Este 28 de octubre se montaron las primeras ofrendas “a los matados”, señaló Teófila Piedra Mansilla, vecina de Xoxocotla, quien comparte que se preserva la tradición que han heredado por generaciones.
En Xoxocotla, el municipio indígena desde ocho días antes, en la iglesia replican las campanas recordando que deben prepararse para recibir a nuestros muertos, y la gente prende una vela y pone un vaso de agua.
La primera ofrenda se pone el 28 de octubre, a partir del mediodía, es para los “matados”, a los que les arrebataron la vida en forma trágica o por accidente, hay quienes incluso la ponen por los desaparecidos y olvidados, y esa ofrenda se levanta al medio día del 29 de octubre. El 30 y 31 se deja veladora, sal, y agua para las ánimas en pena.
Pero el día primero de noviembre se cambia todo, se pone la ofrenda de los niños, “los angelitos”, todo se pone en trastes nuevos y pequeños, la vela debe ser chica, el vasito de agua, los jarritos y los platitos para que pueden comer, hay quienes les ponen un juguete, una muñeca, carrito, se le ponen dulces y todo se levanta antes del medio día del dos de noviembre.
Para poner la ofrenda de todos los difuntos, a los que se agasaja con mole verde, tamales, pollo, atoles, dulce de calabaza, tejocotes, mole rojo, pan, velas, agua y sal, se pone todo lo que más les gustaba, el primer plato es para los difuntos.
Teófila Piedra recuerda que toda la comida y lo que se pone es debe ser nuevo, el chocolate, el mole, el arroz, el dulce de calabaza y todos alimentos que se ponen en la ofrenda que sientan que se les recuerda con cariño.
Al medio día del dos de noviembre se recoge todo y se llevan al panteón las flores, las velas y al terminar la misa se sueltan los globos de los niños y de papel de los adultos. Es como una fiesta, y ahí se les despide y se les recuerda que el próximo año se les estará esperando.
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