Casi al salir de Cuautla, sobre la carretera federal que va a Yautepec, a la altura del pueblo de Casasano, el paisaje cambia y uno no puede evitar notar el cementerio de automóviles, despliegue de un negocio que siempre encuentra algo para sí: los deshuesaderos, el sitio donde van a parar los autos chocados de la región.
Como los huesos de un gigantesco dinosaurio mecánico, los restos de estos vehículos alguna vez motivo de orgullo para sus dueños, ahora están alineados y, expuestos al sol, yacen aquí esperando ser despojados de cualquier componente útil.
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Pero la vida de un coche viejo no siempre termina en la orilla de la carretera. Más allá de la exhibición de automóviles, en Refacciones Cuautla los automóviles son otra forma de vida.
Un trabajador, con las manos manchadas de grasa, se mueve con habilidad entre los esqueletos de metal, seleccionando, desmontando, valorando. “Depende de la unidad de vehículo que sea es lo que se le puede ganar”, explica.
Algunos coches son un enigma, con piezas que se resisten a ser vendidas, mientras que otros se desmontan con facilidad y sus componentes se venden en su totalidad.
“Los motores y los transmisores son lo que más se vende”, agrega el empleado, sin dejar de atender su trabajo. Está reparando un Ford Fiesta Ikon que parece tener una última oportunidad sobre la tierra. Una vez listo, será puesto a la venta.
“Todos los carros que llegan, llegan con papeles. Si les cambiamos un motor, se le agrega la factura del otro motor a la del negocio. Aquí estamos regularizados y son ventas legales”, explica.
Pero no todos los coches son iguales: algunos son verdaderos desafíos, con reparaciones costosas que superan su valor. Para estos automóviles el camino lleva al parque industrial, donde varios establecimientos de compra y venta de fierro viejo se despliegan sobre otra carretera.
La chatarra
En el parque industrial de Cuautla, el negocio Diper representa un tipo diferente de resurrección para los coches desechados. Aquí, los vehículos abandonados se convierten en algo más que metal y plástico. Luis Pérez y su equipo dan una segunda vida a estos vehículos al reciclarlos, extrayendo el hierro, el aluminio y enviándolo a las fundidoras en Veracruz y Puebla.
Cada día, dos o tres toneladas de fierro entran en el negocio de Pérez, arrastradas por los trabajadores de los deshuesaderos que siguen buscando alguna ganancia a cambio de los automóviles que han dejado de serlo. Esta empresa no solo recicla, sino que también ofrece empleo a jóvenes locales, que pueden ganar 200 pesos y una comida en un día.
Estos vehículos guardan historias dramáticas: los restos de una patrulla municipal que en algún momento fue chocada desastrosamente nos recuerdan que ningún carro está exento de terminar aquí, en el deshuesadero.
El corralón de Cuautla
En realidad, el principio de este viaje de reutilización y reciclaje comienza en el corralón municipal de Cuautla, ubicado en el antiguo recinto ferial, sobre la carretera México - Oaxaca.
Ahí, vehículos de todas las edades y condiciones son retenidos, explica Daniel Vallejo, director de Tránsito en el municipio: “Tenemos vehículos y motos desde 2017”, detalla.
El exalcalde Jesús Corona Damián llevó a cabo una campaña para retirar los vehículos del corralón, vendiéndolos por una pequeña tarifa, pero muchos de estos coches y motocicletas aún se encuentran ahí, ya que los propietarios no consideraron valioso retirarlos o carecían de documentos que acreditaran su propiedad.
Para resolver esta situación, el gobierno actual, encabezado por el presidente Rodrigo Arredondo, propuso vender los vehículos de 2022 hacia atrás, acreditando propiedad, con tarifas de 500 a mil pesos. Una ganga.
“Aún así, fue mínima la salida de vehículos y motos, porque algunos ya vieron que sus vehículos no valía la pena sacarlos, otros carecen de documentos y se siguieron quedando. ¿Cuántos salieron? Yo creo que un 10 por ciento salieron, sí tuvo buena aceptación la campaña, pero varios vinieron sin papeles, y así no”, explica Vallejo.
El próximo paso será solicitar un perito que dé fe de los vehículos para ponerlos en remate.
Esto marcará el inicio de su viaje hacia los deshuesaderos y, finalmente, a la planta de reciclaje, en un ciclo de reutilización que define la industria de la chatarra vehicular en Cuautla.