/ sábado 6 de mayo de 2023

Los Plebes muestran la vida de los jóvenes del crimen

El documental Los plebes se adentra en la base delictiva de Sinaloa, formada por chicos en busca de supervivencia

En México, entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes están en riesgo de ser reclutados por grupos delictivos, según un estudio realizado en 2021, por la Red de los Derechos de la Infancia (Redim); aunque la misma organización reconoce que no se tiene una cifra exacta de este sector de la población que participa directamente en actividades relacionadas con el crimen organizado.

El documental Los plebes, que se exhibe en la Cineteca Nacional, se adentra en la vida cotidiana, paralela a la vida delictiva de varios jóvenes en el estado de Sinaloa.

“Había la curiosidad de conocer la psique de estos chicos en contextos violentos y de hacer un retrato que se enfocara en su humanidad, porque hay un gran problema en la narrativa latinoamericana que no permite ver ese lado, porque consideramos que no tienen ningún tipo de similitud con nosotros”, explicó en conferencia Eduardo Giralt Brun, uno de los directores del documental, quien relató que el inicio de este filme nació de un proyecto cinematográfico que quedó trunco.

Por su parte, Emmanuel Massú, también responsable de este filme comentó: “Esta es una película sobre juventud, pero la idea es ponerle una cara a los miles de datos que nos enfrentamos como sociedad mexicana, para conocer qué es lo que desean estos chicos, qué es lo que anhelan”.

UNA VIDA DISTANTE A LA DE LAS SERIES

Aunque reconoció Giralt Brun que el documental terminó por enfocarse en la realidad de Vagancia, que es el único joven que muestra su rostro, este documental respondía a la intención de hacer un retrato coral de varios de estos jóvenes, quienes, a pesar de haber sido capaces de realizar los actos más atroces, mostraron también momentos de ternura y amor hacia sus familiares o sus mascotas.

Sobre la realidad que se aprecia en el documental, en contraste con la que se proyecta en series de televisión y películas, el mismo realizador comenta: “Contra la realidad, en el cine se da a entender que a ellos les llega una vida glamurosa inmediata, pero es todo lo contrario. En verdad la paga es baja e intermitente, porque su sistema financiero es clandestino, además de que entre ellos se roban mucho dinero o porque hay tanta mano de obra que está dispuesta ejercer violencia, que los jefes se pueden dar el lujo de quedar mal con un clan delictivo para contratar a otro.

“Creo que este documental también contradice la idea de que todo lo hacen por haber estado en contexto de extrema pobreza, porque en varias ocasiones estos jóvenes no ganan más de lo que harían trabajando como albañiles o en un Oxxo, o cualquier otra actividad no delictiva, así que la pregunta que abre es ¿por qué están dispuestos a morir o que los maten?”.

Giralt asegura que el sistema neoliberal es clave para entender las razones por las que estos jóvenes se ven involucrados en el crimen organizado ―además de la orfandad gubernamental y parental―, ya sea por las consecuencias del Tratado de Libre Comercio, en su momento, como por la pérdida e implantación de valores que dan prioridad a la obtención de lujos y bienes como símbolo de prestigio.

Mientras que Emmanuel Massú considera que la creación y comercialización de narcocorridos “son herramientas que se utilizan para la explotación de los sueños de esta juventud, para atraer a los jóvenes a sus filas”; Giralt Brun señala que estos tendrán un registro de gran valor para conocer a futuro la realidad violenta en la que estamos viviendo.

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El documental fue filmado con cámaras de celular y con un audio ambiente, documentado por los mismos jóvenes. En primera instancia, según explica Giralt Brun, porque “es un medio que ya forma parte de la cotidianidad de su trabajo”, y en segunda, específicamente en cuanto al audio, por “la desconfianza que tienen esos jóvenes en grupos delictivos”, al ver equipo profesional de grabación.

“Fue un proceso de mucha mimetización, al ser el celular parte de su día, creímos que nos daría un lenguaje estético que tenía que ver con los mismos mensajes que ellos se envían por WhatsApp, un lenguaje muy endémico, que eventualmente se fue convirtiendo en el lenguaje estético de toda la película”, explicó Emmanuel Massú.

En México, entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes están en riesgo de ser reclutados por grupos delictivos, según un estudio realizado en 2021, por la Red de los Derechos de la Infancia (Redim); aunque la misma organización reconoce que no se tiene una cifra exacta de este sector de la población que participa directamente en actividades relacionadas con el crimen organizado.

El documental Los plebes, que se exhibe en la Cineteca Nacional, se adentra en la vida cotidiana, paralela a la vida delictiva de varios jóvenes en el estado de Sinaloa.

“Había la curiosidad de conocer la psique de estos chicos en contextos violentos y de hacer un retrato que se enfocara en su humanidad, porque hay un gran problema en la narrativa latinoamericana que no permite ver ese lado, porque consideramos que no tienen ningún tipo de similitud con nosotros”, explicó en conferencia Eduardo Giralt Brun, uno de los directores del documental, quien relató que el inicio de este filme nació de un proyecto cinematográfico que quedó trunco.

Por su parte, Emmanuel Massú, también responsable de este filme comentó: “Esta es una película sobre juventud, pero la idea es ponerle una cara a los miles de datos que nos enfrentamos como sociedad mexicana, para conocer qué es lo que desean estos chicos, qué es lo que anhelan”.

UNA VIDA DISTANTE A LA DE LAS SERIES

Aunque reconoció Giralt Brun que el documental terminó por enfocarse en la realidad de Vagancia, que es el único joven que muestra su rostro, este documental respondía a la intención de hacer un retrato coral de varios de estos jóvenes, quienes, a pesar de haber sido capaces de realizar los actos más atroces, mostraron también momentos de ternura y amor hacia sus familiares o sus mascotas.

Sobre la realidad que se aprecia en el documental, en contraste con la que se proyecta en series de televisión y películas, el mismo realizador comenta: “Contra la realidad, en el cine se da a entender que a ellos les llega una vida glamurosa inmediata, pero es todo lo contrario. En verdad la paga es baja e intermitente, porque su sistema financiero es clandestino, además de que entre ellos se roban mucho dinero o porque hay tanta mano de obra que está dispuesta ejercer violencia, que los jefes se pueden dar el lujo de quedar mal con un clan delictivo para contratar a otro.

“Creo que este documental también contradice la idea de que todo lo hacen por haber estado en contexto de extrema pobreza, porque en varias ocasiones estos jóvenes no ganan más de lo que harían trabajando como albañiles o en un Oxxo, o cualquier otra actividad no delictiva, así que la pregunta que abre es ¿por qué están dispuestos a morir o que los maten?”.

Giralt asegura que el sistema neoliberal es clave para entender las razones por las que estos jóvenes se ven involucrados en el crimen organizado ―además de la orfandad gubernamental y parental―, ya sea por las consecuencias del Tratado de Libre Comercio, en su momento, como por la pérdida e implantación de valores que dan prioridad a la obtención de lujos y bienes como símbolo de prestigio.

Mientras que Emmanuel Massú considera que la creación y comercialización de narcocorridos “son herramientas que se utilizan para la explotación de los sueños de esta juventud, para atraer a los jóvenes a sus filas”; Giralt Brun señala que estos tendrán un registro de gran valor para conocer a futuro la realidad violenta en la que estamos viviendo.

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El documental fue filmado con cámaras de celular y con un audio ambiente, documentado por los mismos jóvenes. En primera instancia, según explica Giralt Brun, porque “es un medio que ya forma parte de la cotidianidad de su trabajo”, y en segunda, específicamente en cuanto al audio, por “la desconfianza que tienen esos jóvenes en grupos delictivos”, al ver equipo profesional de grabación.

“Fue un proceso de mucha mimetización, al ser el celular parte de su día, creímos que nos daría un lenguaje estético que tenía que ver con los mismos mensajes que ellos se envían por WhatsApp, un lenguaje muy endémico, que eventualmente se fue convirtiendo en el lenguaje estético de toda la película”, explicó Emmanuel Massú.

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