Por extraño que pueda parecer, hay productores del campo que no se atreven a consumir sus propias verduras y legumbres y, sabiendo de los químicos que utilizan para hacer crecer sus cultivos, prefieren abastecerse en lugares ajenos. Blanca Rubio no es de ese tipo. Hace una década, su familia adaptó un pequeño espacio junto a su hogar, en el poblado de Anenecuilco, para sembrar y cosechar sus propios alimentos de forma orgánica, libre de insecticidas y fertilizantes. Hoy este espacio es el pilar de una cooperativa familiar que ha hecho alianzas con otros productores.
“La idea inició por tener nosotros alimentos sanos, porque son alimentos orgánicos a los que no se les aplica ningún tipo de insecticida, químico, fertilizante, también de síntesis química, y después empezamos a intercambiar con vecinos o algunas amistades”, recuerda Blanca.
Al principio, la familia Rubio intercambiaba los excedentes de sus cultivos, pero poco a poco el interés de otras personas fue dándole forma a la idea de emprender una empresa. Y así nació “Canastas Orgánicas Truequio”, que hoy en día sigue siendo la fuente de abasto de productos orgánicos para familias morelenses que buscan alimentos limpios y cuya producción no daña el medio ambiente.
“Ha habido una apertura y una demanda bien grande de los productos orgánicos, y también de los productos ‘raros’ que manejamos, como el pepino persa, que es pequeño y se come con todo y cáscara, como un snack; el jitomate heirloom y la calabacita estrella, entre otros. Buscamos darle esa variedad a la gente para conocer y mostrar otro tipo de vegetales”, explica la joven.
Una empresa familiar
Los alimentos que forman parte de “Canastas Orgánicas Truequio” son cultivados en un pequeño vivero dividido en secciones, en cada una de las cuales se siembra una verdura o planta distinta. En lo alto de la comunidad de Anenecuilco, el vivero cuenta con un sistema de riego que se vale de agua potable, pero también de agua pluvial que es canalizada hacia la tierra. No se utiliza ningún químico. El trabajo se hace con las manos, con amor a la tierra y el deseo de ofrecer una opción saludable a los consumidores.
“Al principio fue un poco complicado porque a veces no tenemos la facilidad de diferenciar o valorar lo que es un producto orgánico respecto a lo que encontramos en el mercado. Por el trabajo que involucra, puede ser un poquito más caro en temporadas, porque manejamos un precio constante durante todo el año, hasta que se nos muevan los costos de producción, pero también hay ocasiones en que el jitomate lo tenemos en veinte pesos, mientras que en el mercado está en veinticinco; entonces, depende de la estación”, agrega Blanca.
Junto a su hermana y sus dos padres, Blanca visita todos los días el vivero para vigilar el crecimiento de sus cultivos. Llegado el momento, los cosecha y empieza a armar las canastas que han atrapado el paladar no sólo de familias ayalenses y cuautlenses, sino municipios como Cuernavaca o Jojutla, e incluso de otros estados, principalmente del Estado de México.
Atravesando la pandemia
La pandemia cambió la dinámica de vida para todo el mundo, pero Blanca nunca imaginó que en su caso, salvadas las restricciones sanitarias establecidas por las autoridades para evitar contagios de Covid-19, incrementaría la demanda de sus productos. El planteamiento no es difícil, dado que la recomendación permanente de quedarse en casa hizo que muchas familias dejaran de acudir a los mercados y optaran por pedir alimentos a domicilio. Y los productos orgánicos supusieron una opción de lo más sana.
“Fue algo muy curioso. Durante los meses de abril a agosto las ventas subieron. Lo que tenía programado que se pudiera vender en seis semanas, se acabó en una, así que de ese tamaño era la demanda. Últimamente ha bajado un poco porque ya están abiertos los mercados, y también porque hicimos un cambio de cultivos, apero calculo que en un mes ya vamos a empezar a operar de manera habitual”.
Si algo tuvo que modificar, en cambio, fue dejar de entregar los pedidos en puntos fijos y diseñar rutas de entrega a domicilio, de manera que la gente no saliera de sus hogares.
“La mecánica que teníamos era de entrega en tres puntos estratégicos, con previo pedido a través de WhatsApp, y ahora optamos por hacerlo a domicilio y acercarlo, hicimos una ruta y estuvo funcionando bastante bien”, explica Blanca.
Sinergia
En los última década, Blanca ha conocido a un grupo de productores que hablan su mismo idioma: el de los alimentos saludables y cuya producción reduce el daño al medio ambiente. Desde hace cuatro años, “Canastas Orgánicas Truequio” forma parte del Mercado Verde Morelos, un programa del gobierno del estado que promueve la producción y el consumo responsable y la concienciación sobre la ruta de un producto desde su origen hasta su destino final, con el objetivo de conservar y aprovechar responsablemente los recursos naturales.
En el Mercado Verde la familia Rubio no sólo ofrece los productos que cultiva en el huerto familiar, sino también los de otras personas dentro y fuera del estado que comparten el compromiso del consumo responsable. Así, la oferta de la empresa ha agregado a su lista de alimentos carne de pavo, de cerdo libre de pastoreo, miel, salsas y mermeladas.
Desde abril pasado, el Mercado Verde Morelos se encuentra suspendido temporalmente, pero la joven confía en que pronto tenga la oportunidad de volver a los espacios públicos para seguir ofreciendo productos saludables.
Beneficios de los productos orgánicos
Si bien el consumo de productos orgánicos genera grandes beneficios, Blanca Rubio menciona principalmente tres: la reducción del impacto ambiental, el beneficio a la salud del consumidor y el costo de los productos.
En el primer caso, destaca que el cultivo de estos productos no contamina el suelo ni el agua, “porque con los químicos hay escurrimientos con los químicos”. En cambio, estos alimentos crecen gracias a las compostas y la materia orgánica, que también enriquece el suelo.
En segundo lugar, enaltece la importancia de la salud tanto del productor como del consumidor: “aquí no nos intoxicamos con el uso de insecticidas, y éstos no se llevan al consumidor con los alimentos”.
Finalmente, el costo: si bien en algunas temporadas el precio de los productos orgánicos puede ser más alto que el que se encuentra en los mercados, el hecho de que éste no esté ligado a la oferta y la demanda también puede hacer que, en otros momentos, sea posible adquirirlos a un precio menor.
Hacia 2018, México se ubicaba como el cuarto productor de alimentos orgánicos en el mundo, con cerca de un millón de hectáreas en todo el país destinadas a la siembra de productos agrícolas. A nivel nacional, los estados de Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Chihuahua y Nuevo León se convirtieron en líderes en superficie destinada a esta actividad, de acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor. La institución agregaba que la producción orgánica nacional se basaba en más de 45 alimentos, entre los que sobresale el café y el maíz.