Baltasar López Bucio, el padre del pueblo

Fue el impulsor de proyectos para alejar a los jóvenes de los vicios

Mónica González

  · domingo 22 de abril de 2018

Baltasar López Bucio.

"Como decía Don Sergio Méndez Arceo, yo soy un sacerdote de acompañamiento al pueblo, lo que se llama la unción por los pobres, un sacerdote que acompaña los gozos, las esperanzas, los dolores y también las miserias morales del pueblo para fortalecerlo y estar a su servicio", expresó Baltasar López Bucio, quien recibió la venera "José María Morelos y Pavón".


Enfermo de una bronquitis que le aqueja, el sacerdote de 80 años de edad accedió a recibir a El Sol de Cuernavaca para hablar sobre este reconocimiento que no pudo recibir de manos de las autoridades estatales, pero que siguió de cerca gracias a su hermano que dignamente lo representó.


En la parroquia de Acapantzingo ,donde actualmente vive y oficia misa los domingos, el padre "Balta" como todos los conocen puntualizó: "Esta medalla no es solamente mía, porque muchas veces los lideres, escritores o quienes reciben los premios se ponen las medallas, pero los que trabajan son los de abajo y yo primero comparto la medalla con toda la gente que me acompañó, sobre todo con los jóvenes y es el trabajo de ellos, del pintor que hizo un mural y a la gente humilde que me ha ayudado a construir dos capillas abiertas, una en Chapultepec y otra en Satélite, a ellos les dedico la medalla".


Conocido en el estado por ser impulsor de la Teología de la Liberación, el padre aclaró: "Más que liberal, yo me catalogaría como un sacerdote como decía Méndez Arceo, de acompañamiento al pueblo".


Baltasar López Bucio, quien en octubre próximo cumplirá cinco años de estar jubilado, refiere que hoy en día se dedica a estudiar, a rezar y dar clases de seminario, además de ofrecer misa los domingos y atender las necesidades de su comunidad.


En la parroquia donde vive, para ser atendido por los sacerdotes del lugar ante la enfermedad que padece, el padre habló de su trayectoria como sacerdote y los logros que lo llevaron a obtener la medalla como "Morelense de Excelencia".


Comentó que desde el inició de su ordenación vivía en la catedral de Cuernavaca porque era colaborador del obispo Sergio Méndez Arceo y un tiempo fue padre espiritual del seminario; en 1965, colaboró en el Centro de Investigaciones Pastorales para un estudio sociológico a través de un censo sobre la religiosidad en Morelos.


En esa época se celebraba el Concilio Vaticano II, que fue muy importante para la iglesia porque significó un cambio de 180 grados y Cuernavaca fue pionera en las aplicaciones del concilio, sobre todo en la liturgia, porque las normas para la construcción de templos cambiaron, ya que se simplificaron los templos y también se centró el culto más en Jesucristo pues se le brindaba más culto a los santos que al Señor Jesús que es el centro del Cristianismo.


"Yo estaba en este organismo con un centro de pastoral trabajando en la difusión de la renovación del concilio por Latinoamérica, pero después, en mis tiempos libres, un sacerdote ecuatoriano que trabajó con universitarios empezaron a formar un grupo de tocó como actividad y llevarla a los pueblos; lo más importante fue que a mí me dedicaron a estudiar la pastoral popular y me dieron el trabajo de organizar cuatro santuarios en la Diócesis que fueron el de Tepalcingo, Mazatepec, el del Señor del Pueblo y Tlaltenango", comentó.


Con ello se inició lo que se llamó una pastoral de santuarios para saber cómo atender a los peregrinos, comprender la fe del pueblo, porque de manera inconsciente expuso que "queremos que el pueblo se porte como nosotros, es decir, que haya una religiosidad clerical y se busca hacer a los fieles a nuestra imagen y semejanza, y no es así, ya que estoy convencido por la experiencia de que así como hay una cultura elitista, una cultura académica, también hay una cultura popular en donde se encarna el cristianismo, y como tal, se tiene que respetar y purificar ciertas costumbres", agregó.


Igualmente, indicó que la labor se debe realizar con un sentido de servicio y no de manera autoritaria como antes, en donde el sacerdote prohibía danzas que tenían un sentido religioso y le da mucha importancia a la misa cuando ésta, aunque si bien es el rito más importante de la iglesia, no es la única forma de acercarse a Dios, ya que se puede hacer a través de las danzas, las mandas, las promesas y las tradiciones.


Con toda esta experiencia, el padre Baltazar fue enviado a la capilla de Tlaltenango que todavía no era parroquia, donde llegó para empezar a trabajar con los jóvenes a través del Club de Resurrección y hacer algo por la comunidad.


Ahí nació la idea de salir los domingos a barrer las calles después de la misa de las 8:00 horas y se apoyó a los jóvenes que bebían demasiado o asaltaban tiendas."Yo los metí de acólitos y la gente se asustaba de verlos ahí", dijo. Entonces se pidió el apoyo de la autoridad para terminar con el vicio y hacer una fiesta blanca.


Para el año 74, se propuso hacer algo por los peregrinos en su tiempo libre, ya que los mismos llegaban de Iztapalapa, Estado de México, los cuales pasaban en el lugar varios días. De ahí nació la idea de buscar un teatro que concientizara a la gente y no fuera comercial. En ese tiempo surgió el llamado "Canto Nuevo" de América del Sur y las Peñas, además de que llegó el grupo Mascarones con una alternativa diferente, muy sencillo y con temas de actualidad.


El padre recordó que en 1973, cuando Pinochet manda asesinar a Salvador Allende, aquí habían refugiados chilenos porque el obispo los recibía y fueron atendido; además, sobre los conflictos obreros, fueron tribuna para que desde la comunidad de Tlaltenango y tras el ataque que también sufrió el grupo Mascarones, se formara el Frente Pro Derechos Humanos, Garantías Constitucionales y Libertades Democráticas que se dedicaron de atender a los presos políticos que había en ese momento hasta que les dieron amnistía.


"De ese grupo queda José Martínez Cruz y Juliana Quintanilla, quienes después conformaron la Comisión Independiente de Derechos Humanos", explicó.


Aunque ha hecho otras cosas, el padre "Balta" señaló que eso es la base de su trabajo, el cambio de vida de los jóvenes quienes hicieron una carrera profesional y salieron de los vicios.


PADRE LIBERAL

"Tuve la suerte de ser el primer sacerdote que comprendió a Méndez Arceo, porque cuando yo llego del seminario de Nuevo México, el clero no lo comprendió al principio, porque las reformas de la catedral ni las aceptaba el pueblo ni el clero y a mí me entusiasmaron esas reformas porque yo buscaba una iglesia más realista, más cercana al pueblo", aseveró.


Uno de los aspectos que marcaron su trayectoria fue su abandono del latín, ya que la lectura de la biblia antes estaba prohibida, y después de la reforma litúrgica, fue a distribuir 10 mil biblias y 30 mil Nuevos Testamentos en 1962, con la finalidad de reconciliarse con el obispo porque la Catedral estaba abandonada.


El padre aseguró que Cuernavaca fue un epicentro de cambio, no solamente al epicentro nacional, sino a la iglesia universal.


A sus 55 años de sacerdote, el padre Balta se refirió al tema del sacerdote de Guerrero que habló con las bandas del crimen organizado. Ante esta situación, aclaró que se trató sólo de un diálogo y no de un pacto por el bien de la paz, porque un pacto significa que hay un acuerdo y no hay nada escrito, sino que simplemente es la confianza que el obispo deposita en ello, en su palabra, al igual que ellos depositan su palabra en el obispo como mediador, porque Guerrero está sumamente pobre y el cultivo de amapola genera muchos problemas.


Acerca de si es correcto dialogar con las bandas por este motivo, contestó que "el Papa es un Papa de diálogo, pues el asesinato de sacerdotes no es un caso que sólo afecta a México, ya que en Colombia también la iglesia dialoga por el bien del pueblo con los guerrilleros, pues ella tiene un corazón de Madre y lo que le interesa es la gente", contestó.


Por esta razón buscan que no haya más asesinatos, porque hay muchas muertes, por lo que sí se puede llegar a un diálogo sin compromiso alguno de ninguna especie, sino apelando al corazón y a la razón, a un pacto de caballeros de que no se siga matando gente; por eso los obispos apoyaron en la conferencia episcopal, pues no se comprometió a nada y fue simplemente una petición de que se arreglen las cosas para que no haya más muertos.


Además, respecto al reconocimiento que el gobernador Graco Ramírez atribuyó a la Teología de la Liberación, comentó que ese deberá ser su criterio para seguir gobernando los meses que le faltan, que realmente el pueblo sienta que hay un acompañamiento y que se resuelvan los problemas de reconstrucción y que pronto Morelos quede reconstruido.


Sobre política no quiso hablar, pero expuso que el candidato o candidata que presente el mejor proyecto y moralmente ofrezca garantías para cumplirlo, sea quien asuma el poder. Yo respeto el artículo 130, puntualizó.

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