El cierre de restaurantes, fondas y loncherías, así como puestos de tacos y fritangas, ha afectado a la industria gastronómica de Morelos; según sus representantes, han tenido pérdidas en un 90 por ciento de sus ingresos obligando hasta el momento, a poco más de un 20 por ciento de los negocios establecidos de este giro a cerrar sus puertas, y por igual, ha provocado severos cambios en los hábitos alimenticios de trabajadores principalmente, quienes ahora tienen que llevar lunch, itacate o tortas de sus casas para comer.
Esto ha obligado a Manuel "N", empleado de una farmacia, quien vive sólo a tener que cocinar. Huevos con frijoles, chilaquiles con un huevo estrellado o a prepararse "una torta del chavo del ocho", con jamón y un poco de frijoles o mayonesa, para llevarse como vianda a su trabajo, pues "la señora que vendía tacos cerca, como la que vendía tlacoyos y gordas, las obligaron a quitar sus puestos, por la contingencia del Coronavirus", señala.
Antonio "N", trabajador de una tienda de abarrotes, por su parte al ser cuestionado como le hace para comer sus alimentos, él explica, que su mujer al principio no de muy buena gana, ya que estaba acostumbrado que él comiera en la calle y sólo llegara a cenar algo ligero, le ha tenido que preparar sus tupers con sopita aguada, a veces con un bistec, una pieza de pollo, principalmente pierna y muslo, pues no le gusta la pechuga, ya sea en mole verde o rojo o en caldillo a la mexicana, o milanesa y hasta agua fresca de sabor a fruta le pone.
Dentro de todo, reconoce Antonio "N"; "como más sano, no sólo tacos, acorados o al pastor que a veces mandábamos a comprar los compañeros y yo, pues incluso, a veces mi mujer me pone como complemento, porque sabe que soy bien tragón, verdura cocida, para que acomplete y me llene".
Lucila "N" por su parte, también señala que el hecho de que los negocios de comida, como la fondita que estaba cerca de la tienda donde labora, haya sido cerrada, la obligaron a hacer de comer, por lo que recordó lo que le enseño su mamá y su abuela; a preparar sopa aguada, cocinar arroz, comprar filetes de res, cerdo o pescado para preparárselos con papas, rajas o verdura, sin olvidar los chilaquiles con mucho queso y una buena taza de café, que nunca falta en el desayuno que se lleva a su trabajo.
Para María "N" quien explica "yo de por sí guisaba porque tengo que dejar que comer a mi madre que cuida a mis tres hijas", pero destaca, yo cocino y dejó la sopa, el guisado y hasta una fruta, para que coman "mis peques" y mi mamá, pero yo por lo regular comía en la calle, ya me había acostumbrado, lo mismo una torta, unos tacos, una gorda o comida corrida, que nos llevaban de la lonchería de al lado de la tienda donde trabajo como personal de intendencia, pero ahora, "tengo que echarle más agua a los frijoles" como se dice popularmente, para que alcance la comida para todos y yo me traiga "mi lunch", pero a todo se acostumbra uno, "menos a no comer", señala sonriendo.
Al final todos ellos coincidieron que si bien al principio, el cierre de los negocios de comida donde compraban sus alimentos, les afecto y los obligo a modificar sus hábitos alimenticios, "al comenzar a acostumbrarnos al cambio", nos damos cuenta de que de algún modo esto representa un beneficio, gastamos un poco menos y comemos más sano, "todo es cuestión de adaptarnos y organizarnos, para preparar y traer nuestra comida.