Los preparativos para recibir a los visitantes al panteón de La Paz por el día de muertos inician una semana antes; así, realizan la limpieza de las áreas comunes y retiran la maleza. Todo debe estar listo para que a finales de octubre y los primeros días de noviembre, los habitantes de Cuernavaca celebren a quienes se adelantaron a la vida eterna.
En el ambiente ya se respira la fiesta de los fieles difuntos; muchos acuden a una visita previa para ayudar en las labores de limpieza y arreglar algunos desperfectos; pintan muros, arreglan los floreros y algunas averías que ocurren con el paso del tiempo, además de pagar el lote del camposanto, dejan todo en orden y listo para que, desde el 31 de octubre, festejen a sus difuntos, aunque la fiesta grande son los días 1 y 2 de noviembre.
Sin embargo, pese a que la tradición persiste, cada año son menos las personas que acuden al panteón a visitar a sus muertos, recuerdan los cuidadores de La Paz; según sus estadísticas, la afluencia ha disminuido aproximadamente 20 por ciento. A pesar de ello, aseguran, contribuyen a que todo esté listo para los días grandes
Abelino explicó que ha estado casi toda su vida productiva a cargo de las sepulturas; a estas alturas, ya se acostumbró a lo que para muchos implicaría sentir miedo al trabajar en medio de los sepulcros.
"Cuando llegan estas fechas, la gente se acerca y comienza a venir; por ejemplo, si tienen un familiar que llegó en este año, vienen a poner placas nuevas; sobre todo viene la gente católica, porque para otras religiones esto no se celebra", afirma.
Comentó que aunque el 31 de octubre y el 1 de noviembre llega poca gente al panteón de La Paz (el más antiguo de la ciudad), el 2 de noviembre es cuando se llenan todos los accesos y por el lugar es prácticamente imposible pasar, dado que la amplitud del panteón abarca 14 secciones;"ese día está lleno desde que amanece hasta las ocho de la noche, cuando comienza a irse la gente", señala.
Sin embargo, en fechas como los días de muertos dice que le gusta su trabajo, porque ese día el ambiente y la vista en el panteón cambia. Ya no es aquel lugar de lúgubres sonidos con el viento, ni los movimientos sorpresivos del aire que mueve los árboles o los objetos, o el murmullo imprevisto que ocurre en los rincones.
Ese día es de fiesta; hay música, flores y olores mezclados en uno solo, como el incienso y la comida; donde las familias se quedan por horas con aquellos que han cruzado el umbral de la vida eterna; comen y beben; platican con ellos, se quejan, ríen y lloran, pero la alegría del reencuentro es única que se repite solo una vez al año.
Aunque el panteón La Paz no ha crecido y su límite ha llegado al tope, cada año es el lugar donde acuden más familias; es el único día del año en que pueden salir de donde están y volver a venir para acompañarlos en su regreso; es algo que muchos siguen heredando a otras generaciones", aseveró Abelino.