Aunque en este sexenio el sector agroalimentario creció alrededor de tres por ciento después de más de 30 años de estancamiento, la mayor parte de la agricultura mexicana sigue siendo de autoconsumo. En nuestro país quienes trabajan en el campo aún viven en pobreza e inseguridad alimentaria, afirmó Cassio Luiselli Fernández, del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM.
El investigador reconoció que el crecimiento agropecuario que se presentó durante este sexenio no es espectacular, pero rompe con sexenios anteriores, en los que hubo caídas de hasta menos uno por ciento. Además, consideró que el dinamismo de este sector se debe a dos situaciones: las agroexportaciones significativas de pequeños sectores que generaron cadenas de valor con Estados Unidos, y el aumento del consumo de semillas en las ciudades.
En el XXXVIII Seminario de Economía Agrícola, en el auditorio del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), expuso que en lo que va del sexenio las cifras preliminares de exportaciones de aguacate, berries, jitomate y chile, entre otros productos, alcanzaron los 32 mil millones de dólares. No obstante, aclaró, sólo 15 por ciento de los agricultores logran esta cifra, los demás siguen en situación de pobreza.
Para Felipe Torres, investigador del IIEc, la agricultura es un renglón estratégico en términos de desarrollo económico, pues ninguna política económica funciona si no se tiene como sustento la producción y seguridad alimentaria.
Ante este panorama, prosiguió Luiselli Fernández, debemos cuestionarnos si contamos con tierra suficiente.
En nuestro territorio, la superficie potencial productiva es de 31 millones de hectáreas, de las cuales se cultivan 22 millones; sin embargo, añadió el universitario, 47 por ciento de los suelos del país están sobreexplotados, por lo que se piensa incorporar alrededor de cuatro millones de hectáreas para siembra, mismas que pertenecen a un sector pobre, lo que podría generar polémica.
Tras señalar que actualmente importamos maíz amarillo, frijol, y altas cantidades de arroz (78%), trigo (75%) y soya (96%), resaltó que se debe hacer un esfuerzo para producir nuestras propias semillas, no transgénicas, pues con las criollas además de generar seguridad alimentaria, salvaremos la memoria genética del país.
Si nos planteamos producir el 75 u 85 por ciento de nuestros requerimientos alimentarios, sería factible y legítimo, pues depender de otras naciones puede ser un arma alimentaria, concluyó.