PARÍS, Francia. (OEM-Informex).- Cuando ingrese a laCasa Blanca, después de asumir el poder de la nación más potentedel planeta, el presidente Donald Trump escuchará el tic-tac devarias bombas de tiempo geopolíticas que amenazan con estallar encualquier momento.
La primera mecha que encendió -por precipitación otorpeza- fue acaso la más peligrosa: China. Por tradición, a loschinos les fascinan los fuegos de artificio, pero odian jugar confuego cuando se trata de temas que pueden poner en peligro susprioridades estratégicas. El diálogo por teléfono que mantuvoTrump con la presidenta taiwanesa TsaiIng-wen tocó un temaextremadamente sensible para Pekín: la política de una solaChina, reconocida por Estados Unidos desde 1979.
A esa iniciativa, considerada como una“provocación”, se sumaron las amenazas de imponer tasasaduaneras suplementarias a las mercancías made in China, losgestos de acercamiento con Rusia a expensas de Pekín y lasamenazas sugeridas cuando se refiere a la “expansión” en elarchipiélago de las Spratley. Disgustado, pero sin perder losnervios, el Gobierno del presidente Xi Jinping deploró “laobsesión de la diplomacia Twitter” que practica Trump.
El francés François Géré, experto en estrategia,cree que los resbalones de Trump no son casuales y que suintención es tratar de establecer una “relación más brutal”con China.
En forma paralela alarmó a sus aliados asiáticos-en particular Japón y Corea del Sur- al amenazarlos con disminuirla presencia militar de Estados Unidos en la región, si noaceptaban una “mayor contribución” en el esfuerzo común dedefensa.
Otra bomba de tiempo es su relación con Europa, queno tiene ninguna razón para congratularse de la llegada -porprimera vez desde los años 1950- de un presidente decididamenteaislacionista, proteccionista y simpatizante de Vladimir Putin y,sobre todo, indiferente -incluso hostil- al proyecto deintegración europeo.
La desconfianza de Europa se agravó la semana pasadacon las críticas de Trump a Alemania y a la política migratoriade la canciller Angela Merkel, su desprecio por la OTAN -calificadade “obsoleta”- y su grosera injerencia en los asuntos internosde la Unión Europea (UE) al optar por una relación privilegiadacon Gran Bretaña. Las autoridades en Bruselas interpretaron esasdeclaraciones como un intento de dividir y debilitar a Europa. Elprincipal beneficiario de la implosión de la UE sería, in fine,Rusia.
El Kremlin también espera que Trump cumpla supromesa de reconocer la anexión rusa de Crimea y permitadesestabilizar el Gobierno de Petro Porochenko en Ucrania parainstalar en su lugar un régimen más dócil con Moscú. Esegambito equivaldría a reconocer la política de expansión deVladimir Putin, de la misma manera que Estados Unidos parece haberaceptado la paz rusa en Siria, que instaura un nuevo ordeninternacional.
En Oriente Medio, la primera detonación podríaprovocar una reacción en cadena. Durante toda la campaña, Trumpamenazó con desencadenar desde el primer día de su Gobierno una“ofensiva total” contra el Estado Islámico (EI). La escaladaen esa región podría dar un nuevo giro a una guerra que estaba apunto de terminar. La situación podría incluso agravarse si elnuevo presidente cumple sus amenazas de trasladar la embajadaestadunidense de Tel Aviv a Jerusalén. Un gesto de esa índole lepermitiría reconciliar a Estados Unidos con el primer ministroBenjamin Netaniahu. El enfriamiento comenzó el mes pasado cuandoel Gobierno de Barack Obama no vetó la resolución 2334 ypermitió que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptara un textoque condena las implantaciones israelíes en Cisjordania. Laruptura del statu quo sobre Jerusalén vigente desde 1947, nosería sin riesgos: también los palestinos reivindican a la ciudadsanta como capital de un futuro Estado independiente contiguo aIsrael. Ese faitaccompli (hecho consumado) daría motivos a lajuventud palestina para lanzar una tercer intifada.
Otro tic-tac inquietante se escucha en Irán, paísque -a juicio de Trump- parece seguir formando parte de los paísesintegrantes del “eje del mal”, como decían Ronald Reagan yGeorge W. Bush. Pero esa vieja situación cambió, al menos enteoría, después de los acuerdos nucleares de 2015. Pero laanulación de ese acuerdo, como propicia Trump, puede poner enpeligro los contratos millonarios firmados con Boeing y las otraspromesas de importaciones que entusiasman a la industriaestadunidense.
Trump prometió igualmente -sin que nadie se lopidiera en forma oficial- levantar las sanciones económicasaplicadas contra Rusia después de su anexión de Crimea yestablecer un diálogo más productivo con Moscú.
Todas las bombas activadas por el propio Trump desdesu victoria en las elecciones del 8 de noviembre representan, en lapráctica, profundos cambios de orientación de la líneatradicional de la diplomacia estadunidense. El único punto encomún de esas modificaciones reside en que -voluntaria oinvoluntariamente- favorecen los intereses del Kremlin crispan alos rivales de Estados Unidos y suscitan la inquietud de susprincipales aliados.