se descubriera su verdadera profesión.
“Cuando nos cambiamos de casa a Churubusco (zona habitacional en el Sur de la Ciudad de México) llegué a sufrir acoso cuando algunos niños se enteraron quién era mi padre; sin embargo, no hice caso”, recordó Alejandro sentado en su hogar, donde aún guarda la última máscara que utilizó su progenitor.
Con una velada sonrisa, el entrevistado aseguró que él y su padre siempre fueron muy unidos, desde antes que se convirtiera en este personaje; “vivíamos en la calle de Cincel y tengo muy presente cuando salíamos a comprar mis útiles escolares y uniformes”.
Con el tiempo esta relación se hizo más estrecha, incluso llegó a trabajar como su “doble de acción” en algunas escenas de películas; “yo era quien manejaba el automóvil convertible en las cintas y me ponía la máscara”.
Él no siguió sus pasos en el entarimado por deseos de su propio padre, aunque con el tiempo cambió de opinión y lo animó a subir al cuadrilátero, lo cual no fue posible pues Alejandro sentía que ya no era el momento.
Sin embargo, las aventuras compartidas fueron muchas: “A veces llegábamos al restaurante y nos sentábamos en mesas separadas, para evitar que la gente lo reconociera”.
“En ese entonces pensábamos que era absurdo, pero en una ocasión fuimos a la playa en Acapulco y mi madre le dijo que se sentara a la orilla del mar; él no quería, pero lo hizo. Un pequeño de los que venden por ahí lo observaba fijamente, lo que hizo que mi padre se fuera”, relató.
“Como a los 10 minutos regresó el niño con otros y nos preguntaba ‘¿dónde está “El Santo”?’ Aunque le decíamos que estaba equivocado, él nos contestaba que lo había reconocido por sus manos y ombligo, ya que lo había visto luchar en una arena”, añadió.
Por situaciones como la referida, el luchador “siempre fue muy precavido, incluso había otros compañeros que nunca lo conocieron a pesar de trabajar con él”, afirmó el más pequeño de sus hijos, quien no puede ocultar un halo de tristeza, pues le es difícil hablar de momentos tan personales con sus padres.
“Él nos quería mucho y mi madre era su adoración, estuvieron juntos por 42 años, por eso cuando ella murió supe que él también lo haría. Tres años después él falleció, tras dar una función en el Teatro Blanquita, el 5 de febrero de 1984.
”Yo había hablado con él ese día y después me avisaron que estaba mal, pero ya estaba muerto. Así que decidí cambiarle la máscara y quedarme con este recuerdo de él”, rememoró.
Rodolfo Guzmán fue una persona excepcional no sólo con su familia, sino también con la gente que lo rodeaba; de ahí que muchos lo apreciaran, incluyendo compañeras de cine como las actrices Sasha Montenegro, Rossy Mendoza y Lorena Velázquez.
Axel, quien es el nieto mayor de “El Santo” y quien decidió continuar con su legado, lo describe a su vez como un tierno abuelo, que lo consentía.
“Recuerdo una vez que desayunando juntos, a pesar de tener personas a su servicio, decidió atenderme él mismo y enfriar mi chocolate. Él lo hacía con gusto y eso lo tengo muy presente, como si hubiera sido ayer”, comentó “El Heredero de Plata”.
“Papi Rudi” es el nombre con que cariñosamente Axel se refiere al héroe de la pantalla grande, quien en los cuadriláteros era un aguerrido contrincante, mientras que en su casa era un dulce abuelo que solía corretearlo hasta alcanzarlo para hacerle “trompetillas” (soplar aire con fuerza con los labios pegados) en el estómago.
“Me acuerdo mucho de mi abuelo y no sólo su centenario de nacimiento, sino porque era una persona dulce que incluso no le importaba que entrara a su oficina, que era como un gran museo y mantenía resguardada de las miradas de extraños”, recordó.
Axel aún evoca que él no pudo guardar el secreto en su infancia sobre quién era su abuelo y aunque los demás niños no creían en su palabra, el tiempo y un póster con una dedicatoria especial corroboraron su historia; “para mí era excepcional este hecho”.