Algún día fui a una visita a la Ciudad de México. Había sido un día pesado y estaba hambrienta. Me senté en unas banquitas para recibir el “fresquito” de la sombra de unos árboles, de pronto mi estómago gruñó bastante fuerte. Recuerdo levantar la cara hacia la copa de los árboles y decir en mi mente: “Dios mío, me estoy muriendo de hambre”, bajé la cara hacía mis tenis sucios y de inmediato me cayó una tortilla en la cabeza. No vi absolutamente nada en el árbol y a decir verdad, me dio miedo, parecía que alguien allá arriba me había escuchado. Minutos después vi que había varias ardillas robando comida, había sido sin duda una de ellas, pero una hermosa coincidencia.
Las ardillas son roedores, como las ratas y ratoncitos, son muy curiosas y sí, en las zonas urbanas son muy confianzudas con nosotros. Les encanta brincar de rama en rama y, como buenos mamíferos, los juegos son su especialidad. Son animales sorprendentes, existen alrededor de 250 especies en el mundo y las hay desde los 7 centímetros de nariz a cola, hasta más de un metro. Ellas pueden vivir en diferentes hábitats, las hay completamente terrestres, arborícolas y las voladoras, que, si bien no vuelan como tal, pueden planear entre las copas sin mayor problema. Se distribuyen en casi todo el mundo, excepto en Australia. Como buenas roedoras, sus dientes frontales crecen mucho por lo que masticar les ayuda a mantener a raya este crecimiento de hasta 15 centímetros al año.
En época de apareamiento las hembras atraen con silbidos y olores a los machos y están fértiles en un periodo corto de tiempo, pueden ser horas o algunos días. Las ardillitas nacen ciegas en su madriguera y dependen de su madre al cien por ciento. Usualmente dan a luz entre la primavera y el verano hasta 8 bebés (sí, es época de nacimientos).
Su alimento principal son las semillas y frutos, pero también comen insectos y hongos. Ellas son reforestadoras naturales ya que su función principal en un ecosistema es dispersar semillas, contribuyendo a la regeneración de los bosques. La fragmentación de hábitat se ha convertido en su peor enemigo pues cada día desaparecen más hectáreas de los bosques en los que habitan, aunque algunas especies se han aclimatado a las zonas urbanas, otras son más sensibles a los impactos ambientales.
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